Capítulo 5

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Sao Paulo

Viernes, 27 de julio de 2007

Victoria

Su expresión me causa una extraña reacción en mi interior: sentí el travieso vuelo de pequeñas mariposas en mi vientre. Por un momento olvidé que anoche había tenido una discusión con Xavier y ahora lo único que me importa en el mundo es observar a Daniela. Tuve por una fracción de segundo la tentación de abrazarla, echarme a llorar sobre su pecho y contarle lo desdichado y engañoso que ha sido mi matrimonio.

- Mmm este es el peinado que utilizo para salir a correr. Y es la primera vez que me dicen que me queda bien. – Murmura la última parte.

Parece que mi halago hizo que ser avergonzara, pero saltar en una cama como si fuese una niña no tuvo el mismo efecto. ¡Qué extraño!

- Ha sido suerte encontrarnos aquí – exclamo emocionada – de otra forma seguiría en el césped.

- ¡Siií! Me has alegrado la mañana, Victoria. Creo que no deberías sobre exigirte, los calambres son una señal de ello.

- Bueno... solo quería huir de mis pensamientos... - suspiro apenada.

- Victoria te conozco desde ayer, pero no me equivoco al pensar que eres una mujer muy decidida que no necesita escapar de nada y le puede hacer frente a lo que sea. – Le devuelvo la sonrisa y las ganas de contarle por lo que estoy pasando afloran de nuevo.

Inconscientemente mis ojos recorrieron la piel desnuda de sus brazos de arriba abajo. En la muñeca derecha lleva un tatuaje en forma de lluviosas nubes oscuras y las gotas llegan el inicio de su antebrazo. En su otra muñeca una YX pintada en un azul eléctrico resplandece sobre la blancura de su piel, pero más abajo otro diseño me corta la respiración por un instante: pequeñas aves de diferentes tonalidades cubren todo el contorno hasta llegar a su brazo. Sin embargo, da la impresión de que fuesen aves en sus últimos segundos de vuelo antes de morir.

Sus tatuajes no reflejan el ánimo que destellan sus verdosos ojos ni mucho menos la alegría que contagian sus sonrisas. ¿Daniela es feliz en realidad?

- Tomaré tu palabra. – Respondo aturdida por los pensamientos que saltan y se entremezclan en mi cabeza. – ¿Continuamos corriendo?

- ¿Todavía puedes? – Pregunta con precaución.

- ¡Oye, apenas tengo 35 años, puedo correr un kilómetro más!

Ambas nos reímos y de un salto empezamos regresamos al camino del parque. Andamos a un ritmo regular los siguientes quince minutos, Daniela no quería que me diese otro ataque muscular, y aunque prefiero correr hasta no tener energías esta vez me encantó compartir un buen rato al lado de esta chica. De vez en cuando me lanzaba una miradita para cerciorarse que pudiera continuar, pero entonces yo reía y aceleraba el paso.

- ¿Descansamos un ratito? – Propuso Dani con la voz ligeramente exhausta.

- Claro... - Respondí entre bocanadas de aire. En realidad, estaba llegando a mi límite, pero no quería quedar mal frente a ella.

Nos recostamos en un árbol mientras recuperábamos el aliento. Mi brazo estaba casi pegado al suyo y una agradable sensación eléctrica se produjo al sentir el roce con su piel. ¡Qué poder tiene Daniela sobre mí!

No es que me sienta atraída físicamente por ella, además, ¡¡es MUJER!! Pero tengo la necesidad de estar al lado de ella y eso va más allá de lo que jamás había experimentado. Deseo conocerla por completo, deleitarme con la melodía de sus palabras y aprender sobre su vida. Descubrir lo que oculta la tinta en su piel, que me hable sobre sus sueños y de igual manera contarle toda mi vida.

Déjame ser tu JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora