El ambiente demás opresivo hacía que cualquier ser se estremeciera hasta los huesos, el aire nebuloso traía consigo un olor a acre que asfixiaba y ponía los pelos de punta, la noche estaba más oscura que la densa madera de un ébano, lo único que se vislumbraba nítidamente era, la brillante luz de la luna y junto con ella alguna que otras sombras vagas y poco nítidas.
Caminar por el umbral formado por árboles era una tortura ya que cualquier menudo sonido ponían hasta el último sentido en alerta. Es por ello, que Gabriel decidió volver a la cabaña emprendiendo vuelo, para así poder sosegar un poco su tensión, pero tanto el cielo como la superficie despedían intranquilidad al punto de que el arcángel se sintió atrapado por algo intangible que le cortaba la respiración.
Sin darse cuenta se encontraba encima mismo de una columna de humo negro, oyó el crepitar del fuego debajo suyo, la cabaña ardía en llamas, se apresuró a bajar, horrorizado de que Adalia o Will estuvieran atrapados allí dentro. En el momento justo en el que llegó, la pequeña cabañita se vino completamente abajo, los escombros crepitaban cada vez con más fuerza, sin embargo, esto no le importó, se adentró a las llamas y buscó por todos lados a sus amigos, se negaba a aceptar que algo malo les hubiera sucedido, él continuaba su búsqueda sin inmutarse ante el fuego que lo envolvía por completo, era increíble como las llamas no le ocasionaban ningún daño y como él, a su vez, no sentía dolor alguno.
Cuando la desesperación en su ser iba en aumento y su búsqueda cada vez era más en vano, escuchó un gritó ensordecedor que lo descolocó aún más.
― ¡Adalia! ― exclamó para sí y de inmediato voló devuelta a los cielos, trató de identificar desde arriba a alguien, pero por la espesa noche no logró ver nada.
Adoptó absoluta concentración poniendo así sus sentidos al límite y logró oír un sonido ininteligible que provenía del acantilado, sin dudarlo se dirigió hacia allí, pero en el trayecto fue emboscado de manera sorpresiva, aquello lo dejó conmocionado, no se imaginó en ningún momento toparse de nuevo con aquel individuo más que repugnante.
Los dos empezaron a forcejear a zarpazos en el cielo, hasta que ambos cayeron de lo alto en picada machacando sus cuerpos por las ramas de los árboles, aun lanzándose entre sí golpes furtivos que le permitieran lograr su fin común "el derribar al enemigo". En el momento en el que sus cuerpos impactaron en la tierra se separaron tomando un respiro y una nueva posición de defensa, uno frente a otro, se observaban atentos ante cualquier movimiento sorpresa, fue entonces que Gabriel pudo notar el anillo que este traía en una de las manos y la sangre comenzó arderle en las venas, al traer en la memoria todo lo que aquel individuo había hecho contra su hija y su amigo.
Sin pensarlo y dominado por el cólera, comenzó a caminar con grandes pasos hacia él, gritó lo más fuerte que pudo y con un solo golpe hizo que este envistiera por un árbol partiendo por la mitad el tronco del mismo.
El hombre quedó enfurecido, levantándose rápidamente del suelo en donde había quedado postrado se dirigió a Gabriel, amenazante.
―Primero un niño, ahora una niña― dijo con una voz gutural―, perdí una vez y no aceptaré una segunda derrota―recalcó, mientras alrededor de Gabriel iban apareciendo cuatro criaturas amorfas que llevaban cadena en las manos.
Sin poder evitarlo, el arcángel se encontró rodeado y en cuestión de un segundo envuelto en esas cadenas que vibraban a su alrededor como cobras hambrientas y que para su mala suerte estaban forjadas en el propio fuego del magma que rodea las agonías en el infierno, aquello fue letal, no había nada que pudiera hacer. Más allá de quemarle la piel prácticamente le robaba poder.
Fue azotado en sus manos y su espalda hasta quedar tendido en el suelo delante de aquel hombre maldito, que reía al oír sus gritos de dolor, sin fuerza levantó la vista en dirección al majestuoso cielo, para intentar apaciguar el ardor de sus heridas y no pudo evitar compararse con las estrellas que luchaban para que la luminiscencia del alba no opacara la débil luz que ellas desprendían, él sabía que si no hacía algo más que resistir también desaparecería como aquellas estrellas con la magnitud del sol.
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La Hija de Gabriel
FantasyMás allá de su imperio en el cielo, más allá de cumplir estoicamente toda orden encomendada a él. El arcángel más poderoso y amado por el salvador no comprendía la razón de tanto amor hacia el ser humano. De ahí su destierro, orden divina, siete pa...