El descubrimiento

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"Esto en realidad no es un sueño, Teófilo, esto fue real..."

Las palabras resonaban en su mente.

"Fue real... es real"

El chico estaba de espaldas en el suelo desde que Juan lo había tirado ahí. Respiraba entrecortado todavía.

A su lado, un aterrado Juan II el Bueno intentaba comunicarse con sus amigos. Estaban en un lugar donde no había cobertura telefónica y eran las cinco de la mañana.

Por fin, el chico logró recomponerse y pudo articular unas palabras.

-Juan... Juan -dijo.

-Espera, intento llamar a Leo. Y no tengo señal. Espera aquí, te subiré al auto y te llevaré al hospital otra vez.

-No, Juan... estoy bien -dijo Teófilo, consciente de que en realidad no lo estaba.

-No estás bien. Te asfixiabas otra vez. Gemías en sueños. Y repetías un nombre...

-¿Qué nombre?

-Femi... Eufemia. No dejabas de decir esas dos palabras, desesperadamente.

¿Eufemia?

-¿Eufemia? Yo no recuerdo a ninguna Eufemia... pero... ¿Conoces tú a alguna Eufemia?

-No... yo tengo un primo lejano, Constantino Comneno. Él me dijo que conoció a una Eufemia. Hace poco me contó que ella había desaparecido... creo. No recuerdo, pero algo le había pasado.

-Juan... por favor, no me lleves al hospital. No me dejes solo. Acompáñame. Bueno, ya, no estaré bien, pero no me lleves allá de nuevo.

Su amigo aceptó.

-Iremos a mi casa. Pero, al llegar allá, me contarás lo que acabas de soñar.

Cuando Juan ayudó a Teófilo a levantarse, y el chico pudo ver dónde se hallaba, no pudo reprimir un suspiro de desesperación.

Estaba en el camino de tierra de su sueño.

-Juan II, vámonos rápido de aquí.

-¿Qué?

-¡Por favor vámonos!

**

-No volverá a pasar, lo sé, lo siento. Hoy en la tarde voy a ir. No, por favor, Justiniano, no me despidas, es que... nos perdimos, y recién en la mañana tuvimos señal. Y además volvió a asfixiarse.

Teófilo escuchó la respuesta de Justiniano desde el dormitorio de Juan, el chico lo tenía en altavoz. Cuando hubo luz, ambos pudieron devolverse con tranquilidad a la ciudad y fueron a la casa del primero.

-No, Juan, no te despediré, tranquilo. ¿Llevaste a Teófilo al hospital?

-No... no, está en mi casa. Lo estoy cuidando por hoy.

-Bien, mándale nuestros saludos y que se recupere.

El emperador se dirigió a la pieza tras colgar la llamada.

-Justiniano el Viejo no nos despedirá -sonrió.

Pero Teófilo no compartió su alegría. Se veía triste otra vez. Lo que le recordó algo.

-Tu sueño. Cuéntame tu sueño.

Tras un rato, dubitativo, le contó todo. Juan lo escuchó atentamente.

-Y... mi último sueño... íbamos en un bus en un puente sobre el mar... chocábamos, ella... ella caía al mar... estaba embarazada...

-¿Es el mismo sueño del otro día? -recordó su amigo.

Los sueños de TeófiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora