十三

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me costo mucho este cap y me disculpo por la tardanza.

espero les guste:)

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Sorato quiso retroceder, pero se rindió al ver que los fuertes brazos de Albert no aflojaron ni un poco el agarre, la mezcla del picante aroma a canela junto con el abrumador de la leña que Albert desprendía lo estaba poniendo cada vez más húmedo.

Se avergonzó de sí mismo, no podía entender cómo es que había entrado de nuevo en celo si había tomado las hierbas para evitarlo.

¿Acaso todo esto se debía al hecho de estar frente a su destinado?

No lo sabía con exactitud, pero su cuerpo estaba en llamas, el calor lo sofocó casi de inmediato y al sentir el suave roce de los labios de Albert en su cuello gimió quedito.

Si... eso era lo que estaba buscando, quería más de eso.

Se removió inquieto y necesitado, apoyando aún más su pequeño cuerpo contra el del Alfa. La tela comenzaba a molestar su sensible piel, quería desnudarse y estar ahí, queriendo más de lo que Albert podía ofrecerle. Estar dispuesto para él, que lo anudara y le diera cachorros.

¡Oh Dios! Su Omega estaba volviéndose loco, quería gimotear por atención, enseñar su panza y ronronear.

—Hu-hueles delicioso —habló Albert.

—Mhmm... —no podía decir nada más, estaba más concentrado en pegar su cuerpo al de su Alfa.

Albert agarró sus caderas y retrocedió un paso, admirando al Omega que antes le había dado la mirada más fiera, y sin embargo ahora, se encontraba nublada por la excitación y la lujuria, con una necesidad tan abrasadora que lo dejó aturdido. ¿Acaso él podía darle lo que su Omega buscaba? ¿Y si cometía algún otro error?

Sorato no estaba en sus 5 sentidos, el calor que lo abrazaba hacía que perdiera la conciencia y dejara a cargo a su Omega, que estaba completamente dispuesto. Albert tenía miedo, ¿qué pasaría si lo tomaba y después Sorato lo odiaba por el resto de su vida?

No quería arriesgarse, no estaban en los mejores términos como para compartir un celo de buenas a primeras.

—Alfa —lloriqueó al no sentir la cercanía de Albert.

Intentó luchar contra las manos que lo tenían aprisionado de las caderas aun cuando no podía zafarse, pero su vientre comenzaba a doler y su entrada estaba caliente y húmeda, ¿por qué su Alfa no estaba encima de él comiéndole la boca y haciéndolo quedarse sin aire?

—No puedo...

—¡Issei! P-por favor.

Se le fue el alma a los pies al ver como Sorato comenzaba a soltar lágrimas de sus hermosos ojos, su Alfa rugió fuertemente, claro que su Omega lo llamaba y él iba a atenderlo y darle todo lo que le pidiera. Si a su Omega le dolía, él iba a hacer que dejara de doler.

El Sexto CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora