Capítulo I parte I (Yo soy tu secreto)

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Mayo 13

Charlaba en los pasillos de enorme instituto junto a Naylea y Priya; últimamente ambas nenitas eran mi mundo; a pesar de que Priya y yo no teníamos tanto tiempo de conocernos. Ya que es la alumna de intercambio europeo, llego aquí hace un mes aproximadamente y es nativa de España, lo gracioso de esta amistad es que pienso que a Naylea se le está pegando el estilo de hablar de Priya. Ambas chicas eran sin duda muy atractivas; aunque Naylea sobresalía por su inusual tono de cabello, ¿morado? En qué pensaba esta niña. No obstante, sea de lo que sea que hablaban mis dos amigas, no podía concentrarme ya que aún sentía algo de depresión tanto por la indiferencia de Juan como su inesperada desaparición; llevaba exactamente 2 semanas faltando al instituto. Y eso era algo malo en mí, no debería importarme, debería olvidarlo y estar feliz de no topármelo. Tome la decisión de dejar esta relación toxica, pero me importa sin poder evitarlo, ahí estaba esperando por él. Nada disimulado miraba de un lado a otro para ver si en algún lugar del patio distinguía su singular silueta, pero no era así. Él no estaba.

De un momento a otro el ambiente se volvió tenso, todos comenzaron a murmurar cosas que por mis pensamientos no logre percatarme, el ruido se volvió insoportable en mi cabeza mientras Naylea me susurraba cosas que no lograba descifrar, hasta que vi de donde provenía el alboroto. Ahí estaba Javier Sáenz junto a otros dos oficiales; al parecer recién graduados de la Academia Policial de Nashville, entonces entendí los murmullos; quien no lo haría si tres oficiales jóvenes y guapos en uniforme entran en un instituto de chicas con las hormonas alteradas. Sin embargo, su presencia creaba algo distinto en mí, en aquel momento sentí un nudo en el estómago apretarse lentamente causándome dolor, mi respiración desvaneciéndose poco a poco y mi cabeza estrujarse pidiendo auxilio; instintivamente retrocedí unos pasos cuando se acercaron a mí. Y mi mente se volvió blanco cuando los escuche hablar. No me lo creía, no me lo podía creer, esto no me estaba pasando a mí, por favor, no a mí.

- Srta. Rivera, es Ud. sospechosa del presunto asesinato del joven Juan Miller, cualquier intento de escape o palabra que salga de su boca desde este momento en adelante podrá y será usado en su contra frente a los tribunales de la justicia del condado de Nashville. De esta manera le animo a colaborar con nosotros y acompañarnos voluntariamente a la estación de policía - Acotó Javier con una seguridad inusual y mirándome sin expresión alguna, fríamente, como si no me conociera.

- ¿Es broma verdad? – reaccionó Naylea – Esto es en contra de sus derechos como ciudadana – Me defendió – Ella es menor de edad – Culminó por decir, mostrando indignación y miedo.

He de admitir que estaba muy asustada como para hablar, pero mi mente estaba lucida en ese instante; o no mucho. ¿Juan muerto? Pensé. Es una broma de mal gusto, eh. Pero no hable, di un paso adelante, quería verlo, debía verlo, si Juan era un cadáver quería comprobarlo. Y les acompañe, voluntariamente. 


- ¿Pero qué haces? – Me dijo Naylea con la respiración agitada - ¿Enloqueciste? Logro articular antes de que uno de los oficiales que me escoltaban a la salida del instituto la detuviera y le dijera cosas que ignoro.

Baje un poco la cabeza no podía observarles, todos los alumnos sin excepción me miraban con gestos que en ese momento no necesitaba descifrar; seguramente me estarían juzgando como una asesina. Pero realmente a nadie le consta que Juan este realmente muerto, pensé. Pensé mal. Pero antes de salir del instituto, a unos pasos de abandonar este lugar; que en los próximos meses se convertiría en mi infierno, logre visualizar una silueta sospechosa.

Una chica de estatura media alta; quizás de un metro sesenta más o menos, estaba ahí parada atrás de los lockers del ala este del instituto, tenía una capucha negra que evitaba que su rostro fuera observado; al menos por mí. Su cabello que resaltaba por debajo de la capucha hasta por debajo de sus pechos, era de un castaño claro ondulado. Me miraba, sé que me miraba, pero no como los demás. Me miraba de una forma especial. Mi respiración de un momento a otro se volvió exageradamente agitada; si en algún momento tuve miedo, en aquel instante se había multiplicado. Lo vi en su presencia, lo sentí. Esa chica sabía de mí. Ella sabía que yo soy inocente. 

Mi distracción no fue inadvertida por Javier, quien aprisiono más mi delicado brazo entre sus fuertes manos y me susurro al oído - ¿En qué estabas pensando? – No respondí, no necesitaba responder – Investigaré – continúo hablando - y si resulta que mataste a mi primo, sufrirás las consecuencias, niña. – Su voz, oh si su voz, esto no era una simple amenaza.

Y aquí estoy yo, como la peor criminal esposada atrás del carro de la policía con su sirena encendida y tres oficiales llevándome a la Estación Policial de Starkhood, Nashville. Intranquila, el sonido de las sirenas me provoca una inevitable sensación de lagrimeo, pero no llorare, no ahora. Entonces en mi mente volvió la imagen de la castaña con capucha. Qué de ella llamó mi atención; sentí una extraña sensación cuando la vi. Como si ella supiera mejor que yo la verdad. Y la verdad es: Yo no asesiné a Juan Miller.

-Danna

Secretos bajo el lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora