La confesión

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Teófilo se acomodó. Intentaba aparentar que no, pero estaba muerto de frío. Y no quería dormir ahí, en el auto de Juan. Se sentía muy inseguro.

-¿Estás bien en esa posición? -le preguntó el otro chico.

-S-sí.

-Buenas noches entonces.

-Buenas noches -repitió Teófilo, y cerró los ojos, intentando dormir.

**

Teófilo no pensaba en nada más que no fuera correr. Sabía que iba por un camino de tierra vacío, con unos pocos árboles flanqueando sus costados.

Pero no iba desesperado. De hecho, él era el persecutor en esta ocasión.

¿Y a quién buscaba?

Teófilo sabía que la persona a la que perseguía solía tomar el autobús para ir a su casa en aquel lugar. Si no iba rápido, no la iba a alcanzar. Corrió más rápido. Sintió el viento en su cara mezclado con la alegría de ese momento, y sus dedos presionaron con más fuerza el ramo de flores rosadas que llevaba en la mano.

¿Y quién iba a recibir ese ramo?

Teófilo sólo corrió. Y al fin, la vio.

Al costado del camino esperaba una chica de pelo liso, largo y sedoso, ojos cafés y una radiante sonrisa. El muchacho sonrió al localizar su objetivo.

Ella también sonrió al verlo. Por fin, alguien conocido en ese lugar árido y nostálgico.

Teo! -dijo ella.

El chico jadeó al llegar al lado de ella. La carrera había sido muy agitada y él no solía correr mucho así, de ese modo tan desaforado.

-¡Al fin! Espera... te quería decir algo -dijo él, sintiendo sus mejillas rojas a la par que escondía el ramo detrás de su espalda.

Ella lo miró mientras sonreía con esa sonrisa que lo embelesaba.

-Bueno, quería decirte... -tartamudeó Teófilo, bajando los ojos- quería decirte... que... me gustas.

-¿En serio? -inquirió ella.

Teófilo le mostró el ramito de flores que llevaba.

-Desde hace mucho, Femi. Te amo -suspiró él.

Ella, con un pequeño grito de alegría, recibió el ramo y lo abrazó contra su pecho.

-¡Teófilo! No sé que decir. ¡Es primera vez que alguien se me declara...!

-¿En serio? ¿Cómo si tú eres tan linda e inteligente?

Ella saltó de emoción. Lo abrazó, sin contener la alegría. Teófilo, que también le había gustado en secreto a ella desde hacía tanto rato...

-¿Y, entonces... aceptas?

-¡Pues claro... que sí!

Teófilo no cabía en sí de felicidad. Se besaron, ahí mismo, a orillas de un lúgubre camino de tierra...

~~

Juan II despertó a medias. Lo habían despertado unos gemidos lastimeros. Se giró, pensando que podría ser su amigo. Pero el chico estaba profundamente dormido. Volvió a girarse a su posición anterior y se durmió otra vez.

~~

Teófilo se vio a sí mismo otra vez. Estaba en un baño. Un baño de una casa que no conocía. Afuera se oía una enorme algarabía, una fiesta, al parecer. La puerta del baño estaba cerrada con pestillo. Frente a él, la misma chica del camino de tierra, apoyada en el lavamanos, desnuda.

Los sueños de TeófiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora