Capítulo 27

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Jaebum no supo si él estaba exagerando o si realmente Youngjae se había quedado en silencio por más de tres minutos. ¿Lo estaba mirando? Se preguntó sin atreverse a abrir los ojos, no quería recibir esa mirada juzgadora que debía estarle dirigiendo Youngjae, se moriría en bien le viera.

—¿Esperas que te deje y me marche sin saber más de ti? —la voz del castaño salió ronca, como si estuviese tragándose las lágrimas—. ¿Existe alguna razón para que lo hayas hecho? Tu corazón es demasiado bueno como para asesinar sin causa alguna, o dime, ¿me estoy equivocando? —el mayor permaneció en silencio—. ¡Respóndeme, Jaebum, dime que no me estoy equivocando! —exigió—, mírame, deja de evadir mi mirada, ¿por qué los has matado? —lo tomó del mentón con fuerza.

Jaebum al fin abrió los ojos, encontrándose con la mirada triste y llena de lágrimas de Youngjae. El menor lo soltó y se sentó con sus piernas cruzadas y sus manos temblorosas fuertemente empuñadas.

—¿De verdad crees que existe una razón? —preguntó mirándolo a los ojos de vez en cuando, le era imposible hacerlo, y más cuando notó que Youngjae hacía tanta fuerza para no ponerse a llorar frente a él.

—No preguntes algo que ya mencioné, ¡estoy siendo sincero! —exclamó—. ¡Necesito que tú lo seas conmigo, maldita sea! —exclamó con su voz entrecortada mientras golpeaba el colchón con sus puños. Su rostro estaba rojo, al igual que sus ojos, los cuales se negaban a dejar escapar sus lágrimas.

—Fui obligado a hacerlo —musitó, Youngjae estaba haciéndose el fuerte al no llorar, pero Jaebum no podía hacerlo. Sus lágrimas bajaron por sus mejillas como un río, mucho peor que el día anterior cuando vio a su novio despertar.

Youngjae creyó que un par de manos imaginarias agarraban su alma y la rasgaban en miles de pedazos pequeños, pues a pesar de no ser la primera vez, él nunca estaría preparado para ver a Jaebum llorar.

—Voy a escucharte hasta el final —profirió el menor, conteniéndose para no aferrarse a él y consolarlo. Se sentía desgarrado por dentro, quería decirle que todo estaría bien, pero primero debía escucharlo todo.

—B-bien —balbuceó el moreno y tomó un poco de aire antes de continuar—. Todo comenzó cuando tenía seis años, iba caminando junto a mi madre, ambos estábamos felices porque era mi primer día de clases —Jaebum se detuvo, como si de su boca no pudiese salir alguna palabra más pero se obligó a continuar—. Las cosas sucedieron muy rápido, cuando me di cuenta, m-mamá... estaba tendida en el suelo, estaba muerta —su voz se entrecortó y enormes lágrimas bajaron por sus mejillas. Youngjae pensó que aquello era algo horrible, dejando al fin salir sus lágrimas, él conocía aquel dolor a la perfección, él también había perdido a su familia—, no pude despedirme de ella, alguien le disparó de manera certera, acabando con su vida en un par de segundos. Arrancando de mí al ser más precioso ante mis ojos.

—¿E-entonces decidiste tomar venganza? —preguntó al ver que Jaebum no continuaba. Éste se sentó frente a él, con su cuerpo encorvado como si de esa forma pudiera cubrir sus lágrimas y los hipidos.

—No —negó sin mirarle—, todo no termina ahí. Yo no tuve la oportunidad de acercarme a ella, unos hombres me tomaron y me metieron en una camioneta negra, llevándome a una base militar fuera de la ciudad. Allí me encontré con todos esos chicos que son como hermanos para mí, todos habían sido sacados de la calidez de sus hogares, arrebatándoles el amor de sus madres... todo por culpa de un programa creado por mi padre —Youngjae ahogó un pequeño grito lleno de impresión. ¿Cómo un padre podía ser tan despiadado? Imaginó con tristeza al pequeño Jaebum y a sus amigos, pensando en lo asustados que debieron haber estado.

MörderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora