Capítulo 2

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Zeke

Leah se había esfumado como una sombra y me había dejado solo en la cocina sin una manta o una almohada donde descansar, eso sí que era desconsiderado, tomando en cuenta que era una especie de invitado, aunque la entendía un poco, hace sólo unas horas estaba a punto de ser asesinada. Recordé aquel artefacto y un segundo después mi cuchara se había transformado en una replica de aquel artefacto, comencé a caminar por el apartamento. Que afortunada había sido Leah al no usar sus conocimientos de curandera en su herida, aquel artefacto al sentir aquel poder producía un terrible choque eléctrico y consigo una muerte lenta y dolorosa. Había visto esas armas sólo una o dos veces en misiones en el extranjero, eran realmente raras y nuevas y hasta dónde sabía las habían creado laboratorios privados en secreto por lo que sólo algunas empresas multimillonarias las tenían. Sin pensarlo me vi en frente de la habitación donde se había escurrido Leah, regresé la cuchara a su forma original, mi mente se debatía si era una buena idea entrar puede que fuera indebido, pero tal vez ahí habría sabanas y almohadas de sobra, ¡oh qué diablos! Me acerqué al código dactilar para abrir la puerta, me concentré en su mecanismo y desconecte algunos cables, segundos después la puerta se deslizaba en silencio.

Me asombre al ver solamente una cama y un cubo que hacía de mesa de noche y lámpara, sobre él había un despertador holográfico y un control táctil con el que se controlaban todos los estantes y compuertas en las paredes. Definitivamente esté lugar era costoso, mi apartamento sólo tenía tres compuertas controladas por control y ella tenía en la sala, toda su habitación y sabe dios dónde más. Miré hacia la cama, se veía tan acolcho-nada, desee estar en mi cama tranquilamente y no allí como un niñero. Leah estaba dormida cubierta hasta el cuello con el cobertor, su rostro parecía el de una musa que exigía ser retratada por el mejor pintor del mundo, de seguro aquella pintura sería toda una obra de arte;  sus mechones de cabello negro  simulaban serpientes que se deslizaban con propiedad enmarcando el delicado rostro de Leah, se enroscaban peligrosamente sobre su cuello y se deslizaban por la almohada, definitivamente no dormiría cerca de su cabello. Una de sus manos sobresalía de la cama y señalaba sutilmente una de las compuertas, donde de seguro deberían estar toda clase de sabanas, cobertores, cojines y almohadas. Camine silenciosamente hasta el cubo y tome el control presione el número uno, de la pared frente a la cama salió un espejo de igual tamaño, miré a Leah esperando ver sus ojos furiosos, pero seguía dormida. Mire la pantalla del control podía ser cualquier número o peor aún una combinación de ellos. Presione otro número y apareció un estante a mi lado izquierdo, no era el que quería abrir sin embargo contenía lo que yo más añoraba en ese momento almohadas y sabanas, tome dos de cada una.

Volví a presionar el botón para cerrarlo, luego el número uno para regresar la pared tal y como estaba, salí lo más rápido que pude hasta llegar a la sala, mi felicidad se esfumó cuando a la mitad de la sala estaba un holograma con la hora, menos de un minuto antes de las doce, dejé las almohadas y sabanas en el sillón, cuando el reloj marcó las doce esté fue sustituido por dos hologramas, el de un hombre y una mujer perfectamente vestidos, aquella pareja con pómulos altos, piel pulcra y sonrisa perfecta que simulaban tener no más de treinta años, habían sido sometidos a cientos de operaciones y tratamientos para lucir jóvenes, sin embargo podría casi asegurar que tenían más de noventa años, aquel par era los encargados de vocear nuestro fin.

