Agonía #8
Asesinato.Por alguna razón, camino de noche en busca de ésta agonía, suelo hacerlo en la tarde o en el día, pero hoy no pude.
Estando frente a esa persona, escucho atentamente:"Era de noche, había salido con un chico de mi instituto, Mauricio.
Después de despedirnos, bajé de su auto y caminé hasta la entrada de mi casa, volteé y me despidió con la mano antes de arrancar. Suspiré.
Entré a casa, deseando no escuchar los gritos que producían mis padres cuando peleaban. No había ni un ruido.Las peleas se habían vuelto muy constantes en ese mes, sin embargo los dos se amaban demasiado, y luego de una intensa sesión de palabras altisonantes acababan disculpándose.
Con la paz reinando en el ambiente, subí a mi habitación a descansar.
Me arrojé a la cama y cerré los ojos esperando que el sueño llegara, pero no sucedió. Estaba tan cansada que me quedé en la misma posición con mis ojos aún cerrados, y decidí que a falta de sueño, lo mejor sería pensar en Mauricio. Así estuve durante un rato, al menos hasta que comenzó una nueva pelea.Las cosas que gritaban se escuchaban hasta mi habitación, haciéndome perder la cordura. Me concentré en los lindos hoyuelos del chico con el que salí, para bloquear todo lo demás.
Un rato más tarde, la pelea aún continuaba. Un nuevo récord, ya que habían estado así durante una hora y media. Y a como yo lo veía, duraría mucho más.
Así fue, pasaron tres horas, ellos seguían en las mismas. Bajé dispuesta a pedirles que pararan, tenían una hija a la cual no dejaban dormir y que debía ir a la escuela al día siguiente.
Al llegar la último escalón, escuché a mi padre gritar:
- ¡¡Eres una maldita zorra!! - jadeé pero ellos no me escucharon.
La reacción de mi madre fue tan instantánea que ni yo ni mi papá lo esperábamos. Le dio una cachetada.
Eso lo enfureció mucho más. Tanto que se la devolvió.«Muévete, ahora» «Haz algo» pensaba para mí. Pero no podía, mi cuerpo estaba paralizado mientras mis ojos presenciaban la peor de las escenas.
Lo que fue una cachetada, se convirtió en dos, luego tres y después fueron puñetazos, patadas y más gritos, unos de dolor y otros de rabia.
Ojalá mis ojos se hubieran llenado de lágrimas para que me impidieran la vista, pero no. Lo vi todo, cada segundo y no hice nada.
Él puso sus manos alrededor del cuello de ella, asfixiándola, mientras ésta intentaba sacárselo de encima. Mi mente estaba en blanco, de alguna manera estaba consciente de lo que sucedía pero no hacía nada por impedirlo, mi cerebro se encontraba en trance, uno que me impedía defenderla.
Así que, de pie en el último peldaño de las escaleras, vi como el alma de la persona que me dio la vida abandonaba su cuerpo, siendo el causante mi padre quien había jurado que la amaría por el resto de su vida y que jamás haría algo para lastimarla, las personas mienten.
A cada segundo que pasaba los brazos de mi mamá caían a sus lados y sus ojos se cerraban, intentaba tomar aunque fuera una bocanada de aire, sin conseguir nada más que muerte. Entonces se cansó de luchar, quizá de vivir. Como pudo, volteó a verme y me sonrió. Sólo así, mis ojos se inundaron, con la última expresión de mi amada madre en ellos.
Por fin pude moverme, corrí hasta la sala y con toda la fuerza que tenía empuje a la persona que seguía sobre el cuerpo de ella. Esa persona ya no era mi padre. No más.
Con cuidado, tome su cabeza y bese su frente. Lloré, sollocé, grité y le pedí mil veces perdón, sabiendo que ya de nada serviría.
La policía llegó, él les había llamado. Pero ya no se encontraba aquí, me separaron de su cuerpo y comenzaron a hacerme preguntas. No respondí, no hablaría, sólo yo sería testigo de lo sucedido esa noche, sólo yo sería dueña del recuerdo de ella sonriéndome en despedida. Yo y la persona que había huido de la policía, como el cobarde que era.
Una semana, un mes, un año. El tiempo pasó y yo jamás volví a hablar."
- Eres la primer persona en tres años que escucha mi voz. Y no te atrevas a juzgarme. - dice secando sus lágrimas.
- No lo haré. Todos tienen su propia forma de lidiar con el dolor y los recuerdos, esa es la tuya y merece ser respetada al igual que las otras - la tranquilizo.
- Luego de esto volveré a ser la chica que no habla. Las acciones de mi padre no tienen justificación, no debió jugar a ser Dios. Sin embargo no le deseo nada malo. - me aclara.
Yo sufro ésta agonía con quienes ya lo han hecho. Con quienes ya han sufrido.
Por favor, que la gente abra los ojos.
Ojalá esto sirva de algo.Con dolor, Russell Adams.
Hola de nuevo.
Otra cosa para confesar, éste fue el último capítulo, pero esperen que todavía queda el epílogo. Ha sido increíble, todo esto. Me la pase genial y pues espero que ustedes igual.
Me despido.
Nos leemos pronto. ♥
Ximena LA.
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Agonías de un adolescente
Short StoryRussell Adams es un chico con problemas personales que el no considera fuera de lo común comparado con los de otros. Él es un chico que está dispuesto a escuchar y le preocupa el hecho de que los demás parecen sólo querer hablar. Su filosofía de v...