«En un caso hipotético», empezaba a decir Bruno, «si yo te propusiera escaparnos lejos de todo y de todos, olvidarnos del pasado y formar una nueva vida en donde solo importe nuestro amor, ¿irías conmigo?». El corazón de la mujer se alborotó, de pronto el aire se volvió denso y le provocaba un peso enorme en las costillas. «Qué cosas dices, Bruno. Sabes que no puedo». Bruno reposó en el vientre de la mujer y esta lo acarició como lo hacía con sus niños cuando estaban asustados y se refugiaban en un abrazo. Nada la enterneció más que verlo rendido entre sus brazos, su cabello liso húmedo se colaba entre la comisura de sus dedos. Era un niño. «Nunca quise creer en el amor. Era más fácil creer que solo existe en los cuentos y poemas, pero incluso en ellos se muestra como la salvación y la perdición». Mucho tiempo atrás la mujer creía lo mismo. El amor había sido una historia contada para todas las personas, menos para ella. La podía escuchar de la voz misma de sus amigas de la escuela cuando cursaba la secundaria, de sus compañeras en su primer trabajo de la vida, de amigos suicidas, de mujeres casquivanas, de gente desquiciada, de sus propios padres, de niños inexpertos. Lo que comenzó como una bella historia derivó en un chisme vulgar que ocupaba primicia a manera de un virus letal a través de las bocas de todas las personas que no fueran ella, porque había pasado gran cantidad de años sin conocer el verdadero rostro del amor. En el día más lluvioso no encontró a esa persona que le tendiera un paraguas caritativamente, a ella le tocó caminar bajo la densa lluvia llegando a su casa con los pulmones congelados. Tampoco tuvo el amor de verano en un paraje de la costa, a ella le tocó trabajar desde joven en un oficio que odió hasta la muerte.
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Anti-Vida
Teen FictionColección de cuentos sobre las falencias afectivas de las personas y la motivación a tomar determinadas decisiones.