Tiritas para el corazón

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Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Tiritas para el corazón

Los días pasaban más rápido de lo que desearía. Había empezado aquella rutina, un poco por imposición de sus amigas, diez días atrás. Ahora ya no se ponía nerviosa ni se le cortaba la respiración, pero seguía poniéndose roja.

William no había mencionado el "incidente" del beso, ni una sola vez después de aquella noche. Al principio se alegró, porque no podía evitar sentirse un poco incómoda, pero con el paso de los días empezó a desear que dijese algo, lo que fuera.

Las heridas casi habían cicatrizado por completo, ya no necesitaba tantos cuidados, sabía que con que fuese una vez al día bastaba, sin embargo seguía yendo por la mañana y por la noche. Él siempre le sonreía.

Corría. Corría a toda velocidad por el pasillo. Era tarde. Noémie la había entretenido.

Al principio se había enfadado por haberla hecho esperar durante más de una hora. Cuando se disponía a soltarle una reprimenda, Noémie, abrió su bolso con una enigmática sonrisa y con gran teatralidad extrajo un sobre rojo. «Un regalito para William y para ti» le dijo tendiéndole el sobre y esfumándose después.

Se animó de golpe. A William le encantaría.

Los tacones bajos de sus botines negros resonaban sobre el suelo de mármol del pasillo. Se había arreglado más de lo habitual, con su minifalda verde oliva plisada por un lado y lisa por el otro, con un cinturón con tachuelas a juego, y una camiseta de manga corta gris con un corazón atravesado por dos tibias, como una bandera pirata, salpicada de florecillas en color marengo. Aún no había recuperado sus gafas, pero aquellas de color naranja parecían gustarle a William de verdad, y con el paso de los días empezaron a gustarle a ella también.

Se plantó frente a la puerta y llamó de lo más animada.

—Pasa, Emilie —contestó desde el otro lado de la puerta.

No dejaba de sorprenderle que la llamase por su nombre cada vez que golpeaba la puerta. Abrió con la respiración aún agitada por la carrera, no pudo evitar sonreír al verle lanzar el cómic que leía al escritorio. Descalzo con sus vaqueros desgastados y camiseta negra, el pelo del color de la noche siempre revuelto y sus intensos ojos azules como el océano.

—Hola —le saludó con su sonrisa desenfadada—. ¿Te ha pillado Jim?

—No... siento el retraso. —Suspiró al ver que iba a protestar—. "No te disculpes" —imitó el tono que usaba William para pronunciar aquella frase—. Lo... —«siento». Se mordió el labio, lo estaba haciendo de nuevo.

»Te he traído una cosa.

—Me tienes en vilo.

Emilie sonrió llena de ánimo, los ojos de William se habían iluminado como los de un niño que acaba de ver cientos de regalos bajo el árbol de Navidad. Sacó el sobre rojo dándose importancia y finalmente se lo tendió.

Lo observó embobado unos segundos, como si pensase si tenía derecho a aceptarlo o no. Lo cogió y le dio un par vueltas antes de abrirlo. Soltó una exclamación.

—¡Entradas para los Subdigitales! —casi saltó de la emoción.

—Ah... sí —titubeó, no esperaba tanto entusiasmo.

—Vendrás conmigo, ¿verdad?

—Cla-claro.

—¡Excelente!

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