Mi móvil es rosa, ¿y qué?

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Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Género: Romance.
Ráting: +16
Advertencias: No.

Mi móvil es rosa ¿y qué?

Cuando abrió el paquete bien envuelto, en papel de regalo azul brillante, y vio su contenido creyó que se trataba de una broma de alguien. Así que se limitó a fruncir el ceño y abandona la sala de profesores.

Claro que, ahora, sabía que se había equivocado, tras prestarle la debida atención al aparato en sí.

Siete meses atrás, Delmas había tenido una de sus ideas. Celebrar una fiesta, exclusiva para los profesores, con un intercambio de regalos, por lo que cada uno tuvo que sacar un trozo de papel con un nombre escrito, de una bolsa. Era una chiquillería, pero podía ser divertido.

Jim metió la mano con ímpetu, con la única idea de sacar uno de los papeles, el que tenía el nombre de Suzanne. Cuando estuvo convencido de que sus dedos tomaban el correcto o extrajo con gesto triunfal. Lo desplegó y todo su triunfo se convirtió en amargo abatimiento.

«Chardin»

¿Qué demonios iba a regalarle a un tipo que estaba como una regadera? ¿Un abono de temporada para un psiquiátrico? ¿Detergente para que eliminase la perpetua mancha de tinta azul del bolsillo de su bata de laboratorio? ¿Un peine para que domase su pelo?

Quizás podría convencer a quien tuviese el papel de Suzanne para que se lo cambiase. Seguro que lo lograría, por supuesto, todo era cuestión de ir preguntando a los demás.

Fue como una nueva bofetada. Nadie quiso decirle quien le había tocado y mucho menos hacer un intercambio. No le quedó otra que resignarse. Sólo había una persona con ideas lo suficientemente descabelladas para estar a la altura de Chardin. Della Robbia. Simplemente fue y le preguntó. Así, sin más, en frío, como quien te pide la hora o te da los buenos días.

El muchacho no le decepcionó en absoluto, como ya suponía, y dio con la idea perfecta, y él, casi pegó saltos de alegría.

El día de la fiesta, nada más entrar, Delmas, les obligaba a entrar a oscuras en el cuarto adyacente y dejar el regalo, para que así nadie diera con la identidad de su amigo invisible. Y así lo hizo él, deslizó el paquete amarillo chillón con conejitos rosas por el suelo y cerró la puerta.

Empezó a agobiarse a mitad de la celebración, tras el tercer vaso de refresco de cola sin gas y varios sándwiches de pavo. ¿Quién habrá sacado el papel con el nombre de Suzanne? ¿Qué le regalaría? ¿Sería lo suficientemente impresionante como para robarle el corazón? ¿Le gustaría?

De repente la idea de aquel juego se le antojó de lo más desagradable.

Conociendo a sus compañeros seguro que su regalo consistía en unos calcetines deportivos o varias cajas de tiritas. Por eso, cuando le dieron aquel paquete azul brillante, con una caligrafía desconocida, no sintió la menor emoción, aunque se obligó a sonreír.

A través de la sala cruzó su mirada con la de Suzanne, que sujetaba uno blanco con un pomposo lazo rojo. Nicole Weber, la apremió para que lo abriera. Dentro había unos DVDs de bailes de salón, no era un secreto que a ella le gustaba el baile. A él le gustaba ser su profesor particular para ver como desaparecía aquella máscara de mujer estirada, y para borrar la distancia entre ellos, poder permitirse sujetarla con más firmeza de la realmente necesaria y sentir, por un instante, que eran una sola persona.

Jim recibió un codazo de Chardin y se apresuró a abrir su regalo.

Un teléfono móvil rosa fucsia. Gustave rió con tanto ímpetu que acabó atragantándose con su propia saliva y tosiendo. Le estaba bien empleado, por burlarse. Seguro que era cosa suya y por eso tanto cachondeo. Se marchó.

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