Perdí a mi musa

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Perdí a mi musa

En una ocasión ella me dijo que los milagros se lo creían aquellos que en deidades no confiaban, y no aquellos que los promulgaban.

En una ocasión  le dije que yo era loba y que ella era mi luna. Una luna parcial y tardía, a veces roja y otras blanco marfil.

En una ocasión le dije que ella era mi musa. La luna era mi musa; ¿a quién le extrañaría entonces que solo viviera de noche?

Una loba sin su luna puede sobrevivir, mas no encontrará a quien aullar por la noche. Y así fue, la lobezna perdió una musa.

"¿Qué es una musa?" Preguntan los ateos, aquellos quienes no creen en la inspiración; aquellos que no creen en el soñar.

Una musa es alguien que te hace cambiar, pero no porque te obliguen, sino porque quieres ser alguien mejor para ellos.

¿Qué es un escritor, pintor o filósofo sin su musa? Son algo, existen y perduran. Pero no son creadores, permanecen inmóviles, pues no hay nada que les impulse a llenar el mundo con arte.

Así pues, ahí estaba la pequeña lobezna, trotando por un valle de rosas blancas. Blancas puras, que relucían con la luz de la mañana y se entristecieron con la llegada de la noche. ¿Dónde estaba su musa?

Blanco, blanco como esos afilados colmillos que ahora carecían de sentido. Lo que antes mostraba ferocidad se convirtió en un romántico titubeo, un salto de fe jamás ejecutado.

El rojo de mi pecho manchó ese valle. Una simple gota carmesí cambió esas delicadas flores que ahora eran elegantes amapolas.

En una ocasión me dijo que el presente no importaba, solo un futuro próximo en el que se marcharía. Y así fue, se marchó.

En una ocasión me dijo que ella me amaba. Una musa enamorada de su artista. ¡Triste tragedia que fue una historia inacabada!

No puedo ver tu sonrisa, no puedo ver tu cara, no puedo sentir tu aliento, no puedo escuchar tu voz. ¿Dónde está mi amada? La echo de menos, pero no en falta. Tengo camino, mas no acompañante. ¿Estás ahí?

Un cielo de cristal se tambalea sobre nosotros. Siempre y cuando esté encima estarás conmigo. Aunque se caiga a pedazos, tan solo podrá aumentar el rojo de mi pecho y tornar el valle de un color más abierto.

Así pues, perdí a mi musa. Sí, perdí a mi musa y también a un poeta.

Cartas de socorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora