Parte 14

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Bienvenidas un capítulo más a mi historia.

Muchas gracias a todos los que dedicáis vuestro tiempo a leerla y en especial a las que os habéis tomado la molestia de dejarme vuestros comentarios.

OoOoOoO

Capítulo 14

Snape entró en su habitación todavía sin asimilar del todo lo que acababa de ocurrir, la pasión con la que cada uno había buscado los labios del otro.

Deseaba seguir dándole vueltas al tema, pero algo en aquel cuarto lo incomodaba. La sala no tenía ventanas y le resultaba asfixiante. Empezó a dar vueltas arriba y abajo, pensando en Sandra y en el sabor de aquellos labios, que todavía podía sentir en los suyos, pero el aire del cuarto le olía a cerrado y se veía incapaz de calmarse. No había ventanas. ¿Por qué diablos no había ventanas? Se sentó en uno de los sillones, intentando concentrarse en cómo ella había recibido aquel beso, con una ferocidad casi idéntica a la suya. ¿Podría atreverse a creer que aquello significaba que ambos sentían lo mismo? Eso era algo que nunca hubiera creído posible. Algo que a él no le había sucedido jamás y a lo que no creía tener ningún derecho.

Miró a las paredes, repicando con los dedos en el reposabrazos del sillón. Para ser sólo un dormitorio era realmente grande, tenía que reconocerlo; pero, ¿de qué servía tanto espacio si no había ventanas? En realidad, toda la mansión era enorme y la magia que la transportaba, como si fuese un avión o un zeppelín, le resultaba bastante sorprendente. Decidió que iría a hablar con el capitán para que le explicase los detalles del ingenio.

El capitán. Un hombre extraño. Parecía tenerle a él en alta estima y, en cambio, era evidente el desprecio que le demostraba a Sandra. ¿Qué clase de persona podía apreciar más a un hombre como él que a ella, que iluminaba cualquier sitio con su sola presencia? Ella, que era lo más maravilloso que le había sucedido en la vida. ¿Y por qué diablos no podía haber una maldita ventana en aquella habitación?

Unos golpes en la puerta lo sacaron de su ensimismamiento pero, asombrosamente, el sonido no procedía del pasillo, sino de una puerta lateral en la que ni siquiera había reparado. Dos puertas y ninguna ventana. Ridículo. De pronto, sin buscarlo, comprendió por qué le molestaba tanto el asunto: un espacio cerrado sin vistas al exterior, por grande que fuera, siempre le recordaría a su celda en la Fortaleza. Si pensaba que con la libertad se acabarían sus problemas, estaba muy equivocado. Deshacerse del trauma de aquellos años no iba a ser tan fácil. Con un estremecimiento, se levantó y fue a abrir la puerta recién descubierta.

—¿Puedo pasar?

Ahí estaba ella de nuevo, aligerando el peso de su corazón. Con sólo verla ya se sentía mucho mejor.

—Adelante, Sandra.

Entró despacio, con las manos enlazadas y mordiéndose los labios.

—Nuestros cuartos se comunican por esta puerta, ¿lo sabías? —explicó, acercándose a él—. Tengo la habitación contigua a la tuya. Bueno, en realidad se lo he pedido yo al elfo doméstico, porque me habían asignado una en la quinta planta y quedaba muy lejos de todo el mundo. Creo que no hay nadie más en ese piso y me daba un poco de miedo estar allí sola.

El hombre asintió en silencio.

—Me alegro de tenerte como vecina. Oye, ¿tu habitación tiene ventanas?

—Sí, una. ¿Por qué?

—No, por nada.

La chica miró alrededor y después examinó el rostro de Snape con atención.

—Te han asignado un cuarto muy grande, ¿no? Me gusta más que el mío, si te digo la verdad. Es que es pequeño y, como estoy tan acostumbrada a dormir en un espacio grande como el harén, me siento un poco enlatada. ¿Me harías el favor de cambiarme la habitación?

Mi fiel traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora