Capítulo 1

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Sao Paulo

Martes, 10 de julio de 2007

Victoria

Estampé mi firma en los tibios papeles que acababan de salir de la impresora. Son los informes para la reunión internacional de la junta directiva que se realizaría dentro de dos semanas, los cuales he releído más de veinte veces y corregido hasta el cansancio. Nada puede salir mal, desde el desayuno que tendrán los dueños de la empresa -que vienen de Lisboa- hasta mi exposición sobre el nuevo plan turístico para la próxima temporada. Cada mañana despertaba más nerviosa que el día anterior, ya que faltaba menos tiempo para esa reunión. Los portugueses son dueños de la firma principal y vendrían a Sao Paulo para supervisar el avance corporativo durante el primer semestre.

Es imposible que exista deficiencia alguna en el sistema productivo o promocional de nuestra agencia de turismo, yo misma los he revisado de pies a cabeza todos los meses. Así que ya deseo ver la cara de satisfacción en los ejecutivos: seguro se irán con la boca abierta.

Doy vueltas en círculos en mi silla giratoria, es mi forma de divertirme luego de trabajar sin pausas ni descansos durante horas, me relaja un poco y mantiene mi mente activa para saltar a mi próxima actividad laboral. Doy unas vueltas más y me detengo a examinar la hora en el reloj de pared... creo que si me apuro lograré llegar a tiempo a la sala de publicidad para darle otra mirada al nuevo comercial, que pronto saldrá por la televisión, y finalmente irme a almorzar con mis desaparecidas amigas. En realidad, mi rubro es la planificación de los circuitos turísticos, sin embargo, soy una perfeccionista sin remedio y cuando el tiempo siempre me sobra, decido visitar los demás departamentos de la empresa y darles mi visto bueno.

Cualquiera pensaría -en realidad todo el personal lo cuchichea, aunque no se atreven a decírmelo en la cara- que busco un puesto alto en la gerencia con tanta dedicación que le doy al trabajo, pero solo es mi forma de desenvolverme. Y siempre he querido obtener mis logros por mérito propio y de ninguna manera por ser la esposa de unos de los senadores más respetados e importantes del país.

¡Eso jamás!

Y Xavier lo sabe muy bien. Lo personal nunca se debe combinar con lo laboral. Llevo más de diez años de un buen matrimonio - sin escándalos de por medio, a diferencia de las esposas de la mayoría de políticos, gracias al cielo - y estoy segura que seguiremos por el mismo camino durante muchos años más o para siempre.

Detengo de golpe al movimiento de la silla y tomo mi fiel carpeta, que contiene todos los documentos necesarios ante cualquier eventual supervisión que se me ocurra hacer durante el día. Me hago un moño para atrapar a mi cabello, pero un par de rizos morenos logran escapar y debo repetirlo mientras estoy caminando hacia la salida de mi oficina.

- Creo que... no... no... Podríamos ahorrarnos tres o hasta cinco segundos si la escena de Iguazú va directa a la de Río. – Indiqué a los chicos de producción al pasarme el video promocional de la nueva ruta turística.

- Tiene razón jefa. Ahora mismo lo editaremos. – Dice uno de ellos.

- No soy su jefa. Solamente se los estoy aconsejando. – Exclamo con una sonrisa avergonzada.

- Pero la mayor parte del tiempo te comportas como tal. – Añade Paula, de forma divertida, desde la puerta. – Creo que hasta yo me estoy creyendo tu papel de jefa omnipotente en la empresa.

Le lanzo una mirada envuelta en risa y dejo a los chicos trabajar en el video, mientras acompaño a Paula por el corredor.

- Hasta que te veo, ¿dónde han estado tú y las demás? – Pregunto de forma curiosa, ya que normalmente mis amigas pululan por las mañanas para distraerme con sus "recientes e interesantísimos chismes"

Déjame ser tu JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora