Capítulo Cuatro

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Agonía #4
Bulimia.

Diario en mano, chaqueta puesta y mucho frío. Así me dirijo a aquella casa de aspecto hogareño. Repito lo que parece ser mi ritual y escucho atentamente:

"Estaba sentada en el comedor con mis padres, comíamos pescado acompañado con ensalada.
Desde hace un tiempo yo había enfermado, estaba preocupada por mi peso y por lo que mis compañeros dirían de éste. Era gorda. Después de un tiempo además de gorda también tenía anorexia, mis padres se dieron cuenta y sin esperar más me llevaron al doctor, hace unos meses que habíamos empezado con las terapias, que consistían en comer mejor y no ir a vomitar luego de hacerlo. Estaba funcionando, mis padres me motivaban diciéndome que poco a poco iba recuperando mi peso normal, y estaba feliz de mejorar pero no de volver a engordar.

Ése día me sentía tan ansiosa como antes, cuando todo esto había empezado. Sentía como mi cuerpo y mi mente me reclamaban el haber comido como un cerdo. El lavabo gritaba mi nombre y suplicaba que devolviera todo lo ingerido. Me aferré a la mesa clavando mis uñas en la madera, estaba cediendo y no quería hacerlo, pero el impulso era más fuerte. Me disculpé con mis padres diciendo que había terminado y que me sentía cansada, que iría a dormir. Lleve mi plato al fregador y fingí un bostezo.
No quería que sospecharan.

Subí hasta mi habitación y me adentre en el baño, cerré la puerta y me recosté en ésta hasta que mi cuerpo toco el suelo. Trataba de controlar la ansiedad, no quería una recaída.
Pasé veinte minutos intentándolo.
Temerosa, me acerqué al escusado y sin pensarlo metí un dedo en mi boca hasta llegar a mi garganta provocándome arcada tras arcada, para después expulsar la comida.

Lágrimas brotaban de mis ojos y recorrían mi rostro al ver lo que había hecho y al pensar en lo que eso provocaría.

Yo no quería. No quería defraudar a mis padres, al doctor, a la vida, pero lo más importante era que no quería defraudarme a mi misma. Sin embargo lo había hecho y estaba segura de que no quería provocarme ese sentimiento de nuevo. Por lo que bajé las escaleras corriendo con las lágrimas aún adornando mi rostro.

Estaba furiosa, aterrada. Me sentía débil.

Entre sollozos expliqué lo hecho anteriormente y vi las expresiones de mis padres, pánico, tristeza, decepción. Eran tantos sentimientos que no podía identificarlos todos.

Ésta vez la anorexia había ganado, sí, pero no lo haría de nuevo, no lo permitiría. Quería salir adelante más de lo que quería acercarme de nuevo al inodoro.

Sabía que no sería fácil, pero lo intentaría, también mejoraría en mi autoestima. Ya había tenido suficiente de rechazos. A la gente no tenía porqué importarle mi peso, era mi cuerpo.

Algo en mi mente me decía que lo lograría, que saldría de esto a pesar de las dificultades pues estaba más que dispuesta a hacerlo.

Mis padres limpiaron el desastre del baño, me había ofrecido pero me dijeron que debería descansar y mi mamá se aseguró de que ésta vez fuera cierto.

Después de unos meses y unas cuantas terapias, me sentía mejor. Había veces en las que el impulso casi me vencía, pero lograba distraerme con mis padres o con mis amigas, no era fácil, pero yo aún sentía esa determinación en mi pecho. Era ese sentimiento el que no me dejaba caer en tentaciones.

Me estaba esforzando mucho y poco a poco veía los resultados de mi arduo trabajo.

Algo en mi había cambiado y así logre salir de la anorexia, comía saludable, hacía ejercicio moderado, me hidrataba y todo iba bien.

Ahora las ganas de vomitar sólo venían como recuerdos, unos muy malos, pero ya no sentía la ansiedad creciendo en mi pecho para después no irse.

Lo había logrado, retomaba mi vida. Un día al verme en el espejo, acepté que no era gorda tampoco era modelo y eso estaba bien. En los meses que tomaba las terapias me di cuenta de que amaba la comida.

Había sido tan tonta, pero no me arrepentía de nada por que a pesar de que mi enfermedad se sintió como un infierno, había sido parte de mi historia y había hecho diferente mi forma de pensar.

Esa era mi batalla, era la guerra que yo había ganado y estaba orgullosa de eso."

Me alejó de aquella cálida casa pensando en esa chica que es sin duda un claro ejemplo de que podemos lograrlo.

Yo sufro ésta agonía con quienes ya lo han hecho. Con quienes ya han sufrido.
Por favor, que la gente abra los ojos.
Ojalá esto sirva de algo.

Con dolor, Russell Adams.

Hola de nuevo.

Quería decirles que éste capitulo fue especial para mí, no por que me haya pasado algo parecido, de hecho ni siquiera conozco a alguien que haya pasado por esto, pero el tema me llego, al igual que la canción en multimedia, eso es todo. Espero que lo hayan disfrutado.

Nos leemos pronto.
Ximena LA.

Agonías de un adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora