Margarita
XXV
Diez días después, Margarita entró en Ezeiza. Su vuelo estaba próximo a partir. No había tenido noticias del poeta y sabía que no las tendría. Había tenido tiempo para reflexionar y sabía que estaba haciendo lo correcto. Él era demasiado cobarde como para luchar en serio por ella. Prefería la perfección de cualquier amor idealizado a tener que esforzarse por hacer que una relación real funcionara. El muy idiota hasta sería capaz de inspirarse en ella para escribir los más tristes poemas de desamor. Comesaña estaría contento, las historias trágicas harían aumentar sus ingresos todavía más.
Decidida a no llorar, se sentó en un banco a pensar más que a esperar. Al avión, por supuesto. No a Mefistófeles, que fue quien apareció.
Por primera vez, ella no se intranquilizó. Permaneció en su lugar, con la cabeza ligeramente inclinada hacia él, para poder verle la cara. Estaba seria, casi solemne. Dueña de sí misma y de la situación.
Él, pícaro pero algo nervioso, le pidió la contestación que ella nunca le había dado.
–La respuesta sigue siendo "no". Podés hechizarme, engañarme para que vuelva a comer granada o esclavizar mi cuerpo. Pero así robases mi alma, jamás te pertenecerá porque no te la entregué yo libremente, sin ataduras ni condiciones.
Margarita se levantó, tomó sus valijas y caminó con la gracia de una reina hacia las escaleras mecánicas. Ni hombre ni Demonio, no necesitaba una pareja para sentirse completa. Se tenía a sí misma y eso era suficiente.
El Diablo mantuvo la cabeza baja. No tenía sentido preguntarse si en una circunstancia diferente, tal vez en otra vida, ella habría tomado una decisión distinta. Quiso retenerla pero le faltaron las palabras a este sofista por excelencia.
Margarita había elegido.
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el Poeta, el Diablo y Margarita
RomanceEn la cotidianeidad del Buenos Aires de 2002 sucede un hecho extraordinario: el poeta conoce a Margarita y se declara dispuesto a todo con tal de conquistar su amor... Con la cercanía de Marte a nuestro planeta, el Diablo aprovecha para meter la col...