3. No lo controlamos

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Magnus no había podido evitar preocuparse por las ojeras de Alec, cómo tampoco pudo evitar querer robarle un beso o subir a su departamento. En cuanto le soltó la mano, empezó a explorar el departamento lleno de cajas sin abrir.
Estas adornaban todo el lugar. Magnus no sabía en que se había metido, pero sólo necesitó volver a ver a Alec para recordar que tomó la decisión correcta a lo que sea que había decidido meterse. El departamento contaba con tres habitaciones y una sala, en un extremo de ella estaba la cocina.
-Guapo- le dijo Magnus a Alec. El apodo hizo que a Alec volviese a teñirsele las mejillas de rojo- tenemos mucho trabajo que hacer.
-Magnus- le respondió Alec- No tienes que hacer esto.
-Tienes razón, no tengo. Pero quiero.
Además, pensó, puedo pasar tiempo contigo.
No sabía como esa idea había surgido, sólo llegó a su mente. Pero estar con Alec era cómo si su corazón saltara de emoción, una idea maravillosa entre muchas otras ideas maravillosas. Pero ninguna otra cómo esa.

***

A

unque no hayan sido muchas las cajas para ordenar, ya era de noche cuando terminaron. En muchas ocasiones, Magnus se burlaba de la ropa de Alec y este negaba las proposiciones de Magnus sobre ir de compras.

Estaba ordenando los libros en la biblioteca, cuando Magnus llegó con una bandeja de sándwiches. Alec francio el seño y Magnus se quejó sobre la poca comida que había en la alacena.
-Mañana, después de mi turno, iremos a llenar las despensas. Que esperas que coma cuando venga a venir aquí?
Y Alec no pudo negarse. La idea de Magnus quedándose en el departamento no le había desagradado.
El ojiazul terminó de acomodar sus libros cuando fue a comer. Magnus se acercó a los libros, curioso por los universos que estaban ordenados en la biblioteca.

Entonces, encontró unos de Harry Shelley. Apartó la mano de inmediato.
A Alec le pareció interesante el gesto, sin encontrarlo entretenido. Sólo, extraño.
-Te gusta Shelley?- preguntó Magnus. Su voz parecía estar atorada en su garganta.
-Es mi ídolo- respondió Alec.
-De verdad? Oí que dejó de escribir.
-Lo sé, pero siempre será mi ídolo. Su poesía me inspiró a convertirme en escritor y me dio el valor para salir del armario.
-Oh, todo un ser excepcional.

La nieve empezó a caer y Alec hizo una mueca, caminó a la chimenea y encendió el fuego.
-Creo que no podré irme a casa esta noche- dijo Magnus.
-Oh- respondió Alec- Entonces...puedes...que...quedarte.
-Gracias, ángel.
Magnus besó la mejilla de Alec y tomó un sándwich de la bandeja.
Luego, empezó a saborear la comida cómo si fuera lo más delicioso que haya probado en su vida.
-Soy muy buen cocinero.
Alec sonrió e inconscientemente llevó su mano a la mejilla que Magnus besó. Ambos tomaron un libro del librero y se sentaron en el sillón. Uno a cada lado.

***

En un momento, Magnus pensó que había muchas otras maneras de pasar el rato que leer un libro. En más si estaba un chico encantador en la habitación.

Fue una de las salas donde estaba un toca discos. Con todas las fuerzas que pudo usar, trató de llevar la máquina a la sala.
-Alec!- llamó- Alec, por el amor a todos los brillos! Te necesito!

Alec escuchó los gritos y fue corriendo hacia donde estaba Magnus. Abrió la boca cuando vio a Magnus en medio de la habitación con un tocadiscos y su esfuerzo sobre humano de tratar cargarlo.
-Magnus, que haces?
-Tratar de llevar esto a la sala. Se me caía.
-Ni siquiera sabía que había uno.
-A veces no sé que opinar de ti, Alexander.

Ambos dejaron el tocadiscos en la sala y Magnus corrió a buscar unos discos.
Lo puso.
Una suave musica empezó a escucharse.
-Ven- Magnus le tendió una mano- Baila conmigo.
-Pero no sé bailar.
-Entonces te enseño- le susurró seductoramente.

Alec no pudo evitar caer en el hechizo de Magnus. Ambos se tomaron de la mano.
Alec acostó la cabeza en el pecho de su invitado y este dejó que Alec se pegara más a él.
Y sintieron que sólo eran los dos es este grande y lleno universo.
Sus manos se apretaron más. Sus labios se buscaron hasta encontrarse. No podían controlar lo que sentían.
Dejaron de bailar y Alec enrolló sus brazos en la cintura de Magnus mientras profundizaba el beso. No sabían lo completos que estaban, pero se sentían. Se sentían con el corazón, el alma y los labios.
Aunque primero sólo necesitaron verse a los ojos para saber que se habían encontrado y donde querían estar.
Mientras, la nieve seguía cayendo.

Gracias por leer💜
Espero que les haya gustado.

La Canción Sigue Igual (Caigo Cautivo #3. Malec AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora