Capítulo 3

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ELÍZABETH

En cuanto Ian desaparece de mi vista, me apoyo contra la puerta y me deslizo hasta quedar sentada en el suelo. Me tapo la cara con las manos y suspiro tres veces.

Me había ido a dar una vuelta. No me llevé hora, así que tardé más de lo pensado. Pero no hice nada más. Sólo dar un simple paseo.

Y ahora encima Ian me ha puesto normas. Vale, que es la persona que me va a cuidar. De acuerdo, también es la que me va a dar de comer, pagarme el instituto y dejarme dormir bajo su techo, ¡pero no por eso me puede tratar así!

Contemplo a Trece, dormido en la misma posición donde le dejé, y después mi vista viaja por la habitación. Algo brillante me llama la atención desde el armario.

Me levanto del suelo y camino hacia él. La cosa brillante está en una de las baldas de arriba, por lo que cojo la silla. Me subo en ella y veo por fin lo que es.

Unas tijeras.

Cojo las tijeras y juego con ellas en la mano. Me bajo de la silla y me vuelvo a sentar en el suelo. Paso varios minutos así, mirando las relucientes tijeras, cuando se me ocurre una idea.

Aparto un poco la cama de la pared y me meto en el hueco que hay entre ellas. Me arrodillo y abro las tijeras.

Clavo una de las puntas en la pared. Voy raspando la pintura hacia abajo hasta que queda una oscura línea.

Ya ha pasado un día. Sólo me quedan trescientos sesenta y cuatro más para cumplir dieciocho y poder escapar de aquí.

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-¡Arriba!

Unos golpes en la puerta me despiertan. Me llevo una mano a la cabeza, desorientada, y luego recuerdo dónde estoy.

-¡Venga, arriba!- vuelve a gritar Ian.

Me levanto de mal humor y abro la puerta de la habitación, pillando a Ian con el puño en el aire.

-Hoy es lunes, ¿no tendrías que estar trabajando?- le pregunto mientras me cruzo de brazos.

-Parece que la niña se ha levantado con el pie izquierdo- me sonríe falsamente-. ¿Quieres desayunar?

-¿Por qué no estás trabajando en eso tan importante que dices?

Me mira mal.

-Me he tomado el día libre para llevarte de compras.

Abro los ojos.

-¿Llevarme de compras?

Suelta una carcajada desdeñosa.

-Sí, de compras. Como cuando vas a una tienda...

-Ya sé lo que es ir de compras- le interrumpo-. Pero, ¿por qué vamos hoy?

Ahora el que se sorprende es él.

-¿Que por qué vamos hoy? No querrás ir con esa porquería por ahí, ¿verdad?- me señala la ropa. Se da la vuelta, pero antes de irse añade-. Y por favor, date una ducha. Hueles.

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Estamos en el Time Warner Center. Después de desayunar, una ducha rápida y despedirnos de Gemma, Ian me llevó hasta Columbus Circle en su reluciente deportivo negro.

364 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora