Extraños sentimientos

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Me levanté con la cabeza como un bombo, creo que fueron demasiadas horas jugando a la consola. Por la tarde habíamos vuelto a quedar, ya que Kat trabajaba y Adrik no tenía ganas de quedarse solo en casa, esta vez no jugaría tanto. Tienen una habitación solamente ocupada por libros, le echaré un vistazo y veré si me pueden dejar alguno que me interese (que por la coincidencia en gustos deben de ser muchos).

- ¡Hija, baja! ¡Parece que tienes visita!

¿Visita? Pero si yo apenas tenía amigos, y casi todos eran de internet. Extrañada, bajé las escaleras mientras bebía un vaso de agua, me había tomado una pastilla para los dolores de cabeza. En la puerta pude ver a Kat, algo nerviosa y bastante arreglada con una camisa abierta (obviamente llevaba otra debajo), unos vaqueros y unas Vans. Se había arreglado el pelo de una manera diferente a la de ayer, esta vez este estaba ondulado y con el flequillo bien situado. Con laca, me imagino, puesto que no se movía del sitio cuando ladeaba la cabeza al hablar. También se había pintado los ojos y los labios de negro, estaba realmente hermosa así. Me acerqué con el vaso vacío aún en la mano y la saludé alegremente.

- ¡Hola! ¿Qué haces por aquí?

- Pues estaba comentándole a tu madre que esta tarde hay una fiesta a la que me gustaría que vinieses puesto que va a ir gente muy guay, amigos míos y eso. Aunque por lo visto la idea no la convence mucho que digamos.

- Pues no, no me hace mucha gracia que una tía de diecinueve años hecha y derecha se lleve a mi hija menor de edad a una de sus fiestas con sus amigos que también serán mayores - respondió mi madre algo molesta.

- ¿Qué? Venga ya, mama. Si a venido y te lo ha dicho es porque no puede ser nada malo, se habría quedado callada.

- Exacto, señora. La verdad es que no todos mis amigos son mayores, irá mi hermano y toda su pandilla. Ellos solos ya se juntan en trece niños de la edad de su hija. Luego está la mía en la que la mayoría tienen hermanos más pequeños que van a ir, por lo que no habrá nada de alcohol, lo prometo - se defendió Kat.

- Bueno, si dices que van a ir bastantes niños como la mía... - mi madre empezaba a dejarse convencer - . ¿Y no habrán ni alcohol, ni drogas ni nada de eso?

- Le aseguro que no, señora.

Entonces mi madre me miró, interrogante, giró la cabeza para observar a Kat de arriba a abajo y luego me volvió a mirar. Con un largo suspiro, acabó cediendo, lo que me alegró muchísimo. Sin perder ni un segundo, corrí a mi habitación y me vestí lo mejor que supe, me arreglé el pelo y volví con la peliazul, que me esperaba impaciente.

- ¿Vamos a ir en eso? - pregunté al ver su moto.

- Claro. ¿Acaso te dan miedo? - dijo soltando una risa suave, como la de un ángel.

- En absoluto.

Dicho esto me monté en el vehículo de un salto, procurando que pareciese que lo había hecho más veces. Ella tan solo sonrió y se subió delante mia. Al cabo de un cuarto de hora aproximadamente llegamos a una casa bastante grande de la cual se escapaba el sonido de la música heavy puesta a todo lo que los altavoces daban. Tuvimos que tocar unas cuatro veces hasta que por fin nos escucharon y nos permitieron el paso, abriendo la puerta. Dios, allí dentro todo era genial. Grupos de chicos y chicas de todas las edades hablando, bailando o jugando, repartidos por toda la casa. Anduvimos hasta que un chico le rodeó el cuello con un brazo, revolviéndole el pelo. En respuesta, ella tan solo le insultó cariñosamente, dándole un puñetazo suave en el brazo.

- ¿Quién es esta niña? ¿Es la vecina de la que me habías hablado o qué? - cuestionó mirándome de arriba a abajo.

- Exacto. Quiero que me la trateis bien, es la primera vez que viene a una de las fiestas de Mikah. ¿Entendido?

- Por supuesto, mi señora - y soltó una risa sonora -. Aunque la verdad, no sé si podré resistirme a la tentación. Debo admitir que está bastante buena para su edad.

Sin poder evitarlo me sonrojé, pero un escalofrio recorrió toda mi espina dorsal. No me gustaba ese tipo, quería alejarme de él, o que por lo menos Kat dejase de mirarle de esa forma tan... romántica.

- Hey, hey, hey. Cuidadito con lo que dices, no vaya a ser que tenga que partirte la boca de un puñetazo. No ha venido a hacer nada de eso, y mucho menos contigo. Como se te ocurra tan siquiera tocarle un pelo. Que quede bien claro que no puede tomar alcohol ni puede fumar - en el tono de su voz se podía advertir perfectamente el enfado, y se había quitado su brazo del hombro para poner sus manos en mis hombros.

El tan solo levantó las manos y se fué, dejándonos solas de nuevo.

- ¿No dijiste que no había alcohol? - pregunté.

- Tenia que decirle algo a tu madre, joder. Tenía muchas ganas de que vinieses, siempre nos lo pasamos genial.

- Bueno, no importa mucho tampoco. ¿Y tu hermano?

- Por ahí tiene que estar, con su grupo de emos raros. Tampoco es muy difícil verle con el pelo que me lleva.

Justo entonces me abrazaron por detrás, a lo que me giré, sobresaltada. Iba a soltarle una bofetada, menos mal que vi a tiempo que se trataba de Adrik.

- Dios, ¡que susto me has dado!

- Jajajaja, no mujer si soy yo. Anda, Kat, te la robo un momento que voy a presentarle a mis amigos.

Y sin darme tiempo a reaccionar tiró de mi y me llevó por entre la gente. Pasé unas cuantas horas hablando con ellos hasta que les llegó la hora y tuvieron que irse. Después de eso Adrik y yo nos fuimos a tratar de encontrar a su hermana entre todo aquel gentío. Estaba sentada en un círculo de chicos y chicas de mas o menos su edad. Al poco tiempo de verla me divisó y me invitó a sentarme a su lado, estaba algo borracha. A medida que pasaban los minutos la borrachera iba siendo más presente en ella, y yo ya había probado de todas las bebidas que habían allí. Habían sido sorbos, pero eran tantas que ya empezaba a sentirme un poco mareada. Kat en cambio estaba borracha, si, pero estaba totalmente bajo control, se ve que había bebido cientos de veces ya. Vi cómo se encendía un cigarro, y para mi sorpresa me ofreció una calada. Tosí nada mas sentir el humo en mi garganta, pero tampoco era del todo desagradable. Sonrió y me miró tiernamente, aunque en sus ojos pude percibir cierta tristeza. Nos retiramos a una esquina de la casa para que se le bajase un poco el alcohol y de paso a mi también, ella ya comenzaba a mostrarse algo depresiva.

- Perdona, pequeña. No debí de haberte permitido probar nada de eso... Soy una mierda de persona, no puedo mantener ni mi palabra.

- No te preocupes, no estoy tan mal. No creo que mi madre se de cuenta. Aparte, no pienso delatarte.

- Eso esta bien... Solo... Cuidado...

- ¿Cuidado? ¿Con quién? ¿Con mi madre?

- Cuidado conmigo. Te puedo hacer cosas muy malas y llevarte por el mal camino...

- ¿De qué hablas? Ya veo que has bebido demasiado.

- Estoy perfectamente lúcida y lo sabes, pequeña. ¿Sabes? Tu... Tu me gustas. Soy mayor, por lo que no puede haber nada serio. Además, probablemente eres hetero. Aún así no quiero acabar en la cárcel por un caso de pedofilia, soy demasiado joven para eso.

Después de oir lo de me gustas algo se revolvió en mi, creando una sensación agradable que empezaba a comprender.

- ¿De qué hablas? Ya es seguro que está empezando a afectarte. Voy a avisar a alguno de tus amigos a ver si pueden llevarnos en coche con la moto o algo.

- Lo que sea... - empezaba a quedarse dormida con la barbilla apoyada en la mano -. Solo no olvides eso.

Después de aquello no volvimos a hablar en dos días enteros, y yo no pude parar de pensar en ella y en las palabras que salieron de su boca. Su boca. Sus labios carnosos y rosados, los labios que probé en cuanto se quedó dormida en la mesa... Ya no había duda, me estaba enamorando de mi vecina.




Bueno, bueno, bueno... Esta ha sido la tercera parte, bastante más extensa. Como siempre, comentad lo que os ha parecido y lo que puedo mejorar, lo agradecería muchísimo. Eso ha sido todo por ahora, ¡chau!

Mi Querida Vecina (Lesbianas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora