Catorce.

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Un cosquilleo incesante mezclándose con cierto ardor, placer y sudor; voces alzándose y besos repitiéndose, esa fue la cena de esa noche. 




Al día siguiente, Sehun despertó primero que Jongin, pegado a él. Al estar consciente del todo, se encontró con una extraña sensación, y no, no era hambre.

Nunca había dormido con alguien, o por lo menos no lo recordaba.

Notó que sus piernas estaban entrelazadas, que le abrazaba a lo flojo, y que los cabellos negros rozaban su pecho al igual que la débil respiración que entonces Jongin brindaba. Un desastre se hacía con las cobijas encima y muy levemente, la luz del sol les pegaba desde el ventanal, atravesando las cortinas. Jongin se veía tan tranquilo, tan en paz, que Sehun ni se movió por no querer despertarlo. Le observó, quieto, pestañeando, sintiendo la temperatura corporal ajena, y aunque lo único que podía ver era la cabeza del menor desde arriba debido a la posición, todos aquellos detalles, en compañía de los recuerdos del día anterior, le hicieron sentirse querido. Bastante. Y vaya cosa rara era la susodicha sensación; cálida, amena y reconfortante. Sentirse querido no debía compararse a lo que mostraban en la televisión, en las novelas o en las películas, él conocía esos artículos mediocres y ninguno contó con la capacidad de darle, siquiera, una pista de lo que realmente se sentía.

Cualquiera saldría a decir que Sehun exageraba al afirmar lo anterior, no obstante, ha de considerarse que él estaba enamorado, y para un enamorado, no hay nada más impresionante que hallarse correspondido. Sehun se sintió amado como nunca antes en aquella intimidad, y eso es lo que vuelve a una persona loca y contenta a la vez.

—Despiértate —pidió al fin, perdiendo ante sus ganas al moverse—. Despierta y dame un beso, Jongin.

Lo estrechó entre sus brazos y lo apretó con sus piernas. Obvio el moreno se despertó perdido, mas se ubicó rápido, murmurando para corresponderle el gesto, apretándole también, y ahorrándose el mal chiste que se le ocurrió sobre el mal aliento y ese que preguntaba "¿qué pasó ayer?".

Cuando salieron de la posada, literalmente confiaban que podrían hacerle frente al mundo entero. Fueron de las manos hasta la parada de autobús y se regresaron a los cinco minutos pues decidieron caminar en vez. Escucharon a unas cuantas personas hablar por el camino, lo usual, se rieron de ellas, y luego las hicieron escandalizar cuando Jongin besó la mejilla del castaño sin ningún disimulo y este cantó victoria para sus adentros.




*****



Pasaron días. El viernes, Seohyun recogió sus cosas temprano del salón de baile, ató un lazo dorado en su cabello sin ningún esfuerzo, y se miró reflejada en uno de los espejos más grandes del lugar. Varias chicas le acompañaban, y risueñas, planeaban reunirse para acomodarse el día del matrimonio de la madre de su amiga. Al parecer había invitado a unas tres al evento que se convirtió en expectativa para el pueblo.

Ella le pidió a las otras que la esperaran un rato y salió con su mochila deportiva guindando del hombro. Parecía buscar algo, o a alguien, y cuando lo encontró, mantuvo su expresión igual de seria, por un instante asemejándose a su hermano mayor.

—¿Me acompañas un segundo? —musitó al muchacho que venía de hablar con la profesora Soojung. Este se extrañó y la curiosidad rayó su cara.

Caminó detrás de la jovencita hasta las bancas del frente, sin salir de la institución, y allí, antes de esta sentarse, le preguntó:

—¿Vas a terminar con mi hermano?

CRUSH ✧ kaihunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora