Leah
Desperté de mis pensamientos, la hora de marcharse se acercaba, habían pasado cuatro años desde la muerte de mi madre, mi hermana y su prometido; la guerra se decía acabada, pero aún nos perseguían y cada noche a las once en punto cambiaban el precio de nuestras cabezas por la televisión, la mía valía más de un millón puesto que aún no conocían mi poder, todo "mil caras" que fuera atrapado decidía morir con el poder con que lo habían capturado y eso me hacía ser más cuidadosa.El atardecer apareció frente a mis ojos, desee poder convertirme en pájaro y seguir al sol, pero cualquier ave volando fuera de un hábitat protegida era asesinada. Di unos pasos fuera del rincón donde había pasado horas, acomode mi gabardina negra y mi blusa gris para cubrir el cinturón de armas. Salí del callejón y seguí por la calle como una adolescente de camino a casa, la oscuridad no tardo en cubrirlo todo, aunque algunas farolas la desafiaban con sus débiles destellos, pero al acercarse más a la estación de trenes se rendían ante ella.
A dos cuadras de llegar a la estación escuche un sonido cortar el aire, saqué uno de los cuchillos de mi cintura y di media vuelta instintivamente, sentí un pinchazo en la espalda que se fue expandiendo a todo mi cuerpo, miré a mi alrededor buscando al culpable, la oscuridad era demasiada, corrí a otro callejón, extendí mi mano hacia mi espalda y toque el área que más me dolía, ahora mi ropa estaba húmeda y un cilindro fino la atravesaba, inhale profundamente, forcé la mandíbula y tiré del cilindro, me habían disparado una flecha, la estudie rápidamente parecía metal puro o tal vez sería de carbono. El dolor me estaba matando. Salí del callejón caminando lo más rápido que podía sin llamar la atención, me dolía como el infierno, rodee la estación y entré por la puerta de atrás, derretí la chapa para que no entraran por aquella puerta. Di algunos rodeos y cuando me sentí más segura entré a un armario con artículos de limpieza, moví un estante hasta dejar ver una alcantarilla o para conocedores la primera entrada para ver a Aaron, el hombre con suficiente dinero para comprar la Casa Blanca y hacer otra a su antojo, quite la tapa y me zambullí dentro, después puse la tapa de nuevo y con telequinesis acomode el estante donde estaba, el dolor se volvió insoportable y decidí tomar un atajo en vez de cruzar otras diez puertas, hice un agujero debajo de mi e intenté guiarme hasta donde la tierra se hizo más delgada, cuando eso paso me deshice de ella y caí de cuclillas directo en la oficina de Aaron sus pequeños ojos negros estaban detrás de unos cuadrados anteojos de lectura, su corpulento cuerpo ocupaba toda su silla movible, su postura algo encorvada. Deje escapar el aire que había contenido sin darme cuenta, mi cabeza daba vueltas sofocada.
- Llegas antes y sin siquiera tocar, niña.- dijo con su voz profunda y autoritaria.
- Ayuda.- fue lo único que salió de mi garganta, levanté la flecha ensangrentada frente a su cara, sus ojos se agrandaron.
- ¡Los trajiste hasta aquí!- gritó, mientras se movía pesadamente hacia a mí, negué con la cabeza.
- ¡Te siguieron niña!- me tomó las muñecas sin dejar de mirar la flecha.
- ¡No! Entré por atrás y luego tome un atajo.- dije las palabras tropezando una con otra, los pulmones me quemaban sin razón alguna.
- ¡Zeke!- grito, la puerta se abrió al instante, un joven alto, bien parecido enfundado en un traje negro entró, sus ojos oscuros me miraron sorprendidos.
- ¿la sacó de aquí?- preguntó confundido ante aquella escena.
- Estas loco, trae a Támara.- le ordenó, señalando fuera, me quitó la flecha y caí al suelo sin fuerzas para sostenerme. Támara entro su piel caucásica y ojos claros hacían juego con su vestido color crema hasta los tobillos. Al verme su rostro se preocupó y se acercó.
- Dios santo, perdiste mucha sangre Leah.- acarició mi mejilla, su otra mano se posó en mi herida, mi instinto cosquilleo y observe como su poder fluía hasta caer en su mano, pero se detuvo antes de que llegara a tocar mi cuerpo, gemí de dolor ante la espera. Su rostro se ensombreció.
- Papá, tráeme unas pinzas.- la voz cantarina de Támara había desaparecido y sido sustituida por una autoritaria, más parecida a la de Aaron, su padre. Me ayudó a quitarme la gabardina y subió mi blusa. Él se las dio y llamo de nuevo a Zeke.
Mientras Támara sacaba lo que fuese de mi espalda Zeke entró, Aaron le entregó la flecha y él la destruyo en fragmento con su poder, como lo había visto antes era metal, ningún chip o rastreador escondido. Támara sacó algo de mi espalda haciéndome apretar la mandíbula, se la dio a Aaron,quién se la pasó a Zeke, él hizo lo mismo que con la flecha sólo que esta sí que tenía mucho de interesante. El poder sanador de Támara cubrió mi herida, distrayéndome de Zeke. Di un suspiro de alivio cuando todo hubo terminado, los tres me miraban con preocupación, debía de haber prestado atención a lo que habían dicho mientras me sanaban, Aaron miró a su hija y a Zeke, ellos asintieron y abandonaron la habitación. Yo acomodé mi blusa en su lugar y doble mi gabardina que ahora estaba arruinada por la sangre y el pequeño hoyo.
- Leah, alguien está intentando matarte.- lo había dicho con cuidado, pero su voz había llenado las paredes.
- No es la primera vez.- le resté importancia.
- Pero es en la que han llegado más lejos- rodee los ojos - podías haber muerto desangrada o usando tu herencia o inclusive por otra flecha mejor acertada.- sus cejas se juntaron y sus labios se transformaron en una línea recta.
- Pero no lo hice, estoy bien.- levanté ambas manos para hacer énfasis en mis palabras.
- Estas bien por Támara- aclaró- Leah hay muchas cosas que puedes hacer, pero no puedes sanarte y lo has demostrado.- su voz ahora era cansada.
- Puedo cuidarme sola, lo he hecho.- lo interrumpí antes de que siguiera, sus palabras me habían provocado un nudo en el estómago.
- ¿Cómo hoy?- preguntó sarcástico.
- Como todos los demás días de mi vida- lo miré fijamente- Vine por el trabajo y por algo de ayuda, no para que me dieras un sermón como si fueras mi padre.- lo mire molesta.
- No seré tu padre, pero te quiero como una hija y sabes que Támara te aprecia demasiado, si te pasara algo no sé qué haríamos.- su voz se relajó y pude ver un poco de ese padre amoroso del que tanto hablaba Támara.
- No creo que sea indicado darte el trabajo, podrías exponerte demasiado al igual que poner en peligro la operación.- continuó.
- Yo decidiré eso.- Aaron suspiro y llamo de nuevo a Zeke. Él entro, cerró la puerta tras él y espero nuevas órdenes.
- El trabajo consiste en llevar esta maleta - sacó una maleta pequeña de un cajón detrás de él- a la plaza Lyons ¿la conoces?- pregunto.
- Claro, es la plaza del centro.- respondí cruzándome de brazos.
- Entonces ubicarás el monumento que está justo en medio.- asentí - ahí encontrarás una maleta idéntica a esta, las cambiarás y luego saldrás de allí lo más rápido que puedas.-
- No le veo lo complicado, podrías mandar a cualquiera.- dije levantando una ceja.
- ¿Aceptas?- pregunto el viejo Aaron.
- Claro.- me encogí de hombros, sería el dinero más fácil que había conseguido en años.
- Muy bien, llevarás a Zeke, él hará los últimos.-
- No, trabajo sola.- lo interrumpí. Me miro un segundo y siguió hablando.
- Él hará los últimos arreglos a esta lindura mientras tomas la otra maleta- me miró a los ojos - y saldrán antes de que puedan notarlo.
- Dije que no.- mi voz firme.
- Ya aceptaste, no puedes cambiar de opinión.- todo rastro del supuesto cariño que me tenía desapareció.
- No lo necesito, es un herrero, puedo hacer lo mismo que él.- mi voz subió una milésima.
- Lo que debe hacer es confidencial.- su postura cambió, lo estaba desesperando y Zeke también lo notó porque se movió incómodo.
- Espera, me quieres como una hija, pero no me dices cosas "confidenciales"- le respondí con dolor fingido.
- Leah...- la puerta se abrió, Támara asomó la cabeza y entro con su bebé en brazos, todos la miramos.
- ¿Está todo bien?- preguntó mientras entraba a la oficina y cerraba la puerta.
- Por supuesto.- le contestó Aaron con una sonrisa. Claro, si le ocultaba algunas cosas a Támara era obvio que lo haría conmigo.
- Leah, aceptaste el trabajo, sabes que puede ser de los trabajos más simples que te he dado, sólo te pido que lo hagas con Zeke y ambos tendrán recompensa.- continuo el viejo un poco más calmado.
- Aún no me has dicho exactamente qué debo hacer ni su finalidad o que tan peligroso es eso.- dije hundiéndome en el asiento.
- Habrá tres cambios, ustedes serán los últimos, el anterior a ustedes será un velocista y el primero será un humano corriente, la primera será una familia que olvida una de sus tantas maletas, la segunda una mujer esperando a su esposo que en el reencuentro toma la maleta de la familia y la última... una pareja joven que se llevan la maleta equivocada.- Zeke y yo levantamos la mirada desubicados, intenté ponerme de pie, pero Aaron uso su poder y me pegó a la silla.
- Los cambios no deben notarse al igual que sus rostros. Usen sombrero, gorra, lo que les sea más cómodo. Después de esto tendrán que desaparecer durante unos días.-
- Disculpe señor, pero eso no era lo acordado.- Zeke intentó sonar calmado, pero no lo logró.
- No lo llevaré y no fingiré ser su pareja ni por el doble del dinero.- dije luchando contra su poder.
- No seas duro con el chico.- dijo Aaron.
- Disculpe pero, yo puedo hacer el trabajo solo y ella también ¿por qué hacerlo juntos?- Zeke estaba furioso y se marcharía en segundos si seguíamos hablando de él como si no estuviera presente. Mire sus zapatos bien boleados y ahí estaba el poder de Aaron pegándolo al suelo impidiendo su huida.
- Chicos por favor, sólo será por unos minutos.- habló Támara, quien había estado paseando silenciosamente con el bebé.
- De acuerdo.- dijimos al unísono, fastidiados. Mire a Aaron esperando a que detuviera su telequinesis.
- Una cosa más -continuo Aaron mientas paseaba su mirada de Zeke a mí y de regreso - Zeke será tu guardaespaldas de tiempo completo durante unas semanas, el incidente de hoy no puede pasar desapercibido.- lo mire más molesta todavía y me dirigí a Támara.
- Eso no será sólo unos minutos Tami.- ella me miro en forma de disculpa.
- Por tu seguridad ¿sí?- me dedicó una pequeña sonrisa. Estaba irritada a más no poder, pero si me negaba solamente conseguiría alargar lo inevitable. Asentí mientras masajeaba mi frente con una mano. Támara sonrió y Aaron nos soltó a ambos.
- Bien, aquí está un adelanto- me tendió un sobre y otro a Zeke - La maleta se las haré llegar a primera hora de la mañana, te llamaré en unas horas para saber a dónde mandarlo- dijo mirando a Zeke, quien asintió - Tu trabajo como guardaespaldas comienza ahora Zeke, así que acompáñala y salgan por la puerta de servicio.- me puse de pie disponiendo a marcharme con mi niñero.
- Leah, trata de ser agradable con él.- se despidió Aaron.
- Como sea.- Mire a Zeke que estaba justo en frente, no se molestó en mirarme sólo abrió la puerta y me dejo pasar. Me dirigí hacía la sala de espera, pero me detuve, no sabía dónde estaba la puerta de servicio, di media vuelta. Zeke hizo una reverencia exagerada hacia una puerta cerca de la oficina de Aaron. Él la abrió y entró sin mirar atrás, lo seguí sin saber que más podía hacer.

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Arcans
Science FictionEl mundo que conocíamos desapareció y fue sustituido por uno en el que la unidad y la fraternidad sólo eran palabras escupidas en terribles discursos de guerra, la violencia era fomentada en cada momento que se podía, la confianza se había quedado a...