Teófilo despertó sobresaltado. Todo estaba oscuro y tranquilo en la sala del hospital. Era ya de madrugada. Afuera, por la ventana, se veían las luces de la ciudad. La actividad de la ciudad no dormía. Y Teófilo, tampoco.
Debo ir al baño.
Se incorporó en la camilla. Necesitaba ir al baño, tenía sed y ahí era el único lugar donde podía obtener agua. Pero descubrió que no podía levantarse. Estaba con suero, además de que sentía las piernas como gelatina.
No quería importunar a la enfermera y despertar a sus compañeros de pieza, pero se vio obligado a apretar el pequeño botón que tenía en su mesita de noche para comunicarse con ella.
Pasados unos segundos, llegó ella.
-¿Necesitas algo? -le preguntó, caminando hacia su cama.
-Quiero ir al baño.
-Bueno. Yo te ayudo -dijo ella, y lo ayudó a la par que movía el pedestal del suero.
Teófilo logró (con ayuda) bajar de la cama. Caminó lentamente hacia el baño y cerró la puerta detrás de sí. Encontró el interruptor, lo encendió y el baño se iluminó de manera casi instantánea, lo que hizo que el emperador parpadeara, encandilado. Se quedó un buen rato así, quieto, antes de beber agua.
De repente sintió un dolor punzante en la pierna izquierda. Con dificultad, se agachó, buscando en vano la zona que le dolía. Raro, nunca le había dolido así la pierna.
¿O sí?
Teófilo dejó de pensar en eso y de prestarle atención a su pierna y abrió la llave del lavamanos para beber agua.
Cuando hubo saciado su sed, la enfermera tocó la puerta del baño.
-¿Estás listo? -le preguntó.
-Ya voy -y salió del baño, ayudado por la enfermera, quien lo guió hasta su cama.
Cuando llegó, se acostó y cerró los ojos. Se sentía tranquilo. Se quedó dormido otra vez, por fin. Lo último que vio antes de caer en los brazos de Morfeo fue la absoluta oscuridad de tener los ojos cerrados.
**
La negrura que veía, con los ojos cerrados en la noche, fue mutando lentamente y se iluminó. Teófilo poco a poco empezó a ver imágenes, al principio borrosas, luego de forma cada vez más clara y nítida. Veía un hermoso cielo despejado, y con sol. Bajo el sol, una franja café configuraba su forma hasta transformarse en la imagen de un puente de unión de una conurbación sobre el mar, poblado de automóviles que cruzaban de un lado a otro.
De repente, el chico se vio a sí mismo en ese escenario. Iba en un autobús que iba muy rápido, lleno de gente, sentado al lado de... ¿una chica?
Teófilo tuvo la sensación de haber vivido ese momento antes.
Iba relajado junto a la chica, no recordaba quién era ella, pero por algún motivo le había cedido el asiento de la ventana y ella iba mirando fascinada el mar. Él iba mirándola. Ella tenía pelo liso, largo y sedoso, ojos cafés y una radiante sonrisa.
Hasta que de repente el autobús patinó y ambos oyeron un grito agudo de una señora que iba atrás.
-¿Qué ocurre? -la chica se agarró súbitamente a Teófilo.
-No sé -dijo él.
Teófilo empezó a acariciar el pelo sedoso de la asustada chica, tranquilizándola. El autobús patinó de nuevo, esta vez más fuerte. Casi todos los pasajeros gritaron. Él dio un respingo. La chica ocultó su rostro en su regazo.
-Teo... ¡vamos a chocar! ¡El autobús va muy rápido!
-No te preocupes, Eufemia. Iré adelante a decirle al conductor que baje la velocidad.
Teófilo se levantó y caminó (con cuidado de no caer) hacia delante, donde estaba el conductor.
-Señor, le quería pedir -empezó con cortesía- si podía bajar la ve...
No pudo terminar la oración porque súbitamente el autobús resbaló y chocó contra otro auto que iba en sentido contrario, con tanta fuerza que se cayó y se golpeó la cabeza.
El autobús se volcó bruscamente y siguió avanzando impulsado por la inercia. Los pasajeros empezaron a gritar desesperados en cuanto vieron que se acercaba al borde del puente...
-¡Teo! ¡Teo! -lo llamaba en vano Eufemia.
El autobús se detuvo y chocó nuevamente, esta vez contra las vigas del puente. Iba con tanta fuerza que las rompió y como tenía los vidrios rotos por el arrastre, la mayoría de las personas que iban sentadas en la ventana cayeron al mar...
Teófilo abrió los ojos, con lentitud, buscando a Eufemia.
No la veía. Los pasajeros intentaban salir del volcado bus y lo pisaban entre medio...
Se levantó a buscarla, pero en ese momento, una explosión -de la gasolina que iba atrás- se lo impidió... no pudo ir a buscar a Eufemia. Ella había caído al mar.
El humo empezó a ahogarlo, y él seguía dentro del autobús, buscando con la mirada a Eufemia. Sintió un dolor cortante en la pierna izquierda. Algo le había cortado. Intentó caminar y no pudo. Le dolía demasiado.
-¡Eufemia! ¡Eufe...! -un par de manos lo agarraron por detrás.
-¡Sal de aquí, el autobús va a explotar! -le gritó alguien.
-¡Pero mi novia...! -gimió Teófilo.
-¡No hay nadie adentro!
Las manos lo jalaron hacia afuera, y en ese momento se dio cuenta de que había perdido a Eufemia...
-¡No! ¡Eufemia...! -gritaba Teófilo.
Hasta que una nueva explosión volvió a hacerlo caer, golpeando su cabeza de nuevo y haciéndolo quedar sin sentido...
**
Teófilo despertó casi histérico. Recordaba a la perfección aquella horrible pesadilla. Miró en derredor, y vio a sus compañeros de pieza mirándolo con fijeza.
-Lloras dormido, amigo -dijo uno.
El romano vio entrar a la enfermera, todavía impactado por la pesadilla. Ella se acercó a examinarlo, pero al verlo así salió corriendo.
-Uno de los pacientes ha mojado su cama -logró oír.
Teófilo se miró y palpó sus sábanas. Estaban mojadas.
Se mordió los labios, intentando mantener la dignidad. Para aparentar que no sentía su orgullo herido por eso, tomó su celular, que estaba en la mesita de noche, y lo prendió. Mensajes de Juan el Bueno.
Voy a buscarte hoy cuando te den de alta.
¿Me esperas?
Teófilo leyó los mensajes, le puso que sí y hundió la cabeza entre las almohadas, luchando para no llorar de la vergüenza (sentía que ya había llorado demasiado).
Tranquilo, Teo.
¿Quién era la chica que estaba conmigo en el autobús...?
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Los sueños de Teófilo
FantastiqueEl emperador Teófilo es un chico normal, no tiene secretos, ni muchos amigos, ni experiencias adolescentes memorables. Su única extravagancia es su obsesión por comer hielo y tomar bebidas heladas y granizados. Pero no sabe que alguien -un ente del...