Diez.

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Luke Hemmings 

  Desperté al sentir una ráfaga de aire helado golpearme en el rostro. Parpadeé un tanto confundido. Mis parpados pesaban a causa del cansancio, mis ojos no tardaron en acostumbrarse a la tenue luz de la fogata situada ante nosotros. Alexandra aún dormía profundamente en mi pecho, agotada e inmóvil. Dejé escapar un suspiro, el cabello de ella se agitó a causa de este.

—¿Estás... estás despierta? —mi voz escapó ronca y un tanto temblorosa. Ella no respondió. 

  Hacía tanto frío... y empeoraba con cada hora. Y tenía miedo, claro que sí. ¿Quién no estaría asustado en una situación como esta? Tragué saliva tratando de eliminar el nudo que acababa de formarse en mi garganta. Necesitaba que esto fuera un mal sueño, una pesadilla. No podía ser verdad...

  Sin poder evitarlo una vez más cerré los ojos. Me sentía agotado a pesar de apenas haberme movido en horas. El fuego aún ardía tenuemente proporcionándonos calor con sus débiles llamas. Pero no era suficiente. Escondí mi rostro en el revoltoso cabello oscuro de la chica. Mi estomago gruñía rogando por algo de comida, hacía algunas horas nos habíamos acabado las galletas. Quería reír en lugar de llorar al recordar a Ashton guardar esas cosas en mi mochila.

  Ashton... ¿Él estaría bien? 

  Negué al instante apartando esos pensamientos. Él tenía que estar bien. Debía estarlo. 

  Tragué saliva estrechando con más fuerza a la chica contra mi pecho. Tenía frío. Demasiado. La herida en mi pierna apenas sí la sentía. Cada músculo de mi cuerpo se encontraba agarrotado a causa del frío. Mis pensamientos ya no eran claros, mi cuerpo pesaba y mis ojos se nublaban a causa del cansancio. Pero no podría dormir otra vez, no en este gélido estado. 

  Las horas volaron o eso supuse. No tenía idea de si aún era de noche o si el sol había salido. Muchas horas pasaron desde el momento en que la avalancha nos arrasó. Lo único seguro era el infernal frío que nos envolvía no desaparecería y que pronto acabaría con nosotros. Relamí mis resecos labios y me aparté lo suficiente como para dirigirle una mirada a las llamas, ardían cada vez más sutiles, apagándose un poco más con cada hora. El nudo en mi garganta molestaba cada vez más. Contuve la respiración tratando de dominar todas las emociones que me abrumaban

  ¿Cómo estaría mi familia al enterarse de lo que me ocurrió? Porque estaba claro que moriríamos, era imposible escapar. Estábamos atrapados. ¿Y mi madre...? Me estremecí ante tal pensamiento. Estaría destrozada. ¿Y qué sería de la banda? ¿Qué harían los chicos sin mí? ¡Y Ashton! ¿Pudo escapar con vida? ¿Ashton estaría bien? Oh no, por favor que esté bien. Las lágrimas ya ardían en mis ojos. Ya no podía continuar fingiendo que nada me afectaba, no podía mentir más. Tantos años escondiéndome de la prensa, huir de los reporteros, relaciones desastrosas en mi vida que debía ocultar... mierda. No había sido sencillo. ¿Para qué fingir ahora? Las lágrimas resbalaban lentamente. No quería morir. Pero no había escapatoria.

  Pude notar que Alexandra se removía débilmente entre mis brazos. Me negué a que me mirara así, débil, decidí esconder mi rostro en el cuello de ella. Las lágrimas no tardaron en hacer acto de presencia, resbalando hasta caer sobre la piel de ella.

—¿Luke? —no contesté. El silencio nos rodeó por algunos instantes. Me contuve tanto como pude, dejando escapar las incontenibles, silenciosas y saladas lágrimas que resbalaban lentamente hasta caer sobre el cuello de la pelinegra. Una de sus manos llegó hasta mi cabello, acariciándolo tímidamente. Cerré los ojos con fuerza. 

𝗔𝘃𝗮𝗹𝗮𝗻𝗰𝗵𝗮 / ˡᵘᵏᵉ ʰᵉᵐᵐⁱⁿᵍˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora