Capítulo 14.- Todos estaban muy ocupados

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Un poco antes de las dos, Trumpkin y el Tejón se instalaron con las demás criaturas a la entrada del bosque; al otro lado veían las relucientes filas del ejército de Miraz que estaba a aproximadamente dos tiros de arco.

Al medio, un espacio cuadrado de césped había sido cercado de estacas para el combate. En cada una de las esquinas más alejadas, Glózel y Sopespian permanecían de pie, con sus espadas desenvainadas.

En las esquinas más cercanas se encontraban el Gigante Rompetiempo y el Oso Panzón, el que, a pesar de todas las advertencias, estaba lamiéndose sus patas y la expresión de su cara era, para decir la verdad, especialmente tonta.

Para compensar esta actitud, Vendaval, a la derecha del campo, se mantenía inmóvil, excepto cuando pateaba ocasionalmente el pasto con sus cascos traseros, y lucía mucho más imponente que el barón Telmarino que estaba frente a él, a la izquierda.

—Peter, porfavor, no lo hagas.—le decía Lia mientras lloraba.

—Preciosa, voy a estar bien, tranquila.—dijo Peter abrazándola.

—Tengo miedo de que te pase algo, tengo miedo de perderte Peter.

—No me vas a perder, ¿vale? No vuelvas a pensar en que me vas a perder porqué no es así, te amo.

—Te amo Peter.—dijo Lia y se besaron.—Ten cuidado.

—Lo tendré.—Peter se separó de ella y se fué.

Peter se despidió de Edmund y del doctor con un fuerte apretón de manos y se dirigía al combate. La escena semejaba el momento antes de que den la partida en una carrera, pero éste era muchísimo más grave.

—Hubiera querido que Aslan viniese antes de que llegáramos a esto —dijo Trumpkin.

—También yo —dijo Cazatrufas—. Pero mira detrás de ti.

—¡Cuervos y codornices! —murmuró el Enano, mirando hacia atrás—. ¿Qué es eso? Gente tan enorme, tan bella, parecen dioses y diosas y gigantes. Cientos y miles acercándose a nosotros. ¿Qué son?

—Son Dríades y Hamadríades y Silvans —respondió Cazatrufas—. Aslan los ha despertado.

—¡Hum! —asintió el Enano—. Van a ser de gran ayuda si el enemigo intenta alguna traición. Pero no ayudarán mucho al gran Rey si Miraz demuestra ser más diestro con su espada.

El Tejón calló porque en ese instante Peter y Miraz entraban al recinto desde extremos opuestos, ambos a pie, ambos con sus cotas de malla, con sus yelmos y escudos. Avanzaron acercándose, se saludaron con una reverencia y se dijeron algo, pero no fue posible oír sus palabras.

Relucieron los aceros a la luz del sol. Por unos segundos, se pudieron escuchar los golpes, pero fueron apagados por la gritería de los dos ejércitos, semejante a la de las muchedumbres en un partido de fútbol.

—Bien, Peter, muy bien —gritó Lia al ver que Miraz retrocedía un paso y medio—. ¡Atácalo, rápido!

Y Peter atacó y por unos segundos pareció que podría ganar la lucha. Pero Miraz se recuperó y empezó a hacer buen uso de su estatura y peso. "¡Miraz, Miraz, el Rey, el Rey!", rugían los Telmarinos. Caspian, Edmund y Lia palidecieron, presas de mortal ansiedad.

—Peter ha recibido golpes terribles —dijo Edmund.

—¿Qué pasa ahora?—preguntó Lia asustada mientras cogía la mano de Edmund con fuerza.

Las Crónicas de Narnia II El Príncipe Caspian(Peter Pevensie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora