Capítulo I parte II

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Mayo 3

Diez días antes de los acontecimientos que desembocaron en una tortuosa noche en la Comisaria. Como todos los sábados me levante cerca de las cinco de la mañana, tenía una cita en el gran lago Nash, era parte de mi rutina, quería terminar bien mi semana. Tres semanas atrás había tenido una pequeña discusión sin sentido con Juan; este hombre es mi perdición, lloré tanto que Naylea me hiso jurar que le dejaría; pero ahí estaba yo. Después que este hombre me ignorara por tres semanas enteras, me iba a encontrar con él en el lago; como todos los fines de semana desde hace 2 años.

Aquella mañana oscura y fría; después de tomar una rápida ducha relajante. Me dispuse a vestirme como comúnmente lo hacía para nuestros encuentros en el lago, después de tres semanas planeaba pasar un tiempo ameno con mi novio. Y fue de esta manera como aquel día salí de casa con un atuendo que resaltaba sin duda mi esbelta belleza. Lucía un short negro un poco ajustado a la cadera, una blusa a rayas negras y blancas algo larga con un top por dentro y lonas blancas.

Pedaleaba lentamente mi bicicleta mientras experimentaba el rico olor a hierba verde en el ambiente; sin tóxicos de la gran ciudad de Nashville, momentos como este valoraba el hecho de vivir en un pueblo normal con las empresas necesarias e indispensables y no en la gran ciudad donde había mínimo como cinco empresas que se dedican a lo mismo. Y donde todas tienen la misma filosofía. Dinero, sobre todo, dinero sobre responsabilidad social, dinero sobre ambiente. En cambio, aquí en el campo, las personas valoran hasta el mínimo animal, hasta el más aterrador insecto.

Entre estos pensamientos llegue al gran bosque de Nash era inmenso, sus árboles alcanzaban los tres metros y medio de altura y se distinguían bellos y frondosos en medio de la enorme vegetación que caracterizaba los alrededores del lago de Nash; había rumores locales sobre que este lugar era el hábitat de alguna clase de lobo silvestre, pero para mi ventura o desventura; según se mire, jamás me he topado con ningún animal de estos. Llegue a mi destino en aproximadamente quince minutos de haber salido de casa. Y para mi sorpresa Juan no llegaba aún. Mire mi reloj, el cual marcaba que eran la seis y cuarto. Me deslice lentamente por el árbol más cercano al lago, Toushents, así le nombramos Juan y yo hace un año y medio aproximadamente, respire profundo. Lo recordaba como ayer.

- Srta. Rivera ¿sabe por qué esta aquí? – mi paciencia iba desvaneciendo, trataba de recordar lo que sucedió aquel sábado 3 de mayo en el lago. Me hacían muchas preguntas, pero ellos no entendían una cosa. No les estoy escuchando.

Juan llego minutos después, lo mire mientras mis labios dibujaban una leve sonrisa, él me sonrió también; me dijo que yo era importante, me dijo que me amaba y que ya no quería seguir peleando. No había nadie más, solo él y yo. Me pidió perdón por lo de las últimas semanas y cualquier cosa que no haya sido solucionada en el pasado. Hicimos el amor sobre el verde pasto que rodeaba el lago. Gemí, gimió, nos complementamos, me susurro nuevamente que me amaba y me juro amor eterno. Luego me pidió perdón por cosas que iban a suceder en el futuro. No entendí, ahora entiendo. Se fue, me dejo una carta y se fue, me quede un poco más en el lago.

- Srta. Rivera, por favor colabore – repitió Peter Miller, mi cuñado; o debo decir ¿ex cuñado?

A pesar de mi evidente nerviosismo, no iba a permitir que me intimidaran; así que después de permanecer en silencio por dos horas; el tiempo que llevaba en aquel sucio y espeluznante lugar. Lo decidí. Hable, con poca seguridad, pero sin tartamudear en ningún momento. – Exijo un abogado – salió de mis labios.


- La palabra mágica – replicó el sargento Miller - Sí que eres inteligente, niña.

- Gracias - musité apenas audible - ¿Todo lo que diga se utilizara en mi contra? – pregunté sorprendiéndome tanto a mí misma como al oficial Sáenz que me observaba atentamente sentado en la silla delante de mí, y seguramente los demás oficiales de guardia que se encontraban detrás de la vidriera transparente de la pared lateral del cuarto de interrogatorios.

- Si – respondió Javier mirando detenidamente mi rostro - ¿Por qué? – preguntó, mire por sobre sus hombros un segundo dudando de lo que diría a continuación.

- Mi nombre es Danna Rivera, hija de los dueños del bufete de abogados más importante de todo el condado de Nashville – guarde unos segundos de silencios para terminar, había empezado a decirlo, no podía quedarme a la mitad – Y tengo 16 años, soy menor de edad y no veo a mis padres aquí. – sonreí – No seré yo en este cuarto la única que tendrá que rendir cuentas frente a las leyes del condado de Nashville. Exijo un abogado, AHORA- alce un poco la voz. A este punto creo que he perdido la cordura – Mientras tanto también hare mi llamada telefónica – culminé.

Peter bufo frustrado, sabía que si respondía a lo que dije se meterían en más problemas; y a pesar de la tristeza y deseos de venganza que sentía en ese momento, debía mantener la calma para guardar su posición dentro de la fuerza policial de Starkhooke. Así que salió del cuarto de interrogatorios. Mientras que Javier solo sonrió coquetamente; espera, ¿coquetamente? Me miro por unos segundos más, luego se levantó lentamente y me extendió un celular móvil. ¿Estará intervenido? Pensé. Pero es imposible estamos en Starkhooke, no en la ciudad de Nashville. Y la llamé. Llamé a mi mejor amiga.

- ¿Sí? ¿Danna? – escuche del otro lado de la línea.

- Necesito un favor – contesté

- Dime – susurró Naylea con algo de preocupación en su tono de voz. Una media sonrisa apareció en mi rostro; la cual no fue inadvertida para el oficial Sáenz, quien miraba atentamente mis expresiones desde una esquina de aquel cuartucho.

-Danna

Secretos bajo el lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora