Imparable

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Verlo de tan cerca, a menos de dos metros de sí mismo, estaba afectándole de una manera que no podía describir.

Sentía su corazón querer salirse del pecho mientras su estómago luchaba por no devolver la poca comida ingerida hace ya horas. Su cuerpo hormigueaba desde los pies hasta su cuero cabelludo. Un calor creciente en su rostro evidenciaba su vergüenza.

La mujer, la cual se encontraba entre los dos, soltó una risita, devolviéndolo a la realidad.

—Oh, sí, lo siento. Necesito una habitación y quería saber si tienen alguna disponible —murmuró, sin quitar el leve rubor que encendía sus mejillas.

De cerca, era aún más lindo de lo que parecía. No quería imaginar cómo se vería a solo centímetros de su rostro.

—Ah... Hum... Esto... S-sí —respondió, con los mofletes de un granate intenso y brillante. Definitivamente adorable —. Está de suerte, es la última. Aunque es algo pequeña.

Su voz había adquirido un tono titubeante, como si estuviera bajo efectos de nerviosismos extremos. ¿O es que de verdad se encontraba en aquel estado? No podía afirmarlo, pero sus acciones tampoco lo desmentían.

El chico estaba nervioso.

—¡Eso es excelente! ¡La quiero! No importa el precio ni el tamaño. Me quedo con la habitación —exclamó Viktor, emocionado. ¡Oportunidades como esas no se daban todos los días!

—B-bien... Po-por favor, deje sus zapatos aquí. L-le daremos ca-calzado apropia... apropiado y una yukata para las a-aguas termales —con cada palabra, su rostro subía de tono hasta parecer un tomate maduro. Ese chico le encantaba.

Viktor asintió, hizo una reverencia a la fémina, quien correspondió con la misma acción, acató las órdenes dadas y siguió a Yuuri, quien había comenzado a avanzar con hombros tensos y un caminar demasiado erguido.

Mientras lo guiaba entre los pasillos, le señaló algunos de los lugares importantes, como el comedor, la salida hacia las aguas termales, la sala de lavandería y algunas habitaciones importantes. Estuvo muy tentado a preguntar donde dormía, pero antes de poder hacerlo, el joven azabache se detuvo frente a una puerta corrediza con diseño de árboles y la abrió.

—Esta es su habitación.

La examinó, cuestionándose si realmente sus cosas serían capaces de entrar allí. El cuarto no era muy grande. De hecho, era pequeño para su gusto personal. Tal vez de unos tres por tres metros, con un pequeño armario junto una cama para una persona y algunos objetos más.

—De verdad es pequeña... Bueno, tendré que ajustarme —dijo Viktor, con un dedo sobre sus labios, para luego sonreírle al chico más bajo. Este solo desvió la mirada y le entregó una bata verde como la que tenían los demás huéspedes.

—Que disfrute su estadía. Y por favor, rellene este formulario para inscribirlo correctamente —pidió Yuuri, extendiendo una ficha junto a un bolígrafo. Viktor los recibió con una sonrisa alegre, intentando que el chico correspondiese a una de ellas —. Antes de irme, necesito saber si esta habitación es correcta para toda su estadía. Pronto se desocupara una de las más grandes y puede ocuparla si lo desea.

—No te preocupes. Esta habitación está bien. Además, solo vendré a dormir aquí. Investigar el castillo me quitará mucho tiempo —respondió, revisando rápidamente la hoja entregada.

—Bueno, me retiro. Si necesita algo, puede consultarme y le ayudaré.

El japonés dio una reverencia, para prácticamente correr luego de aquello, como si huyese de un monstruo. ¿No lo consideraba atractivo como para escapar de esa manera? Viktor negó y antes de que el joven desapareciera, salió la habitación y gritó a la figura.

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