A L I S APaseé los ojos por los objetos de la habitación, a su vez que Frank se movía de un lado al otro, nervioso. Ajustaba y desajustaba el nudo de la corbata como si se ahogara, incluso perdí la cuenta de cuántas veces se quitó y se puso el traje, subía y bajaba las mangas de su camisa. Ya no sabía que rayos decirle para calmarlo.
-Frank ¿Puedes dejar de moverte como un puto gusano? Me estás desesperando -gruñí viendo como se pasaba las manos por el cabello, tirando de algunas hebras.
-Podrías darme ánimos ¿No crees? ¿Dónde quedó el apoyo familiar? -se quejó.
Me di la vuelta, ignorándolo y husmeando entre las cosas del despacho. Tomé un trofeo de un hombre en una pose extraña, lo puse boca abajo, tratando de encontrarle sentido pero me lo quitaron antes de poder verlo mejor.
-Nueva regla: No toques nada de valor -advirtió volviendo a dejar el trofeo en su lugar.
-Bien -me di la vuelta y cuando estaba por tomar un cuadro con un papel bonito, me tomó de los hombros y me dejó parada en el medio de la habitación.
-¿Sabes? Mejor no toques absolutamente nada -me señaló y alcé las manos a los lados de mi cabeza, rendida.
Nos encontrábamos en su despacho ya que dentro de unos minutos debía dar el anuncio de todos los años, que incluía la bienvenida a los nuevos alumnos. Y yo, como buena prima, debía darle ánimos... O al menos eso es lo que hacen las familias ¿No?
Me rasqué la cabeza, sin saber que hacer con exactitud.
Estaba encerrada en un despacho, sin poder tocar nada y eso me desesperaba. A lo largo de los años había estado encerrada en miles de lugares, creo que incluso me estaba convirtiendo en claustrofóbica, aunque no fuera admitirlo en voz alta nunca.
–Muy bien, ya es hora.
Frank abrió la puerta y salió del pequeño lugar conmigo pisándole los talones. Nos movimos por los pasillos. Él con la cabeza en alto, una sonrisa de blancos dientes y caminando como un rey, yo iba con las manos ocultas en mi chaqueta de cuero, la cabeza en alto y mi mejor cara de hija de puta para evitar que alguien se me acercara.
Mientras más avanzábamos hacia el gran salón, me preguntaba qué le veía de divertido mi primo a dirigir un montón de subnormales que vivían en fraternidades y asistían a clases para en un futuro contribuir en la sociedad.
Supongo que estaba de más aclarar que mi concepto de divertido era muy diferente al suyo. Para mi lo divertido era romper la ley; ir a carreras clandestinas, peleas ilegales, clubs nocturnos de mala muerte, y en el mejor de los casos huír de la policía. No estaba interesada en contribuir con la sociedad para que un montón de ricachones se llenaran los bolsillos con mi dinero.
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¡Adoptemos a la Rubia!| Resubiendo y Pausada
Teen Fiction*PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA: ADOPTEMOS «El mundo nos rompe a todos, más después, algunos se vuelven fuertes en los lugares rotos.» Alisa poseía un don para esconder los fantasmas que la perseguían cada vez que cerraba los ojos, e Ian buscaba algo c...