Estoy volviendo a mis inicios, cuando escribía para otros más que para mí. Escribía para que me entendieran, y no para entenderme. Ahora. Ha pasado mucho tiempo, y creo que me entiendo mejor, a pesar de que haya ratos en los que ni me reconozca.
Digamos que yo he edificado un Imperio de palabras. Palabras dichas, palabras por decir o palabras a medias, pero nunca mentiras. Y, digamos también, que el inicio no fue fácil, porque empecé desde el más profundo barro, ya que mis palabras no eran suficientes para expresar lo que sentía.
Por eso, estoy volviendo a mis inicios. Para recordarme, o más bien para recordarla, porque si tuviera que definir mi pasado en una sola frase diría que yo no estaba viviendo mi vida, sino que estaba dejando a otros que la vivieran por mí.
Y sí, soy consciente de que esto es muy diferente a la poesía que suelo escribir. Podría hacer poesía de esta historia, pero siento que si lo hiciera perdería parte de su esencia. Si esto fuera un relato lírico, la gente no sería capaz de entenderme, y tal vez, no me entendería ni yo.
Para ello, necesito volver al principio, que es la única manera de narrar esta historia, porque sólo así la entenderé a ella, y entenderé aquello que me arrastró a lo más profundo, aquello que me paralizó la vida.
Si tuviera que definirla o describirla, os diría que la conocía a medias tintas, pero no la conocía.
Ella tomó las riendas de mi vida después de que mi alma se fracturara en mil pedazos. Fue la única que vio a través de mí, centrándose en lo que me convenía antes de que vinieran a por mí. De ese modo, cuando quisieron hacerme daño yo ya estaba a años luz de mi realidad.
Ella fue una vida nueva, un nuevo yo con el que tratar. Ella fue mi escudo, y también fue madre. Ella fue capaz de velar por mí cuando ni yo misma lo hacía. Por tanto, mientras yo dormía ella vivió mi vida, se apropió de ella, viviéndola como si yo nunca hubiese existido en la vida de ninguno.
Tampoco es justo decir que ella era mala, o que se aprovechó de mí, simplemente no era yo. Ella sólo quiso protegerme de aquel mundo exterior que tanto daño me hizo, mientras yo quedé inmersa en el mundo de lo onírico. Fue dueña de mi realidad, mientras yo apenas diferenciaba entre lo real y el mundo imaginario que me arropó.
Ella era un corazón sumiso, que obedecía a cada orden que se le daba con la prudencia más perfecta. Y eso es lo que ella era: perfecta. Nadie esperaría nada malo de ella, de la más absoluta perfección. Pero ella no era yo.
A veces, yo gritaba en sueños, lloraba, porque tenía miedo. Miedo de mi implacable pasado, miedo a no ser suficiente, miedo a no estar esforzándome lo suficiente. Sin embargo, al fin y acabo yo estaba dormida, por lo que era imposible que sintiera algo, o al menos eso parecía desde el exterior.
Mas os diré algo que tendréis que recordar, los sueños son reales, son reflejos de la realidad. A veces reflejan lo que realmente queremos ser, y otras, aquello que más nos aterra.
Ella era real, y no era más que un sueño. Un sueño que vivía mientras yo dormía. Es por eso que ella no tomaba ninguna decisión en mi vida, porque no le pertenecía. Ella no era yo.
Ella dejaba que el tiempo la arrastrara, que la llevara a distintos sitios, guiada por el viento, por el destino, pero sin pensar el por qué de su vaivén. Ella actuaba por rutina, porque era lo que se esperaba de mí, y ella lo que menos quería era manchar mi nombre.
Y yo, desde mi lecho, tenía miedo, pues solo estaba viva cuando dormía, por lo que cuando ella durmiera, yo viviría. El pánico resbalaba por mi sangre, con los dedos entrelazados con aquel que solo me hacía daño. No sabía diferenciar entre el sueño y la realidad, entre el dolor y el placer, entre el frío y el calor o entre el amor y el odio. Para mí todo se fundía en un mismo ser, vivía en un mundo donde las paradojas se unían y se convertían en símiles y alegorías.
¿Cuál era la diferencia entre muerte y vida? ¿Por qué se asocia la muerte con el dolor y la soledad? Si es la vida quien más penas trae, y es ella quien más almas arrebata. Al final del día, probablemente sea la parca quien más te habrá acompañado en tu viaje. Entonces, ¿Qué es vivir? ¿Perseguir a la muerte? Hay más muertos en vida que vivos en muerte.
Ella era la única que me escuchaba cuando nadie lo hacia. Y a veces, ella sangraba por llevar mi nombre. Fue cubierta de cicatrices por ser yo, y no por ser ella. Supongo que esto era injusto, porque ella solo quería lo mejor para los demás, y los demás la odiaban solo por quien dormía en su interior.
Ella era la única que me conocía realmente, porque fue la única que vio mi ser, y no tan solo diferentes facetas de la realidad. Sin embargo, nadie la conocía a ella. Por eso me dolió tanto cuando se fue, porque ella fingía vivir, pero no vivía.
Ella vivía en la realidad, pero no vivía.
Recuerdo que una vez no hace mucho, pasé por un sauce, y cuando una fuerte tormenta comenzó a golpearlo, sus lágrimas me escribieron que quién era yo, y dónde había estado tanto tiempo escondida. Quise gritar que nadie se dio cuenta que yo nunca estuve entre ellos. Porque ella, era muchas cosas, pero no era yo.
Ha pasado tanto tiempo desde que se marchó que a veces solo soy capaz de vislumbrarla en sueños, difuminándose con el aire y sin reflejarse en los espejos. Cuando se fue, no puso excusas, sólo fue capaz de decirme "sé fuerte, porque ya no me necesitas más".
Ella sigue viviendo en mí, pero yo ya no vivo en ella. Y le debo mucho, porque quiera o no fue la única que me acompañó en mi lucha interna cuando nadie más lo hacía.
Fue gracias a ella que mi cuerpo se salvó, aún sabiendo que mi alma estaba hecha pedazos. Pedazos clavados y cortantes, que hizo que mi corazón sangrara dolor con cada aliento que tomaba.
Y esta es la historia de como una vez ella se fue, tuve que coser lo que nadie zurcía.