La casa que había visto Teófilo al lado del camino se veía abandonada, vieja y medio destruida, pero tenía las luces prendidas. El emperador tenía la boca hinchada y necesitaba agua de manera casi urgente, mientras más helada, o si era hielo, mejor.
Se acercó, corriendo a duras penas, cruzó la verja del jardín y tocó la puerta del derruido lugar.
-Ayuda... por favor -jadeó, oyendo los pasos de alguien que iba a abrirle.
Un emperador bizantino, joven como él, le abrió, y al ver el aspecto desarreglado y agitado de Teófilo, su túnica sucia y embarrada, sus zapatos descosidos y su pelo desordenado y sudoroso, lo quedó mirando con extrañeza.
-¿Hola? -le dijo- ¿Necesitas algo?.
-...Hola. Me... persiguen. Algo me está persiguiendo... -hizo una pausa para respirar, no dejaba de jadear- y me vine corriendo por este camino de tierra.
-¿Te está persiguiendo la policía? -preguntó el emperador.
-...no -dijo Teófilo, resoplando por la falta de agua y dejándose caer en el marco de la puerta, debido a que le costaba mucho mantener el equilibrio.
El emperador, al ver que se estaba casi ya desmayando por la deshidratación y el cansancio, decidió hacerlo entrar. Lo ayudó sosteniéndolo de un brazo. Teófilo oyó de repente ruidos afuera de la casa.
Está afuera.
Mientras el emperador iba a buscar algo de agua para el recién llegado, Teófilo se asomó a la ventana y no vio nada. Pero sabía que quien lo perseguía estaba ahí.
Pero ése no era el instante para pensar en eso. Súbitamente aterrado porque sabía que esa ¨cosa¨ estaba ahí, corrió hacia un mueble descuajaringado en el cual calculó que podría caber y se metió adentro.
-¿Qué haces? -preguntó el otro chico, con el vaso de agua en la mano, tomando al pobre como un loco.
-Me... están persiguiendo -resopló el chico, aterrado, desde adentro del mueble.
-Y... no me dijiste qué era lo que te perseguía. ¿Son los policías?
-No... no es la policía. No es humano. No lo veo, pero percibo que algo me ha estado persiguiendo. Lo veo como un monstruo negro. Y sólo corro sintiendo que me va a hacer daño -explicó Teófilo, asomando la cabeza desde el mueble.
El chico bizantino, todavía con el vaso de agua en la mano, pareció entender la explicación tan bien que él mismo puso cara de terror, como si supiera qué era lo que lo perseguía.
-Entonces no te escondas ahí -le dijo el emperador- Te va a encontrar.
Teófilo salió como pudo del mueble, mirando en derredor con desesperación buscando un lugar donde esconderse.
-Escóndete en el entre-techo -dijo el chico, señalando una grieta en el techo.
-¿Cómo sabes que me tengo que esconder ahí? -habló a trompicones- ¿Es que sabes qué es lo que me está persiguiendo?
-¡Escóndete y calla, te escuchará! -dijo el emperador, casi tan en pánico como él.
Teófilo buscó una silla y subió a ella de tal modo que alcanzó el techo de un salto. Se apoyó en la estructura de madera del entre-techo y, con un poco de esfuerzo, se subió.
-¿Ya estás arriba? -preguntó el romano.
-Sí.
-Mira, si palpas el aire sentirás un cordón. Tira de él y se prenderá una ampolleta.
Teófilo paseó su mano por el aire y sintió un cordón delgado. Lo jaló y se prendió un pequeño foco de luz débil en el techo. Ahí pudo ver que había un viejo y polvoriento colchón de dos plazas extendido en el pequeño espacio que era el lugar, con algunas mantas desordenadas y de aspecto sucio.
No importa. Más sucio estoy yo.
Se acercó y se dejó caer con suavidad en el colchón viejo, levantando una polvareda a su alrededor. Cerró sus ojos.
De repente sintió un escalofrío. Algo pequeño que caminaba por su espalda. Teófilo abrió los ojos y se vio rodeado de arañas.
Dio un grito y se paró apresurado, haciendo que los resortes del colchón y el suelo de madera crujieran.
-¿Está todo bien? -preguntó el chico desde abajo.
Teófilo le tenía pánico a las arañas. Un pánico horrible, tan horrible como el miedo a aquel ente que lo perseguía... no pudo gritar de nuevo. No le salió la voz.
Al verse rodeado de arañas, deshidratado y cansado a morir, se desmayó del pánico. Lo último que sintió antes de perder el conocimiento fueron unas manos espectrales que lo recibían en su caída...
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Los sueños de Teófilo
ParanormalEl emperador Teófilo es un chico normal, no tiene secretos, ni muchos amigos, ni experiencias adolescentes memorables. Su única extravagancia es su obsesión por comer hielo y tomar bebidas heladas y granizados. Pero no sabe que alguien -un ente del...