Impulso

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Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Género: Romance.
Ráting: +16
Advertencias: Lime

Impulso

Observó adormilada el revoltijo de sábanas blancas sobre el que yacía.

Recordó que se había peleado con Jérémie, como tantas otras veces, por una tontería que ya ni recordaba, había esperado dentro de una de las cabinas de los escáneres de la vieja fábrica a que le llamase como siempre hacía, pero su teléfono no había sonado ni una vez.

Tras varias horas de espera se había cansado y con un mohín se había puesto de pie y caminado hasta la salida.

Llovía. El puente que conectaba la fábrica abandonada con la ciudad parecía desaparecer a mitad a causa de la cortina de agua que caía desde las nubes negras que apenas lograban entreverse.

Aelita suspiró resignada a llegar a L'Hermitage empapada de pies a cabeza y a pillar un buen resfriado en el proceso. Se subió la cremallera de su chaqueta rosa y avanzó.

Las gotas frías caían desde su melena rojiza, ahora por los hombros, siempre revuelta e indomable como un animal salvaje. Apenas había recorrido dos metros y ya estaba calada hasta los huesos con los vaqueros pegados a sus piernas y tanto la camiseta como la chaqueta adheridas a su piel. Incluso notaba su ropa interior mojada por tanta agua. Un cruce entre el diluvio universal y el fin del mundo.

Cerró los ojos y resopló, estaba helada y el maldito puente no se acababa nunca. Chocó contra algo que reaccionó a su contacto, sus pupilas verdes enfocaron a quien la sostenía por el codo impidiendo que cayese en uno de los inmensos charcos. El pelo negro y largo pegado a su cara, la piel dorada, los hombros anchos, los brazos musculados y la sonrisa traviesa y desenfadada.

—¿Bien? —preguntó él.

—Sí. —Sonrió ella.

William Dunbar.

Había algo magnético en él, una cierta familiaridad que le hacía sentir cómoda a su lado. Tal vez era el hecho de que ambos habían permanecido largo tiempo encerrados en Lyoko. Le gustaba, porque era de trato fácil, no necesitaba esforzarse para entablar conversación, ni tenía que fingir interés en cualquier cosa. Podía ser ella misma. Tal cual era.

—¿Qué haces aquí? —Aelita le miró con afecto, él se encogió de hombros

—Me gusta venir aquí de vez en cuando. Para recordar que sigo vivo.

—¿Qué sigues vivo?

—Sí. ¿No te pasa a veces? Como si siguieras en Lyoko y todo lo que tienes delante lo estuvieras soñando. —Sus ojos azules se cerraron lentamente para después volver a abrirse y mirar al cielo—. Como si tu vida no te perteneciera en realidad, como si alguien moviese tus hilos sólo para putearte.

Ella asintió en silencio con la vista clavada en la punta de la nariz de él, le gustaban los rasgos serenos de William.

—Sí —asintió—. Me pasa a menudo.

—Es un asco, ¿verdad? —Sonrió.

—Te invito a tomar algo, William.

—Dudo que tal como vamos nos dejen sentarnos en ningún lado.

Aelita miró la ropa empapada de ambos y de repente sintió un escalofrío, estaba helada.

—En casa. En L'Hermitage.

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