Aprendí

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Aprendí que debo ser mi propio hogar. Que mi corazón va a tener muchos, muchísimos rasguños, pero que no va a romperse, sólo hay una sola persona que puede romperlo, y jamás debo darle el poder de hacerlo. Debo ser fría en orden de no ser corrompida de nuevo. No tengo miedo de vivir; no tengo miedo de morir. Mientras más sabés quién sos, más cerca estás de aceptarte, o tal vez no. Nadie es quién quiere ser, sino que están en un proceso de convertirse en quiénes realmente quieren/deben ser y tal vez, sólo tal vez, no estén contentos con el resultado.

Aprendí que si yo no puedo aceptarme, que si no cambio por mí, nada ocurriría. Nadie puede decirme cómo debo ser, cómo debo lucir, cómo debo vestirme, qué música debo escuchar. Yo tengo que ser yo por mí misma. No me importa lo que piensen de mí, y eso es algo muy real. Las personas pueden juzgarme, pero quien realmente sabe la verdad, soy yo.

Aprendí a aprovechar cada momento de felicidad que tenga, porque luego de ése, vienen muchos días malos que tal vez sean mis últimos. Aprendí que la culpa puede corroerme, la culpa siempre va a ser mía, pero yo sola puedo soltarla, dejarla ir. Aprendí que el dolor va a hacerme crecer por dentro, madurar y ser más sabia. Mis opciones pueden ser variadas, pero debo pensar lo mejor para mí primero, porque si yo no lo hago, nadie lo hará.

Aprendí que puedo perderme fácilmente. Mis caminos son dudosos, y la niebla los confunde. Las cosas no parecen ser como deben ser, pero yo soy la única que puede encontrarme, la única que puede salvarme.

Aprendí que aunque sepa todas estas cosas, mi vida siempre va a ser miserable, tal vez sean mis trastornos, tal vez sea la manera en que las cosas deban ser, pero siempre voy a volver a caer, cada vez más bajo, más profundo, cada vez duele más la caída.

Aprendí que el amor no debe ser mi refugio ni mi tormento, aprendí que eso sólo alimentaría mi depresión. Debo buscar mi salida sin apegarme a alguien, sin pensar que esa persona es todo mi cielo y mi pura vida.

Aprendí a buscar mi hogar por mi cuenta, sin pedir por instrucciones, sin pedir resguardo.

Aprendí a ser océano, a ser tormenta y a ser huracán. Aprendí a calmar mis aguas, a cazar tormentas, y a unirme a mis huracanes.

Aprendí que todo es temporal, incluso la felicidad puede acabarse de un segundo al otro (al menos en mí).

Mi vida antes de la recuperaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora