capitulo 10

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Grant y yo nos miramos cuando frente a nosotros volvió a estar ese mágico lugar.

Este lugar era especial para nosotros, siempre que veníamos aquí era para estar un poquito más unidos que antes.

Cuando nos adentramos volvió a aparecer aquel hombrecillo de ojos penetrantes.

-¿Que hacéis de nuevo aquí? Ya conseguisteis lo que queríais- nos dijo-. Sois demasiados.

-Tenemos dos intenciones- le dije-. Venimos en busca de las hadas que pueden unirnos en matrimonio y una vez hecho eso tenemos intención de cruzar vuestras tierras.

-¿Habéis decidido huir?- me preguntó.

-¿Ya ha llegado hasta aquí?

-Big Rock está al lado, mi señora, nos enteramos hace días.

-No huyo, pero para atacar necesito soldados y tengo la sensación de que los que ya tenía los he perdido.

-Los que os eran leales ya han jurado lealtad al usurpador. Unos por miedo, otros por avaricia y otros por costumbre, y los que aún os eran leales han sido despojados de sus títulos y asesinados delante de los que antes eran su pueblo.

-¿Muchos?

-Un par de ellos, ya que el tercero lo traéis vivo con vos.

-Gracias por la información.

-Os acompañaré a donde las hadas, si no os importa, tengo un asunto que hablar con vos- me dijo el hombrecillo indicándonos con la mano que podíamos pasar-. Sé que tarde o temprano el usurpador querrá estás tierras para si y usar la magia que vive en sus habitantes para sus sucios planes, negándose a recibir un no por respuesta.

-No creo que os equivoquéis- le contesté con voz triste.

-Necesitáis aliados, mi reina...

-Ya no soy reina- le interrumpí.

-Para algunos vos siempre seréis la reina. Necesitáis aliados, y nosotros podemos serlo.

-¿Vosotros? ¿Quiénes exactamente sois vosotros?

-Todos y cada uno de los seres que habitamos en este lugar. Somos poderosos, majestad.

-¿Y qué querríais a cambio?- le pregunté.

-Nada. Es por supervivencia, no por ansia de beneficios.

O.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o

El resto del camino fue silencioso por parte de nuestro nuevo e inesperado aliado.

Llegamos a una especie de estanque con juncos y flores. Aquí y allá había unas mujeres, no mayores de unos quince años. Sus rasgos eran perfectos y sus ropas eran de diferentes colores: verde claro, crema, rosa pálido, blanco, azul claro...

Todas sus caras se giraron hacia nosotros cuando entramos dentro de su pequeño paraíso y las escuchamos cuchichear entre ellas.

-Debéis realizar un casamiento, si la luz os deja- les dijo el hombrecillo.

Todas se levantaron de golpe y se acercaron.

-¿Quiénes son los afortunados?- preguntó una.

-¡Que ilusión!- exclamó otra.

-¿No es bonito el amor?- preguntó otra.

-Hay que llamar a la anciana- dijo otra y con esa frase todas se callaron, mientras que la que lo había dicho corría hacia un árbol.

Al escuchar la palabra "anciana" me esperaba a una mujer mayor, con arrugas y espalda encorvada. Pero lo que vino no podía ser más distinto. Era una mujer algo más mayor que el resto, de unos veinte años, de pelo largo y facciones definidas. Era, con diferencia, la más guapa de todas, y eso que todas eran increíblemente hermosas.

La herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora