Prólogo

1.8K 218 27
                                    


Periodo Edo, siglo XVII después de Cristo.

La única luz que se iluminaba la oscura noche era el gran castillo en la cima del monte más alto. La música se oía por el lugar, invitando a todos los oyentes a bailarla. Una joven geisha movía su kasa al ritmo de las notas que su compañera creaba con el shakuhachi.

Un joven de cabellos negros y oscuros ojos se encontraba sentado el yagura más alto del castillo, observando cada rincón del pequeño pueblo en las faldas del monte, mientras sus compañeros se divertían con la presencia de las damas.

Sus hebras eran revueltas por el frío viento nocturno, logrando un efecto fantasmal en su figura. Su misión había llegado a temprana hora esa mañana, en un pergamino viejo a manos de uno de los mensajeros del príncipe auto nombrado.

La instrucción era clara, precisa y demandante.

Introducirse en los terrenos de Edo, ser reclutado por el ejército e informar de cada movimiento que se hiciera.

El mensajero murmuró débilmente que un caballo sería enviado durante la fiesta para que partiera aquella misma noche.

Antes de marchar al lugar encomendado, visitó su hogar, dejando una bella flor de sakura junto la cama de su madre y un pergamino con un solo cuatro líneas escritas entre las mantas de su hermana mayor.

くノ一

Kunoichi.

Fue lo último que se supo de aquel joven de porcelana y tersa tez.


Viktor cerró el libro por tercera vez esa noche, con ojos cansados de tanto buscar algún detalle que hubiese pasado por alto, sin embargo, estaba igual que al principio. Sin idea de nada.

Intentó con otros libros de su biblioteca, obteniendo los mismos resultados una y otra vez. Papeles sueltos revueltos adornaban el piso, impidiendo el correcto tránsito. Su mascota descansaba sobre una pila de archivos apilados cerca de la calefacción.

Con frustración, analizó la foto abierta en su computadora, mientras su celular sonaba insistentemente. Una estatua oscurecida por el paso del tiempo en un castillo olvidado.

El ninja solitario, rezaba bajo la imagen.

Su rostro de facciones finas y un poco angulosas, vestido con un traje compuesto por una chaqueta muy similar usadas en el judō o karate, pero sin lazos o cordones, junto a unos pantalones parecidos a los de los samurái, junto a su tabi y su waraji, pero este no utilizaba la típica cogulla.

Tal vez estaba en su trabajo de infiltrarse en una casa samurái.

Su vida era interesante, sin embargo, no había muchos datos sobre el mítico joven. Sus colegas estaban cansados de que el joven de blanquecinos cabellos allanara sus casas en busca de información.

El único que lo soportaba aún era un hombre ya mayor, con una breve historia con aquel joven. Amaba contar su anécdota y Viktor era el único dispuesto a escucharla miles de veces.

"Mi antepasado le salvó la vida, apelando por su vida cuando un grupo de guardias lo descubrió. En agradecimiento, le dio dos shuriken, diciendo que eran sus pertenencias más preciadas. Mi antepasado las recibió y prometió cuidarlas para siempre. Han pasado de generación en generación, y ahora las tengo yo, pero mi hijo no las quiere y reclama que solo son trastes viejos que pueden dañar a mi nieto. Han perdido un poco el filo, pero no por eso dejan de ser valiosas, además de una representación de agradecimiento y promesa".

NinjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora