Nudo (AU)

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Segunda parte de Atados.
Espero que les guste.

***

Magnus caminaba hacia Librería Nefilim con dos vasos de café en la mano. Sintió que la piel se le erizaba en cuánto sintió el viento frío propio de la invernal estación. No tardó en llegar a la librería y encontrar a su novio en el la caja. El local estaba vacío a excepción de su novio que se encontraba leyendo un libro.
Magnus sonrió de ternura al ver el gesto de concentración que hacía Alec. Con cuidado de no hacer mucho ruido, se acercó y besó a su novio en la mejilla.
Alec ignoró su libro para ver quién había hecho ese gesto, aunque era imposible no saber la respuesta. Devolvió el beso a su novio, pero envés en mejilla, fue en los labios.
El beso fue lento y corto, pero lleno de ternura. Cuando terminó, Magnus le alcanzó una un vaso de café.
-Un café para el señor Lightwood- dijo Magnus.
-Gracias, señor Bane. Como puedo pagar sus perfectos y desinteresados gestos?
-Un beso ahora estaría bien y cuando lleguemos a tu departamento, podrías terminar de agradecerlo.
-Recuerda que comeré contigo en casa de tus tías esta noche.
-Pueden posponerlo para otro día.
-Tramposo.
-No importa, amo tener un novio universitario.
Alec dio una risa y volvió a besar los labios de su novio. Aunque la tienda estaba vacía, el ojiazul seguía siendo muy responsable con su trabajo. Alec era tres años mayor e iba a la universidad.
A Magnus le encantaba ir a verlo al trabajo cuando salía de la escuela y le encantaba las veces que el lugar quedaba vacío, para poder sorprender con besos a Alec.
Quince minutos después, una chica entró a la librería. No se trataba de la hermana de Alec, ella le agradaba. Esta vez, era otra chica.
Tenía cabello rubio atado en una perfecta cola de caballo y un par de ojos celestes. Llevaba una campera muy abrigada que parecía a la vez bastante costosa con un par de guantes que combinaban.
Cuando entró, ella le dio una mirada a Alec (sin que este se diese cuenta) que estaba leyendo su libro. Pero Magnus vio el gesto que la chica le hizo a su novio y sabía de que se trataba.
El de mirada gatuna supo que nuevamente debía proteger lo que le pertenecía. Además, esa chica no era cualquier chica. Era Lydia Branwell, la perra más popular del instituto.

Se acercó al mostrador y Alec la atendió bajo la vigilancia de Magnus.
-Estoy buscando algo- dijo ella.
-Si estás buscando un libro, no te equivocaste de lugar- dijo Alec.
-En realidad estoy buscando tu número, guapo.
-Lo siento, Lydia- dijo Magnus- Pero Alec tiene dueño.
-Y donde está?- contestó groseramente, la chica empezó a ver la tienda de una esquina a otra como si estuviera buscando- No me digas que eres tu, Bane. Me sorprende que alguien esté contigo teniendo en cuenta lo demente que está tu familia.

Magnus no se dejó afectar por los insultos de la rubia, tomó a Alec del mentón y lo acercó a sus labios. El pelinegro devolvió el beso y Lydia salió echa una furia.
-Estás bien?- preguntó Alec.
-No te preocupes- respondió Magnus- Estoy acostumbrado a que me digan estás cosas. No me avergüenzan mis tías, Alec.
-Lo sé, eres más fuerte de lo que aparentas, Magnus y estoy feliz de tenerte en mi vida. Te quiero.

Magnus volvió a besar a su novio.
-Yo también te quiero.

***

Durante la noche, Magnus ayudó a sus tías a poner la mesa. Esther entraba al comedor con una olla llena de espaguetis y un bol con salsa de tomate. Elenor trajo los cubiertos y después besó a su esposa.
A Magnus le traía recuerdos de la cena que tuvo con los Lightwood cuando los conoció. Le habían caído muy bien y el señor Lightwood no paraba de repetir que estaba contento de que su hijo mayor trajera a alguien a casa por primera vez. Magnus supuso que el padre de su novio estaba más nervioso que él.
Y eso había pasado hace meses y estaban cerca de cumplir un año. Se sentía el hombre más feliz de todos.

El sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos. Elenor fue a la puerta y allí estaba Alec, vestido lo más elegante que podía llegar a estar con un par de jeans desgastados y botas negras.
Bueno, pensó, al menos el suéter es nuevo.
Alec saludó a sus tías y luego besó a su novio.
-Te extrañe- le susurró Alec en el oído.
-Yo te extrañe más- le respondió Magnus con otro beso.
-Muy bien, tórtolos- dijo Esther, ella y su esposa se sentaron para comer- Sabemos que son almas gemelas, pero quiero que terminemos de comer rápido para poder ver los álbumes de bebé de Magnus.
-Tía- se quejó el aludido- Ya se las mostraste tres veces.
-Oh, amor- dijo Alec- sabes que me encanta ver esas fotos de tu pequeño trasero.
-Te odio.
-Y yo te amo.
Besó a Magnus una última vez antes de unirse a Esther y Elenor con la comida.

***

Después de comer la cena y el postre (y antes de que sus tías sacaran los álbumes de fotos), Magnus arrastró a Alec al porche delantero de la casa y se sentaron una hamaca que allí había.
Ambos estaban acurrucados y tapados, veían la nieve caer y las estrellas brillas para el mundo. Mientras que las que estaban en los ojos de Alec brillaban sólo para Magnus. Año nuevo había quedado atrás hacía un mes.
Magnus se acurrucó más en el pecho de Alec y este afirmó el agarre de sus brazos que envolvían a Magnus.
El menor solía temer que Alec fuese sólo un sueño, producto de unas fantasías que desconocía. Fantasías de que su alma estuviese atado al alma de otro. Sólo necesitaba besar los labios de Alec o tomar sus manos para poder sostenerse y saber que era real. Podía sentir que el nudo de el lazo o cuerda que los ataba.
Magnus vio los labios de Alec y sin controlarse (aunque pudiera, no lo haría) los besó. Alec devolvió el beso y sus brazos fueron a enrollar su cintura, mientras que Magnus envolvía sus brazos en el cuello de Alec.
El contacto lo volvía loco y el amor que podía sentir que Alec le transmitía lo hacía olvidarse de todo menos de su novio.
Cuando la falta de aire pudo más que ellos, las mejillas de ambos se tiñeron de rojo.
-Te amo.
-Te amo.
Rieron, estaban acostumbrados a decirlo al mismo tiempo.
-Tengo algo para ti.
-Para mí?
-Si, para ti.
Alec sacó una pequeña bolsa de su saco y se lo dio a Magnus. Allí, había un amuleto.
-Se que las fiestas ya pasaron, pero aún así quería dartelo. Te dará suerte y protección.
-Gracias, Alexander. Nunca dejas de sorprenderme.
-De la buena forma, espero.
Magnus se colgó el amuleto.
-Y esto, es para tu llavero.
Alec le alcanzó a Magnus una pequeña llave. Una copia de la llave de su departamento.
-Que me dices? Sé que es algo apresurado, pero...
-Si quiero vivir contigo, Alec.
-De verdad?
-Claro que sí, mi nefilim estúpido.

Las sonrisas, besos y risas no de dejaron en esperar. Estuvieron allí un rato más, abrazados mientras escuchaban sus corazones latir sincronizados como sus almas estaban unidas.
No veían los artificios naturales de la noche o la nieve que cubría la tierra como un manto.
Sólo podían ver su futuro, lleno de infinitas y buenas posibilidades. Un futuro juntos y a la vez tan cerca como lejano.
Porque era hermoso y lleno de amor, como esperaban.




Malec, One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora