¿Por qué tiene que ser así?

1.7K 73 5
                                    

Aquellos dos días que pasé sin saber nada de mi vecina fueron horribles para mi. No había un segundo en el que no pensase en ella, ya incluso imaginaba cosas extrañas... Una relación entre nosotras, besos, caricias... Dios mio, ¿qué se supone que deba hacer? Tapé mi cara con las manos, era obvio que si seguía aquí tumbada en la cama sin hacer nada no iba a poder pensar en ninguna otra cosa. Me levanté e instintivamente me dirijí a la ventana, maldiciéndome segundos después por no poder hacer otra cosa mas que mirar lo que hacía. Traté de desviar la mirada, pero justo entonces vi entrar a Kat junto a Adrik, estaban discutiendo. Era tal la pelea que llevaban que desde mi posición lograba oír el ruido ahogado que se escapaba de ambas gargantas. Adrik salió de la habitación, a lo que Kat esperó bien poco para cerrar la puerta de un portazo. La escena siguiente hizo que todo mi interior se estremeciese y que incluso mi corazón llorase. Ahí estaba ella, peleándose con la almohada y mordiéndose brazos y manos para no gritar. Dolida, pegaba la nariz a la ventana mientras me aguantaba las ganas de llorar, nunca la había visto así y nunca me había sentido así. De eso pasó a pegarle puñetazos a las paredes y a tirar todos los objetos de sus muebles, rompiendo bolas de cristal, libros, figuritas y otras cosas que no supe identificar. Justo después arrancó todos sus pósters y los hizo añicos. Agarró su cabeza fuertemente, agachándose hasta sentarse en una esquina del habitáculo. Aún desde la distancia podía advertir cómo temblaba y lloraba desconsoladamente, mi pecho dolía como nunca. Quería ir a por ella, necesitaba calmarla y consolarla, pero... ¿qué hacía ahora? Presté más atención, pero solo lograba ver cómo trasteaba con algo entre sus manos, algo realmente pequeño que había sacado de... ¿un bolsillo, quizás? Entonces lo vi. Vi cómo se tumbaba despacio en el suelo, con unos brazos que al doblarlos para abrazarse a ella misma dejaron restregadas manchas rojas en el suelo. No podía más. Abrí mi ventana y, haciendo malabarismos con mi propio cuerpo, conseguí colarme en su habitación, cosa que no advirtió puesto que se había quedado dormida con los ojos llenos de lágrimas. Me acerqué y revisé sus muñecas, tenía todo el antebrazo lleno de mordiscos y cortes sangrantes. Nerviosa, volví a mi casa a por algo para curarla, siempre tratando de que mi madre no se diese cuenta de nada.  Una vez hube limpiado la sangre y desinfectado las heridas le puse cuidadosamente unas vendas, al parecer se había quedado inconsciente. Puse su cabeza sobre mi regazo y esperé a que despertase, observando el desastre. Pasada una hora más o menos empezó a removerse, haciendo muecas algunas de dolor, otras de tristeza y otras combinando ambas. Acaricié su cabeza, hacía tiempo que me dolían las piernas y ya estaban dormidas, pero no pasaba nada. A fin de cuentas ella necesitaba estar así, no me iba a pasar nada por aguantar un rato más. Como leyendo mi mente, Kat reaccionó al momento levantándose asustada. Miró a su izquierda y después a su derecha, para termirar mirándome a mi. A juzgar por la expresión de su rostro, parecía que no acababa de creerse que estaba allí.

- ¿Cómo te encuentras? - le pregunto, preocupada.

- ¿Q- q- qué haces... aquí?

- Te vi mal, así que vine a ayudarte.

- ¿Mal? Yo no necesito ayuda, nunca la he necesitado y esta vez no va a ser una excepción.

¿Por qué se había puesto tan a la defensiva? Suspiré sonoramente y cogí su mano, señalando la parte interior de su brazo.

- ¿Lo dices en serio? - dije mientras la miraba algo molesta.

Ella tan solo se sonrojó y se soltó de mi mano, apoyándose en la pared. Ladeó su cabeza mirándome triste, por lo que me acerqué y le di un abrazo.

- ¿Por qué no me cuentas lo que ha pasado?

- Es mi familia, quieren llevarse a Adrik a Rusia con ellos porque dicen que yo soy una mala influencia para el.

- ¿Y eso? ¿Desde cuando lo sabes?

- Desde esta mañana, han llamado por teléfono. Después de la gran noticia estaba demasiado extenuada como para mantener una conversación medianamente calmada, así que cuando mi hermano me preguntó lo que había pasado yo tan solo le grité y le grité. El al principio lo entendió, pero después se enfado. El quiere irse porque dice que es una gran responsabilidad para mi, que por eso tengo que andar trabajando casi todo el día, pero no entiende que si no fuese por él yo no tendría motivación para nada. Estaría tirada en la calle pidiendo limosna o algo por el estilo. Joder, no sé qué hacer. Lo es todo para mi, Daice...

Nada más terminar de hablar recayó de nuevo en el llanto.

- Tranquila, ¿quieres que hable yo con él? - pasaba mi mano por su pelo una y otra vez para calmarla.

- No... Ya hablare yo con él...

- Como quieras. Pero... ¿por qué a Rusia?

- Somos de Rusia, pero nosotros dos estamos aquí porque cuando Adrik le confesó a nuestros padres que era gay ellos empezaron a marginarlo. Por eso y por otros asuntos que pasaron entre mi padre y yo nos fuimos a Londres con nuestra abuela. Cuando ella murió nos fuimos de allí también, y ahora estamos aquí.

- Dios mio...

Nos quedamos un rato calladas, hasta que nos decidimos a ordenar un poco todo eso. La mayoría de las cosas tuvimos que tirarlas a la basura, pero acabó quedandose todo bien. No como antes, pero por lo menos ya se podía andar .

- Ya es tarde, tengo que irme a mi casa. Mañana hablaremos más y más calmadamente, ¿de acuerdo?

- Esta bien. Es gracioso, pareces bastante mas mayor que yo algunas veces. Estás muy mona cuando te pones madura.

Oh, dios. Acababa de decir que era mona. No podía hablar, tan solo podía sonrojarme más y más, hasta que acabé por taparme la cara con las manos. Kat se limitaba a sonreírme, algo sonrojada también, mientras me acompañaba a la puerta.

- Bueno, yo me voy a hacer algo de cenar. Hasta mañana.

Me dió un beso en la mejilla, que me dejó completamente petrificada. Miré a Kat con los ojos como platos mientras me tocaba la mejilla, realmente tenía unos labios suaves. Ella se acercó más, y más, y más. A dos centímetros de mi boca, nuestros alientos se chocaban y nuestros ojos se miraban. Se volvió a acercar, juntando nuestros labios. Uno, dos, tres besos antes de que su lengua rozase mis labios, a lo que la empujé suavemente.

- Creo... creo que no estoy preparada para tantas emociones en un mismo dia...

- Vaya, que pena - dijo dedicándome una media sonrisa -. Aquella vez que me quedé dormida en la mesa no pensabas lo mismo.

Me volví a sonrojar a más no poder, ¡no estaba dormida cuando la besé! Bajé mi cabeza, a lo que ella me revolvió el pelo y solto una de sus risas tan angelicales.

- No te preocupes, iremos a tu ritmo, pequeña.

Y se fué. Yo entré a mi casa, me metí en mi habitación sin cenar, acurrucándome entre las sábanas. Tenían razón. Sí que era hermoso el amor.

Mi Querida Vecina (Lesbianas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora