秋の夜

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Siempre he escuchado el aullar del viento pero nunca le había prestado atención hasta hoy, parecía que me susurraba palabras dulces, atrayéndome.

El sol se ocultaba detrás de las nubes, Volviendo el día sombrío y con una espesa niebla. Mi piel se erizó al escuchar el viento bravo que movió todo mi cabello y parte de mi kimono.

El frío siempre estuvo presente, el camino era largo, pero tenía que volver...

Me acomodé mi pequeña carga y seguí con mi camino, los geta ya estaban desgastados y eran un poco altos, a veces me trababa y por ello terminaba cayendo.

No quería volver a mi pueblo, pero tenía que... El camino empedrado, los bambúes dándome cobijo y el suave viento, me recordaban el camino que había dejado hace mucho tiempo atrás.

Sentía que el collar que llevaba en mi cuello me apretaba y no me dejaba respirar muy bien pero era una mentira, sabía que todo era por los nervios.

Agarré fuertemente mi shamisen, era la única cosa preciada que había conseguido en mi largo viaje. La espesura del bosque de bambú me dijo que estaba cerca del sexto camino.

Los templos me dieron la bienvenida y mis piernas flaquearon, ¿de verdad iba a volver a casa?

Reanudé mí caminar, el torii enfrente mío era majestuoso y viejo, era la puerta que marcaba el punto donde se encontraban y dividían el mundo profano y el espiritual, pase por él y comencé a subir las escaleras.

¿Por qué era tan solitario?

Podía hasta temer de los Oni pero no era un chico muy crédulo, aunque siempre me gusto escuchar las leyendas que mi madre solía contar.

Seguí mi camino y cuando vi el arroyo supe que había vuelto a casa. Los dulces sonidos del sakuhachi me dieron la bienvenida.

Arreglé mi kimono y mi cabello ligeramente.

Akinoyo, mi pueblo seguía tan sumido en la niebla y tan frío que parecía un pueblo fantasma, pero que mejor persona que yo para saber que no era así. Sabía bien que era un pueblo donde los samuráis reinaban, de hecho mi padre había sido un samurái.

Al fin cuando vi una cara conocida me sentí aliviado.

—Sorato... volviste

—Si abuela —era una viejecilla que me había cuidado hace mucho—, volví...

—Es por tu padre ¿no es así? —asentí y ella comprendió—. Ve a hablar con Hayate-sama —dijo mientras me señalaba a dónde tenía que ir.

Algunas cosas habían cambiado pero aun recordaba el pueblo de mi niñez.

—Con permiso —dije en alto antes de entrar a la casa y quitarme mis geta.

Esperé paciente a que alguien apareciera, no era irrespetuoso después de todo.

El Sexto CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora