NO ME DEJES CAER -Demonios de la Música #1-

#30 - Demonios de la Música *Parte Dos*

◘◘◘CAPÍTULO TREINTA◘◘◘

◄Último Capítulo►

—Gracias—replico, azorado. Me quiero levantar, pero me duele todo el cuerpo y casi no me puedo mover. La mancha se ha adueñado de mí.

—Me parece que estás malinterpretando las cosas—exclama Erick—. No te voy a salvar. Hice lo que hice, porque él me lo ordenó.

Trago saliva.

—¿ Y qué vas a hacer ahora?—pregunto, y la quemazón obliga a callarme.

Erick esboza una sonrisa estúpida y a continuación golpea las dos baquetas entre sí. Inmediatamente, los vidrios de todas las ventanas que hay en la casa estallan en pedazos, produciendo un ruido ensordecedor.

Me estremezco.

—Acabar con tu amigo—responde—. Y esperar a que te conviertas en uno de los nuestros, pero antes…

Erick se detiene porque el collar, que aún sigue flotando cerca del techo, comienza a deslizarse rumbo a la cocina. Lo hace con lentitud, como si estuviera creando un camino…, como si quisiera que lo siguiera. Respiro hondo. ¿Y si Laura tenía razón? ¿Si es Sofía que me está guiando hacia el paradero de su cuerpo?

Apoyo ambas manos en el piso, y hago un esfuerzo sobrehumano para incorporarme. Me duele todo y me cuesta respirar, pero no pienso convertirme en un Nyrond.

—¿Qué crees que vas a hacer?—me inquiere Erick al ver mi actitud—. No voy a dejar que sigas ese maldito colgante.

Sin esperar un segundo más, vuelve a agitar sus baquetas y las choca un par de veces una con otra, hasta que el piso empieza a temblar. Entonces, la pared que hay detrás de mí se derrumba, provocando que ahogue en un grito. Milagrosamente el techo se mantiene intacto.

—¿Ves lo que soy capaz de hacer?—exclama Erick, seriamente—. Si intentas perseguir esa cosa, hago que se derrumbe la cocina con tus padres en ella. ¿Está claro?

Titubeo. Mis padres están muertos, sí, es la verdad, pero quiero que al menos tengan un descanso digno. Quiero encargarme de sus sepelios y de sus entierros. No deseo que se conviertan en picadillo de escombros.

Me detengo. Estoy harto de ser amenazado.

—Te quedarás ahí, quietito, hasta que pase lo que tiene que pasar. ¿Entendiste?

Aprieto los dientes, con bronca, y asiento. Frank no ha hecho ningún movimiento desde la desaparición de Laura. Está inerte, como asustado. Lo comprendo porque yo estoy en la misma situación.

Erick se da media vuelta y analiza ambos tocadiscos. Se acerca al que tiene el disco violeta y lo toca con uno de los palos de la batería. Al instante, un sonido sordo y perturbado se propaga por la habitación. Acto seguido, el muchacho se dirige, con paso seguro, hasta el otro tocadiscos. Entonces, de la misma forma que hizo con el anterior, golpea el disco quemado con la baqueta, y éste también escupe un ruido escalofriante.

 —Y así es como todo comienza—chilla, de espaldas a mí.

La casa empieza a sacudirse, y de ambas discos brota una lluvia de líneas gruesas y grises que, formando un arco que alcanza la altura del techo, se entrelazan. Lo más sorprende es que, las líneas que salen del disco violeta, con velocidad sobrehumana, desembocan en el centro del disco quemado; y viceversa.  Es como si estuvieran compartiendo sus contenidos, uno con el otro.

Me altero.

—Exactamente—exclama Erick, y se gira, quedando frente a nosotros. Sus ojos color violeta brillan con intensidad—. La idea de Frank nos aclaró la mente.