Capítulo 4

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Zeke
En cuanto Leah entró a su habitación salí de la mía, las últimas dos balas que había intentado detener eran diferentes tenían un dispositivo parecido al que le habían disparado a Leah unas horas antes, sólo que esté era contra herreros, mi estómago se sentía fatal y me sentía tan débil. Me quité los shorts y busqué un pantalón y los zapatos. Salí lo más rápido que pude del edificio tome mi motocicleta y me dirigí a casa de Tamara, una casita modesta cerca del río que para mí mala suerte estaba lejos de dónde yo estaba. Tomé mi celular y marqué su número, contestó al tercer timbre.
- ¿Zeke?- contestó Mara somnolienta.
- Disculpa por despertarte, pero pasó algo, voy para tu casa.-
- ¿Leah está bien?- preguntó asustada.
- Sí, está durmiendo, pero...yo no.-
- ¿Cariño, qué te pasó! - estaba alarmada.
- Te cuento cuando llegué allá, sólo no le digas a tu padre.- Le respondí imaginándome la reprimenda que me daría. Acelere.
- Tranquilo no le diré nada, sólo ten cuidado.-me respondió.
- Sí. - Colgué, el motor ya no daba para más, mis pulmones quemaban. Sólo diez calles más, me dije. Una tos me invadió y mi boca se inundó de un sabor amargo y metálico, sangre.
Siete calles.
Cinco calles.
Una calle.
En cuanto llegue pare la motocicleta y salí trastabillando tirando conmigo la moto, caí al suelo después de unos pasos, de pronto el mundo daba vueltas y desaparecía tras destellos de luz, me arrastre al no tener las fuerzas para levantarme, la puerta se abrió y Eric, el esposo de Mara, salió corriendo, detrás de él salió Mara.
- ¡Zeke!- gritó asustada. Eric me levantó y arrastró hasta la entrada, me tiré en el suelo ya que su sillón era muy pequeño. Los ojos de Mara brillaban como estrellas, lágrimas emanaban de ellos y resbalan por su rostro, lamente ver aquella expresión.
- Zeke, que te hicieron...- su voz se quebró, me rompió el corazón verla así, levante una de mis manos para limpiar sus lágrimas, pero solo logre retorcer mi brazo unos cuantos centímetros en el aire. Sus manos estaban sobre mi pecho sus ojos cerrados, su cara pasaba por diversas emociones desde concentración hasta dolor. Dolor. Esa era la única palabra que describía lo que sentía, mis pulmones ardían, mis músculos se contraían y relajaban compulsivamente, mi garganta estaba cerrándose impidiéndome respirar, mi cabeza ¡oh diablos como me dolía mi cabeza!
Podía imaginar cómo me veía desde la herencia de Mara, tal vez parecía un semáforo en rojo con todas ésas señales de peligro y alerta o como un foco a punto de fundirse con una luz tan tenue y a punto de extinguirse, al borde de la muerte.
Ahora que lo pensaba Mara había sido mi primer amor parecía tan poético morir en sus brazos, aunque claro ninguno de los dos nos queríamos como entonces, podría decir que nos queríamos más ahora, pero nunca como una pareja ese lugar estaba era solamente para Eric. De pronto me di cuenta de que me había olvidado de dónde estaba y me sorprendí al ver a Mara delante de mí.
-¡Eric trae a Hanna, necesito ayuda!- su voz cantarina se había esfumado ahora parecía más la voz autoritaria de Aaron, me pareció tan lejana y nebulosa como si la distancia se alargara entre nosotros, tal vez lo hacía, tal vez la muerte ya me tenía entre sus manos como aquellos a los que intente salvar y perecieron en las manos del enemigo. El dolor aumentó, sangre emanó de mi boca en grandes cantidades, impidiendo que pudiera respirar por completo. Mi vista se desenfoco y se fue nublando hasta no quedar nada, ahora era presa del pánico y de mi imaginación; vi a mi familia, mis antiguos amigos, caras tan conocidas y desconocidas que había visto a lo largo de toda mi vida, pensé en todo lo que dejaba y recordé a Leah durmiendo con aquellos cabellos de medusa y aquella belleza cruda, con ese último rostro me deje llevar. Y como un foco a punto de fundirse, al fin la luz se desvaneció.
***
Peter y Tim

Peter bajó por la alcantarilla hasta caer en aguas subterráneas, segundos después bajó su hermano, quien respiraba con dificultad. La tapa del alcantarillado se cerró provocando que ambos saltaran de miedo.
-¡Tim! ¡Tim! ¡Tu herida, no debe tocar el agua! ¿Dónde estás! ¡No te veo!- gritaba el mayor, paranoico.
- ¡Peter, estoy bien! ¡Mira!.- le dijo Tim intentando calmar a Peter, Tim busco a tientas a su hermano hasta que lo agarró de su camisa.
- ¡Tim, sí que eres tonto! ¿Cómo voy a ver tu pierna si está todo oscuro!- contestó Peter.
- Peter, no me gusta la oscuridad.-dijo olvidándose de los miedos que lo esperaban arriba en la superficie, el niño se a cerco más a su hermano, Peter no dijo nada, a él tampoco le gustaba demasiado la oscuridad.  De pronto Tim soltó un grito y comenzó a mover los pies asustado haciendo un gran chapoteo.  -¡¿Qué pasa!?- preguntó Peter. Un disparo los sobresaltó a ambos y el grito que vino después hizo que ambos corrieran y gritarán aterrados, lo suficientemente fuerte como para opacar el siguiente disparo.
Peter se detuvo unos momentos después jalando a su hermano para que lo imitará.
- ¡Espera, a dónde vamos?- preguntó Peter intentando ver entre las tinieblas.
-¿Peter, aquí hay ratas?- preguntó sin dejar de dar pequeños saltos e ignorando la pregunta que había hecho su hermano.
- Sí ¿Por qué?-
- Porque creo que tengo una en mi bolsillo.- dijo en un susurro lleno de miedo, su hermano notó que estaba al borde de las lágrimas. Peter suspiró aliviado, se había imaginado que su hermano tal vez había visto algún cocodrilo en aquellas aguas,  se preguntó por un segundo si ahí habría cocodrilos o pirañas, pero de inmediato sacó esa idea de sus pensamientos. Miró a donde creía que estaba su hermano, no podía ver nada y así no podía ayudar a Tim. Un recuerdo asalto su mente.
- Tim, enciende la luz del reloj que papá te dio.- al decir esto Peter encendió la luz de su propio reloj. Al hacerlo pudo ver la cara aterrada de su hermano, a pesar de esto le tranquilizó poder verlo.
- Peter...
- Sí.-
- Olvidé mi reloj en el cuarto...- su voz seguía siendo un susurro asustadizo.
- ¡TIM! - Peter gruñó molesto - ¡Papá dijo que nunca te lo quitaras!-
- ¡Perdón!- sus ojos se llenaron de lágrimas.
- Ya no importa, tranquilo te quitaré esa molesta rata.- apuntó la luz al bolsillo de Tim, no había nada.
-Tim...- comenzó Peter.
- Está adentro.- se adelantó Tim, moviendo su pierna insistentemente.
-  Ok, abre tu bolsillo y yo la sacaré.- Tim asintió y ambos llenaron sus pulmones de aire pútrido. Tim abrió su bolsillo del pantalón, las manos le temblaban, pero nada salió de el. Peter se  obligó a acercarse y meter la mano al bolsillo, al hacerlo no sintió pelaje o dientes pequeños mordiendo sus dedos sino algo frío y metálico, como una tarjeta de metal puro, la sacó del bolsillo y la puso contra la luz del reloj.
- Eso es...- comenzó Tim.
- ¡Es un mapa! - gritó Peter feliz. Abrazó a su hermano y dio un brinco de alegría.
-¿Seguro?- preguntó Tim desconfiado.
- Sí, mira aquí fue por donde entramos y si seguimos esté camino - deslizó su dedo por el camino que marcaba el pedazo de metal.- llegaremos a un lugar seguro.
- ¡Será como búsqueda del tesoro! - dijo Tim emocionado, volvió a mirar el mapa y su sonrisa se borró.- ¿Peter, por qué está cambiando el color del metal?
-¿Qué?- Peter miró el mapa y se sobresaltó al ver lo rápido que se oxidaba- ¡Se está oxidando! -
- ¿Cómo las frutas?- preguntó Tim sin entender nada.
- Sí, como las frutas, pero mucho más rápido.- dijo alarmado Peter, el mapa comenzó a retorcerse.
- ¿Por qué?- miraba asombrado al trozo de metal.
- No sé, tal vez lo rompimos.- a Peter se le hizo un nudo en el estómago.
-¿ Y si se está muriendo?- preguntó Tim. Él no tenía idea de lo acertado que era su comentario pues al otro lado de la ciudad Zeke luchaba en vano por su vida y si el moría se irían con él todas sus piezas de metal.
- No lo sé Tim, pero tenemos que recordar lo que dice el mapa antes de que se haga pedazos.- miró a su hermano con desesperación y miedo, no sabía en dónde estaba y tampoco a dónde iba y su única salvación se estaba yendo justo en sus manos. La cara de Tim se iluminó.
- ¡Tómale una foto con el reloj!- dijo tomando el mapa y colocándolo justo en frente del reloj.- ¡Vamos!- gritó.
Ambos niños gritaban a mitad de la oscuridad, ignorando por completo lo que sucedía en la superficie y lo que les esperaba.

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