Me acerque hasta estar en medio de ellos, iniciaron como siempre con aquel discurso que tanto aborrecía, esté lo iniciaba la mujer diciendo "Buenos días queridos habitantes, como siempre es un placer saludarlos a primera hora del día para recordarles de los terribles ataques que nuestro gobierno y sus pobladores hemos combatido en los últimos años"- su rostro se cubría por un falso velo de enojo y pena, después miraba al hombre y él continuaba- "como saben una mutación genética a sido descubierta, el mundo lo ha llamado novogen, es sumamente peligroso ya que los individuos que portan con el, desarrollan características y habilidades sobrehumanas, sin agregar que su juicio es nulo"- adelante de los dos hologramas apareció un tercero, un arcan, sus ojos y boca ardían en llamas, en sus manos tenía dos bolas de fuego, alrededor de la habitación las llamas envolvían todo, la mujer siguió hablando de lo terrible que eran los arcans o como ellos nos habían bautizado: novogenes, pero a mí ya no me importaba eso, sino aquella escena holográfica, ya que con cada palabra que aquella mujer decía aparecían militares al rededor del arcan y las llamas se iban deteriorando hasta que el arcan terminaba en el suelo, de su boca sólo salía humo, todo su cuerpo estaba lleno de sangre y hollín. El hombre tomaba la palabra de nuevo, el arcan ahora sometido desaparecía junto con los militares-"...para seguir apoyando a nuestro hermoso país nosotros como ciudadanos debemos entregar a estos individuos al ejército y por su gran colaboración recibirán una recompensa."- La mujer sonríe y el hombre le cede la palabra -" Pues ahora sin más preámbulo les presentamos el tablero de novogenes. "- ambos desaparecían y en su lugar aparecía la tabla en  donde estaban los precios de nuestras cabezas, su diseño era simple: primero estaba la cantidad de dinero, luego el nombre del poder y después una descripción, hoy la lista era de aproximadamente veinte diferentes poderes y estaba encabezada por los camaleones, por los que se ofrecía una recompensa de ochocientos mil dólares, pero se ofrecía una recompensa aún mayor para aquellos poderes que no estuvieran registrados la cual era de un millón de dólares. Mi poder estaba en el cuarto lugar ofreciendo: seiscientos cincuenta mil dólares, ciertamente no sabía si sentirme superior u ofendido, los camaleones eran unos cobardes, bueno al menos la mayoría ¡y por ellos daban una suma mayor! podía entender que los humanos quisieran investigar a fondo su poder y utilizarlo para sus propios fines, pero igual nuestras vidas no valían ninguna suma de dinero. Mi celular sonó interrumpiendo mis pensamientos, contesté, era Aaron.
- Diga.-
-¿Alguna novedad, Zeke?-
- Ninguna, señor. -
- Leah...- su voz usualmente autoritaria se tornó dudosa.
- Está perfectamente, ahora está durmiendo, señor.-soltó un suspiro de alivio, no pude evitar sonreír.
- Perfecto, te llamaba por lo de mañana la maleta con el dispositivo llegará en unos minutos a su ubicación, es preciso indicarte que si algo sale mal...
-Nada saldrá mal, señor -Lo interrumpí.
- Zeke - respondió en tono de reprimenda.- si algo sale mal, escóndanse lo más lejos y seguro que puedan por lo menos por una semana.- hizo una pausa pensando sus siguientes palabras. - ¿Zeke tienes un lugar seguro?- preguntó.
- Uno a las afueras de la ciudad en el lado sur.- respondí, pensando en aquella cabaña a lado del bosque, había pensado mucho en dónde preferiría pasar el inicio de la guerra y esa cabaña era perfecta para recuperarme y después largarme a otro estado con la esperanza de que Aaron no me necesitará en batalla.
- De acuerdo, dile a Leah que se esconda en la casa del árbol en cuánto terminen, si tienes algún inconveniente para el trascurso a tu refugió te irás con ella, ¿te parece bien?- Aaron usualmente preguntaba por la opinión de los demás, pero al final no le importaba demasiado si no te parecía, él haría que te pareciera perfecto.
- Sí, señor.- Haría todo lo posible para que eso no pasara.
- Perfecto, comunícame si hay novedades o algún supuesto problema, me comunicaré contigo después del movimiento. - Después de estas palabras colgó.

Inmediatamente tocaron la puerta, camine hasta la entrada y abrí la puerta, afuera el pasillo estaba completamente silencioso y en el suelo estaba solamente la maleta, la tome y cerré la puerta. La puse sobre una mesilla y regrese a la sala, el holograma desaparecía lentamente y así seguiría hasta desaparecer completamente a las tres de la mañana.

Me recosté en el sillón y me cubrí con las sabanas, el cansancio me estaba venciendo, cerré mis ojos y me dedique a escuchar: en el apartamento sólo se escuchaba un ligero zumbido recordándole a sus habitantes que la electricidad y su barrera contra el novogen seguía viva y en las calles se escuchaban algunos gritos y uno que otro disparo, no cabía duda la cacería del día ya había iniciado nuevamente.

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