En la oscuridad estuve,
por primera vez debo decir.
Ensombrecido, ví regularidad
en el crepúsculo,
incapaz era de ver que pasos
estaba dando hacia mi ocaso.
Profundo en el abismo,
no veía luz,
varias veces con felicidad
me alumbraron
y aún así no pude percibirla,
solo notaba en la vida
la falta de color.
Objeto del rechazo de todos me sentía,
imposible me era
captar el cariño que estaba recibiendo;
así se manifestó la falta de estima
que de mí mismo tenía,
con la creencia de que nadie
me apreciaba.
Me sentí inútil, odié mi cuerpo, me odié a mí,
bebí del dolor hasta querer la muerte.
Profundo en el abismo,
no veía luz,
pero una mano familiar
me agarró
y de allí me sacó,
obligándome a ver de nuevo
la brillantez de la vida.
Abrumado me sentí,
en un momento en el que no quería hacer,
temor me produjo el movimiento,
mas pude darme cuenta
cómo poco a poco
estaba dejando de vivir.
De la oscuridad saqué
el resto de mi cuerpo
y hacia el sol corrí,
y sigo corriendo,
buscando luz.
Admito que me canso a veces,
las sombras vuelven
a llamarme,
el dolor regresa
y ganas no tengo
de ver fulgor alguno,
mas me abstengo de detenerme,
prefiero seguir viviendo.