-¡Hola! -dijo Juan II el Bueno, apenas entró a la sala, un par de horas después. Teófilo, con ropa diferente y sábanas limpias, lo recibió con un amago de sonrisa que desapareció al instante.
-¿Por qué tan triste? -le preguntó su amigo.
Teófilo esperó a que estuviera bien cerca para decirle.
-Tuve una pesadilla, y mojé las sábanas sin querer -explicó. Sin duda, ese desafortunado suceso aún lo hacía sentir incómodo y de nuevo se mordió los labios, pues algo de dignidad quería mantener.
-¿Una pesadilla? -dijo un intrigado Juan, mirando fijamente sus manos posadas en su regazo- ¿Qué soñaste?
El emperador tardó un poco en responder.
-Soñé... que... iba en un autobús sobre un puente -dijo- Iba con una chica. Se llamaba Eufemia. Y el autobús chocó... y ella desaparecía, me decían que había muerto. Pero algo me dice que esto no es nuevo...
Su amigo escuchó. Eufemia... le sonaba ese nombre. Extraño.
-¿Era acaso el puente de la conurbación de esta ciudad que está sobre el mar? -preguntó.
-No recuerdo bien -dijo Teófilo.
-Bueno -dijo Juan, cambiando el tema- ¿Te darán el alta hoy?
-Sí -dijo el chico.
-Recién saqué mi licencia de conducir y vine en mi auto. Yo te llevaré.
Aquello le arrancó una sonrisa al chico.
-Gracias -dijo.
**
Iban a dar a Teófilo de alta en la tarde. Y le dieron permiso a Juan para acompañarlo todo el día.
A la hora de almuerzo, una enfermera llegó con un plato de sopa y se la sirvió. El chico tomó la cuchara y empezó a darle pequeños sorbos.
-Hay algo que siempre he deseado hacer y que con mis hermanos menores no he podido -dijo Juan.
Teófilo levantó la vista de la sopa.
-¿Qué cosa? -preguntó.
-Quiero darte sopa en la boca como un avioncito.
-Ya estoy mayor para eso -dijo Teófilo cortante.
-¿Cuántos años tienes?
-18 -resopló, volviendo a centrar su atención en la sopa.
-Yo también. Somos los menores que trabajamos en el restaurant.
-¿Cómo sabes eso? -Teófilo levantó la mirada.
-Por ejemplo, Justiniano tiene 29. Es un viejote -rió Juan.
-Viejo -repitió el emperador.
-Vamos. Déjame darte sopa en la boca. Mojas la cama, eres un niño -le dijo Juan en tono de broma.
Teófilo se lo tomó con humor. Accedió. Movió el plato con sopa hacia donde estaba Juan, el chico llenó la cuchara, la levantó y la acercó a su boca.
-Avioncito -dijo a punto de explotar de tanto reír.
Teófilo, también apenas conteniendo las carcajadas, recibió la cuchara. Juan estalló de la risa.
Siguieron haciéndolo, hasta que ya no quedaba más sopa.
-Ya basta. Parecemos novios -dijo Teófilo.
-Cierto -se sonrojó Juan.
**
Teófilo y Juan esperaron a que le dieran el alta toda la tarde. Jugaron juegos de celular, luego intentaron dormir, y alrededor de las ocho de la noche, le dieron el alta.
Salieron del hospital cuando ya estaba bien oscuro y se dirigieron al estacionamiento. Llegaron junto a un autito sport que estaba estacionado casi al final, entre unas plantas. Teófilo subió al asiento de copiloto y Juan al de conductor.
-¿Dónde iremos?
-A mi casa.
Wow.
-Hey, y una cosa, para serte bien sincero. Te quería advertir que no conduzco tan bien.
-¿Es una broma? -preguntó el otro chico.
-No... es que acabo de sacar mi licencia y... sólo te decía. Además, mi vista no es muy buena. Soy miope. No te mojes si nos perdemos -dijo Juan, riendo.
-No me voy a mojar -dijo Teófilo, sin evitar reír. Ahora aquel asunto le daba risa. El emperador sonrió y miró hacia adelante. El conductor dobló una esquina y dio en un camino apartado de las avenidas principales, un caminito lleno de casas de adobe que parecían abandonadas.
-¿Vives por aquí?
-No... espera, creo que me metí en una calle distinta a la mía... yo vivo en un edificio muy alto -dijo Juan.
Seguían avanzando, y el camino iba haciéndose más y más oscuro. Apenas se atisbaban las luces del auto.
Tras un rato, disminuyeron un poco la velocidad. Juan se había confundido de calle y ahora no sabía dónde estaba.
-Espera... creo que nos perdimos -dijo el otro chico.
-Vamos, Juan el Bueno, no te hagas.
-Es en serio. Nos hemos perdido.
Solamente avanzaban, sin rumbo. Por un largo trecho, Teófilo intentó disuadirlo de seguir. El chico miope apenas veía. No veía ningún lugar para estacionarse.
-¡Para el auto! ¡Es lo más lógico!
-¡No sé dónde parar! -dijo Juan.
-¡Sólo para! -dijo Teófilo, intentando tomar el volante.
AL fin, el emperador Comneno se hizo a un lado y estacionó el auto.
-¿Dónde estamos? -dijo el copiloto. Estaba totalmente oscuro. No veía nada.
-No lo sé -respondió Juan. Se agachó, tocó el suelo y luego se levantó- Un camino de tierra.
-¿De... tierra? -Teófilo sintió un repentino escalofrío que logró dominar apenas.
-No veo nada.
-Volvamos al auto -sugirió el chico, asustado de repente.
-¿Y si dormimos en el auto? Mañana descubriremos donde estamos -dijo Juan.
Teófilo, dubitativo, sólo aceptó.
Es un camino de tierra. Espero que no sea el camino que creo que es...
ESTÁS LEYENDO
Los sueños de Teófilo
ParanormalEl emperador Teófilo es un chico normal, no tiene secretos, ni muchos amigos, ni experiencias adolescentes memorables. Su única extravagancia es su obsesión por comer hielo y tomar bebidas heladas y granizados. Pero no sabe que alguien -un ente del...