-¡Astrid!
Alexis había despertado de su largo sueño, rodeado por paredes color avellana. Por un momento no sabía donde estaba exactamente a causa de su visión borrosa. Cuando pudo enfocar mejor la vista, descubrió que estaba en su propia habitación, vendado de las múltiples heridas de su cuerpo. Cuando quería levantarse, un dolor punzante recorría su espalda hacia todo el cuerpo, por lo tanto, debo caer su cabeza sobre la almohada, maldiciendo su incapacidad temporal. Entonces comenzó a gritar.
-¡Tía!... ¡Alguien en casa!
Pero no hubo respuesta alguna. Reviso la hora en su celular que estaba a un lado de la cama, ignoró la hora y se enfocó en el día. El cual se sorprendió al ver que era Domingo.
-Con razón no me responde nadie. Todos se fueron a rezar –Soltó un largo suspiro, sintiendo una soledad incomoda-. Soy un estúpido.
Pasaron las horas, en las que Alexis se las pasó jugando con el celular, o chateando con sus amigos que se preocupaban con el. Pero aun así, se sentía triste y lleno de ira. Quería que su vida terminara en vez de seguir viviendo, cargando con la maldición de tener un espíritu dentro de el.
-¿Porque todo esto me pasa a mi? Primero la muerte de mi abuelo y mi padre, ahora descubro que tengo un hermano gemelo… Y para el colmo, quiere asesinarme… ¡GENIAL!
Después de eso, con su brazo derecho libre, dio un puñetazo en la pared, provocando que sangrara, pero el no había sentido el dolor hasta después de unos momentos. Arrepentido de su acción, trató de dormir otro poco para calmar su ira, pero algo o alguien no lo dejó.
-Oye pequeñajo, ¿Descansaste bien? Porque si no lo hiciste, sería una desgracia para ti.
Inmediatamente reconoció la voz que provenía dentro de él mismo, se trataba de Tengu. El demonio molesto que, durante la batalla contra Iker, su hermano, casi le cuesta su vida mientras el estaba preso en su propia mente.
-No me molestes de que quieres salir para bla bla bla. Solo déjame dormir.
-Como quieras pequeñajo, pero no bajes la guardia. Porque puedo apoderarme de tu cuerpo de nuevo. –Y entonces, volvió el silencio total.
Cuando Alexis despertó unas horas después, su tía estaba sentada a un lado de la cama, tejiendo con una paciencia que, a pesar de ver a su sobrino herido gravemente, su concentración en su trabajo no mostraba puntos de inmutarse en cualquier momento.
-Me alegra que despertaras, hijo mío –La voz de la mujer era muy fina, pero un tono casi sutil-. Llevas dormido más de 3 días. Me tenias muy preocupada.
Dejó su tejido a un lado de un mueble con fotografías donde mostraba una familia feliz: Sus padres, sus tíos y su abuelo. Era el único recuerdo de ellos antes de que se partiera en muchas partes. Alexis se sorprendió mucho cuando sintió un beso cálido en el centro de su frente. Se sentía como una llama ardiente que quemaba, pero también purificaba cualquier herida mental.
-Debo irme, tengo que preparar la cena –Se dirigió a la puerta son paso rápido-. Descansa y espero que estés mejor para mañana. Tienes clases.
Cerró la puerta de golpe, mientas que sus pasos se perdían en un vacío sonoro.
(-Está enojada, lo se) -Murmuro dentro de el mismo molesto de nuevo por el incidente de hace 3 días, como lo había dicho su tía. Cuando trató de pararse por segunda vez, solamente logró sentarse en el colchón, aunque todavía se le complicaba encorvar la espalda lo suficiente. Miró su habitación, esquina tras esquina en busca de algo que le llamara la atención, pero no encontraba nada interesante en el cual enfocar su mente. Pero un susurro recorrió los oídos de Alexis, de oreja a oreja, parecía un canto o un poema, pero a juzgar por las palabras, no era una melodía dulce, sino amarga y triste.
-Veo que ya estas mejor, niño pervertido –Las palabras venían de su ventana. Era un hombre fornido, de estatura alta, piel era de color rosa pálido con un gesto temible. Cualquiera pensaría que era un ladrón o un asesino, pero a diferencia de el, permanecía en su lugar, fijando sus negros ojos en los azulados de Alexis, Fumando un cigarro y expulsando una nube de humo gris hacia fuera, para no contaminar el espacio del chico. –Perdóname por golpearte tan duro, pero pensaba que querías aprovecharte de mi hija.
-Espere un segundo –A Alexis le costó un momento para procesar la información del misterioso sujeto, mientras se acomodaba en el respaldo de su cama para evitar un nuevo episodio de dolor, observando al hombre detenidamente-. ¿Usted es el padre de Astrid?
-Si lo soy, por eso te dejé inconsciente. –Su vos era muy profunda y grave, ignorando la cara del chico-. Todos me llaman Sr. Rodríguez. Pero tu, puedes llamarme “Pesadilla”.