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espero les guste.


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Cuando decidí irme sabía que estaba dejando algo muy valioso atrás, alguien que pude haber conocido y amado mucho, pero no sabía si eso sería lo mejor para Sorato, no quería decepcionarlo con mi horrible pasado y ver la tristeza, enojo e incredulidad en sus bellos ojos.

Cuando lo vi por última vez, se me fue el aliento y deseé con toda mi alma que tuviera alguien que de verdad lo amara y respetara, hasta podría ser Kai.

Kai... estaba muy dudoso en dejarlo, pero había mejorado un poco.

Ya había abierto los ojos y había tratado de tomar con humor lo de su mano —aunque estuviera en esa situación—. Aun estando débil, había mantenido una sonrisa y una mirada de ojos valientes.

El camino hacia la capital no había sido tan largo como había imaginado y cuando lo reconocí, dudé por un instante en irme de ahí, pero al ver a Yamamoto tan serio y absorto en sus pensamientos decidí quedarme callado y seguir con lo que se había planeado.

Cuando llegamos al centro Yamamoto paró su caminar y esa fue la señal para bajar de los caballos. Varios aldeanos habían salido corriendo al vernos, teniendo un profundo miedo por nosotros, por los samuráis, otros habían mascullado enojados por nuestra presencia, pero a pesar de eso, ni Yamamoto ni sus hombres habían bajado la cabeza avergonzados, ellos portaban un orgullo impecable y sonrisas afables en sus rostros, como si fueran dueños de la tierra que pisaban.

Su seguridad era increíble y no se avergonzaban de ser tachados como criminales o rebeldes del país.

Sonreí abiertamente al sentirme parte de algo tan grande.

—Hasta aquí llegó nuestro viaje juntos, señor Albert y de verdad fue un placer conocerlo.

—Extrañaré nuestras charlas sabias —sonreí—, y sus duros consejos.

Yamamoto me vio y vi en su mirada la aprobación, posó su mano fuertemente en mi hombro dándome un apretón mientras sonreía, traté de contenerme, pero fue inevitable devolverle el apretón en su hombro.

—Que el camino te depare buenos fortunios Albert.

—Muchas gracias. Espero algún día volver a verlo.

Yamamoto hizo una reverencia y se comenzó a alejar caminando lentamente, Kotaro se acercó a mí y apretó mi brazo haciendo una reverencia, para que después la mayoría se despidiera de mí de la misma manera, y tengo que reconocer que ver al viejo Sakuraba hacer una reverencia hizo que se apretara mi corazón. Iba a extrañar que ese señor estuviera tras de mí cada día, ahí en la villa.

Cuando me vi completamente solo, viendo como ellos se perdían entre la multitud decidí irme por mi cuenta.

Caminé hacia la casa donde habíamos estado entrenando a los japoneses cuando vine a este país. Recordé muy poco, pero logré llegar, siendo recibido por las caseras y sus hijos Omegas. Me dirigí directamente al cuarto que había sido mío, hallando mis cosas. Si bien, había decidido regresar, no había regresado para quedarme ahí, no iba a ser partícipe de nada más.

El Sexto CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora