La realidad

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Los ruidos de las máquinas de hospital lo ensordecieron. La punzada de una aguja en su brazo lo despertó de golpe. Lo primero que vio el chico al abrir los ojos fue el rostro de una enfermera, oscuro en contraste con la potente iluminación de la sala de hospital.

-¿Juan? -en vano intentó Teófilo llamar a su amigo.

-No hables -dijo la enfermera.

Necesitaba ver a Juan. Se sentía raro, como si estuviera despertando de un sueño, y el hecho de ver a su mejor amigo lo tranquilizaría.

Pasaron unos instantes, donde la enfermera lo mantuvo quieto en la camilla.

De repente la enfermera se apartó para dejar que un joven cirujano lo examinara. Al verlo Teófilo quiso saltar de la sorpresa y la confusión.

¡Era Justiniano!

¿Y no que Justiniano trabajaba en el restaurant de pizza y sushi? ¿Qué hace aquí? ¿Qué diablos me está pasando...?

Vestido con una bata blanca y pulcra, con ademanes seguros y con la mirada seria a pesar de su rostro todavía pueril, el romano se acercó a él. Lo vio y lo examinó, haciendo anotaciones en una hoja.

-¿Está anestesiado? -le preguntó él a la enfermera.

-Sí.

-Tiene múltiples traumas en las costillas, la cabeza y... -iba dictando Justiniano, mientras Teófilo luchaba por hablarle al joven cirujano.

-¡Justiniano! ¡Justiniano! -logró articular después de un rato, tras hacer un esfuerzo sobrehumano por aclarar su garganta.

El cirujano lo miró con fijeza y el ceño fruncido.

-¿Cómo te sabes mi nombre?

-¡Es que te conozco! ¡Trabajas en el local de pizzas y sushi!

-Odio la pizza -se extrañó el joven médico- Y odio los restaurantes.

Teófilo no podía creerlo todavía. Hasta que se acordó de un detalle...

-¡Justiniano! ¡Tienes 29!

-¿29? No. Tengo 27 -dijo Justiniano- No soy tan viejo. Irene, tómale la temperatura. Debe estar teniendo alucinaciones -le ordenó a la enfermera, que procedió inmediatamente a agitar un termómetro de mercurio.

No soy tan viejo.

La enfermera le tomó la temperatura, y luego le aplicó un sedante.

No soy tan viejo. Esa frase le quedó dando vueltas en la mente.
¿Y qué diablos hago aquí?

No pudo seguir preguntándose eso porque se durmió por efectos del sedante.

**

Despertó unas horas después. Tenía fiebre y el efecto de la anestesia se le había pasado. El dolor en la pierna izquierda era insoportable.

-¿Qué estoy haciendo aquí? -inquirió el chico a la enfermera apenas llegó. Sentía que estaba en otra realidad... era diferente...

La enfermera fue determinante en la respuesta.

-Has sobrevivido milagrosamente a un horrible accidente de autobús en la conurbación. Tuviste fiebre muy alta y alucinaste por dos días. Es entendible que no recuerdes nada.

¿¡Qué!? ¿Y todo lo que vi... la sombra, la fiesta, Juan, el hospital, Justiniano en el restaurant, fue sólo una visión?

Y ahí recordó el mensaje de Eufemia durante su estado febril.

Te esperamos, Teófilo...

Y comprendió que ella había fallecido en el accidente, en la vida real. Ahora, recién ahora, Teófilo estaba en la vida real.

Sintió que el dolor físico se le hacía peor con el dolor que sentía en el corazón.

Inmovilizado como estaba, a duras penas pudo ver la televisión de su pieza. Estaban todavía transmitiendo el accidente y su investigación.

"El accidente fue de gran envergadura. Sólo hay dos supervivientes, uno de ellos en riesgo vital. El chofer y los demás pasajeros cayeron al mar o murieron en el incendio..."

Y Eufemia sólo se había intentado comunicar con él...

Los sueños de TeófiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora