Ninja

Temporal

La cocina estaba hecha un caos para cuando Yuuri llegó, luego de secarse y cambiar sus ropajes por unos más cómodos. Su madre lo miró con alivio al sentir que ya estaba allí, por lo que, rápidamente, le pidió que se encargara de preparar el platillo principal de esa ocasión mientras ella se preocupaba de hacer las otras comidas. Era bastante notorio que se había atrasado.

El nipón más joven asintió, para luego ponerse el delantal y sacar los utensilios de un pequeño cajón en el mueble más grande. Le gustaba cocinar, pero rara vez lo hacía puesto que su hermana solía ser quien ayudaba a su madre en aquella labor. Mientras cortaba algunos trozos de carne, preguntó por la ubicación de la dama.

—¿Mari? Salió hace media hora. Dijo que necesitaba hacer algunas cosas. Le pedí que trajera algunas verduras de paso. Tu padre olvidó ir esta mañana con el ajetreo del festival —respondió ella, con su sonrisa característica.

—Oh, ya veo... Mamá, ¿crees que con esto será suficiente para hoy? —cuestionó, mostrando una fuente con carne de cerdo en su interior.

La mencionada asintió, felicitando a su hijo por su trabajo veloz. Ambos sonrieron y siguieron con sus trabajos, mientras que, en otro lado del hotel, Viktor estaba sentado en el borde de una de las bancas junto a las piscinas, meditando los siguientes pasos a dar.

Sabía que su primera pista era el castillo, era obvio que debía ir allí primero, pedir el acceso a los archivos más ocultos que los demás y buscar información en ellos. Tal vez sabría algo más de ese ninja que lo había obsesionado cuando apenas cursaba el segundo año de universidad.

Recordaba que aquella clase había sido muy diferente a las otras.

Demasiado distinta.

Un hombre de ya avanzada edad entró por la puerta trasera del salón, acompañado por una pequeña maletita gris un poco roída y desteñida. Una maleta de armas.

Casi en el mismo momento en que la puerta se cerró, las luces de la sala se apagaron, para dar paso a una serie de animaciones en tercera dimensión que corrían por todo el lugar. Un ninja saltando de pupitre en pupitre, un samurái luchando contra otro frente al pizarrón, una geisha bailando junto a un bello fan de brillantes colores y, en el centro de todo, un emperador dirigía con gracia todo el espectáculo.

—Esta será una clase muy especial, kotori—el hombre se paró junto al emperador, quien le sonrió y detuvo a todos los participantes de aquel mítico y muy extraño espectáculo —. Hoy, viajaremos unos cientos de kilómetros hacia el oriente y al pasado. Les doy la bienvenida al periodo de gloria de muchas leyendas, la época de muchas tradiciones y acuerdos de honor, el tiempo de poder y sacrificio —hizo una pausa, apuntando su dedo sobre la cabeza del samurái de dorado casco —. Japón, hace quinientos años. El periodo Edo.

Aquella hora y media había sido suficiente para marcar a un joven Viktor, quien fue obligado a estudiar algo que no quería, de por vida. Una marca que seguía tan viva como hace un par de años atrás.

Nikolai Plisetsky, el hombre de la clase, fue su principal apoyo luego de salir de la universidad, junto a su mentor, Yakov Feltsman. Ambos, uno más estricto que el otro, lo instruyeron por el gran camino de la curiosidad. Curiosidad que lo había llevado a convertirse en parte del selecto grupo de historiadores contratados por el gobierno. Pero, claro, los "aburridos oficinistas" del despacho gubernamental eran demasiado "cerrados" para el joven libre, así que, desobedeciendo a Yakov, reunió a su pequeño grupo de amigos de universidad para abrir una pequeña asociación con el dinero que los padres de Viktor le habían heredado.

Se había dedicado a estudiar el periodo Edo de principio a fin, sin embargo, lo único que encontraba del ninja era lo que Nikolai sabía. Y eso no le servía de absolutamente nada... Hasta hacia una noche atrás y ese bendito mensaje de Mila. Mensaje que cambió todo.