-No me olvides.
-Jamás podría.
-Aunque fueran cien vidas y otro llegara antes que yo, aún me amarías? Aún me buscarías?
-Aunque fueran miles de años, solo te buscaría y no podría amar a nadie más que a ti, por qué mi corazón te pertenece en la vida y en más allá de la muerte.
-Entonces te estaré esperando. No me olvides y nunca olvides que te amo.
-Yo también te amo. En esta vida y en todas las otras.***
-Se nota que no eres de aquí- le dijo Magnus.
-Tan obvio soy?- preguntó Alec.
-Tranquilo- le dijo Magnus- con el tiempo te acostumbraras. Qué le sirvo?
-Un café está bien-dijo Alec.
-Un café, marchando- dijo Magnus.Alec sonreía mientras veía a Magnus irse. El joven de ojos azules se dejó posar la mirada en la ventana, impresionado por el espectáculo de la nieve cayendo. Era como un manto que daba pureza al mundo.
Alec venía de un pequeño pueblo de Montana, por lo tanto, nunca había visto caer la nieve. En ese momento, le hubiera gustado poder sacar una foto y enviarla a su familia.
Alec deseo esperar a qué la nieve dejara de caer para poder ir a la editorial.
Sacó un libro y empezó a leerlo mientras esperaba a qué Magnus llegara con el café.
Magnus, pensó, es un lindo y curioso nombre.Antes de que se diera cuenta, Magnus llegó con el café de Alec.
El de ojos azules se dio vuelta y sonrió. Alec ni siquiera sabía como alguien podía hacerlo sonreír de esa forma tantas veces en tan poco tiempo.
-No te preocupes por la nieve- dijo Magnus- No tardará en parar.
-Nunca había visto la nieve- dijo Alec.
-Ah, no?- soltó Magnus- No hay nieve de donde vienes?
-No- dijo Alec- Esta es la primera vez que la veo.
-Púes, te gustara- dijo Magnus.Al rato, Magnus continuó trabajando mientras el se ponía a leer. Pero había un problema, no estaba muy concentrado.
No paraba de ver a Magnus y cuando el otro se daba cuenta que lo miraba, le hacia un guiño que ponía su cara de color roja.Al final, la nieve paró a tiempo y el se fue del local.
***
Estaba sentado en la sala de espera de la editorial Dumort. Se la pasaba leyendo el Times, allí, decía sobre las grandes fiestas y como la gente seguía ganando más dinero cada día.
Y Alec se preguntaba como puede haber gente rica en ese país, mientras que aún había gente pasando hambre en el otro lado del hemisferio. En donde hay quienes la pasan bien, también existen los miserables.
-Señor Lightwood- dijo la secretaria- el señor Santiago está listo para recibirlo.
-Gracias- dijo Alec.Alec se dirigió hacia la oficina.
Un hombre estaba parado y veía la ciudad a través de un gran ventanal.
El ojiazul se puso a observar con atención la oficina. Esta, estaba decorada con muchas fotografías de escritores famosos que publicaron sus primeros libros en esta editorial. En su mayoría, eran jóvenes y hermosos; hombres y mujeres por igual de bellos.
La oficina también contaba con bibliotecas que cubrían gran parte de la habitación.
Alec no se contuvo a verlos, mientras que el hombre que miraba por la ventana seguía distraído con su vista.
Los volúmenes eran de lectura exquisita para cualquier lector. Habían desde clásicos extranjeros como nacionales, novelas, poesías, textos dramáticos (obras de teatro como muchos las llaman), biografías y otros más.
Alec iba a sacar un libro, cuando una voz resonó por primera vez entre las frías paredes de esa oficina.
-Señor Lightwood- dijo Raphael- no le concedí un momento de ni tiempo para que venga y se ponga a ver mis libros.
-Lo siento- se disculpó Alec.
-No hay problema- dijo Raphael- Solo espero que tu escritura valga la pena.
-Yo también lo espero- dijo Alec.
ESTÁS LEYENDO
La Canción Sigue Igual (Caigo Cautivo #3. Malec AU)
Fiksi PenggemarTercera parte de Caigo Cautivo Nueva York, década de los '20. Alec Lightwood siempre pensó que le faltaba algo y pensó que lo encontraría al viajar a Nueva York para poder publicar su primera novela y cumplir su sueño de convertirse en escritor. De...