Prólogo

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ELIZABETH

Corro lo más rápido que puedo por las calles de Nueva York, esquivando gente y haciendo enfurecer a los conductores. Giro en una esquina y por fin empiezo a ver la fachada del edificio donde la persona que más amo se debate entre la vida y la muerte.

Me interno en el hospital y subo las escaleras sin hacer caso a las enfermeras que gritan mi nombre. Repito el camino que tantas veces he recorrido en los úlltimos meses, abro la puerta de la habitación 419 y veo cómo el doctor Collins me mira y niega con la cabeza, confirmándome que, como siempre, he llegado tarde.

IAN

Levanto la vista de los informes que están colocados sobre mi mesa al escuchar el sonido del timbre, y suelto un suspiro largo al volver a oír la insistente campanita. Abro la puerta, sabiendo a quién me voy a encontar antes de verle la cara.

-¡Ian, colega!- grita el borracho de mi mejor amigo.

-Son las tres de la mañana, James.

-Lo sé, tío, pero es que tengo una cosa muy importante que decirte- me señala con el dedo-. ¡Te has ofrecido voluntario para acoger a niños de los servicios sociales!

Le miro fijamente en silencio.

-¿A que es gracioso?- James se parte de risa-. Yo me reiré, tú te reirás, juntos nos reiremos y recordaremos este momen...

-Vuelve cuando no estés ebrio- y le cierro la puerta.

364 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora