Empieza por ti.
Las siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1100 D.C.) en las criptas de la Abadía de Westminster:
❝Cuando era joven y libre y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría, entonces, acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar sólo mi país.
Pero también él parecía inamovible.
Al ingresar en mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar sólo a mi familia, a mis allegados, pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora que estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: Si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia.
A partir de su inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y, quién sabe, tal vez incluso habría cambiado el mundo.❞
Anónimo
Si hay luz en el alma,
habrá belleza en la persona.
Si hay belleza en la persona,
habrá armonía en la casa.
Si hay armonía en la casa,
habrá orden en la nación,
Si hay orden en la nación,
habrá paz en el mundo.
Proverbio Chino.
El amor y el taxista.
El otro día estaba en Nueva York, y viajé en taxi con un amigo. Al bajarnos, mi amigo le dijo al taxista:
—Gracias por el viaje. Condujo a las mil maravillas.
Por un momento, el taxista se quedó sorprendido.
—¿Se está haciendo el piola o qué? —preguntó.
—No, mi querido amigo, y no estoy tomándole el pelo. Admiro la forma en que se mantiene sereno con este tránsito pesado.
—Sí —dijo el taxista y arrancó.
—¿Qué significa esto? —pregunté.
—Estoy tratando de que vuelva el amor a Nueva York —dijo—. Creo que es lo único que puede salvar a esta ciudad.
—¿Cómo puede salvar a Nueva York un solo hombre?
—No es un solo hombre. Creo que a ese taxista le alegré el día. Supón que hace veinte viajes. Va a ser amable con esos veinte pasajeros porque alguien fue amable con él. Esos pasajeros a su vez serán más atentos con sus empleados o con los vendedores o mozos, o incluso con sus propias familias. Finalmente, la buena voluntad puede llegar a difundirse por lo menos a mil personas. No está mal, ¿no?
—Pero dependes de que ese taxista pase tu buena voluntad a otros.
—Yo no dependo de eso —dijo mi amigo—. Soy consciente de que el sistema no es a prueba de idiotas, o sea que hoy debería abordar a unas diez personas. Si de las diez, puedo hacer felices a tres, a la larga puedo influir indirectamente en las actitudes de tres mil más.
—Suena bien en teoría —admití—, pero no estoy seguro de que en la práctica funcione.
—Si no es así, no se pierde nada. Decirle a este hombre que estaba haciendo bien su trabajo no me llevó nada de tiempo. Él tampoco recibió una propina mayor o menor. Si cayó en oídos sordos, ¿qué más da? Mañana, ya habrá otro taxista al que pueda intentar hacer feliz.
—Estás totalmente loco —dije.
—Eso demuestra lo cínico que te has vuelto. Hice un estudio. Al parecer, lo que les falta a nuestros empleados postales, además de dinero, es que nadie les dice qué bien hacen su trabajo.
—Es que, directamente, no trabajan bien.
—No trabajan bien porque sienten que a nadie le importa si lo hacen o no. ¿Por qué nadie les dice nada amable?
Pasamos frente a una obra en construcción y había cinco obreros que comían su almuerzo. Mi amigo se detuvo.
—Están haciendo un trabajo magnífico. Ha de ser difícil y peligroso.
Los hombres miraron a mi amigo con recelo.
—¿Cuándo estará terminado?
—En junio —masculló uno.
—Ah. Es impresionante. Deben de estar muy orgullosos.
Nos alejamos.
—No había visto a nadie como tú después de Don Quijote de la Mancha —dije.
—Cuando esos hombres digieran mis palabras, se sentirán mejor. De alguna manera, la ciudad se beneficiará con su felicidad.
—¡Pero no puedes hacerlo solo! —protesté—. No eres más que uno.
—Lo más importante es no desalentarse. Lograr que la gente de la ciudad vuelva a ser amable no es fácil, pero si puedo reclutar a más gente en la campaña.
—Acabas de guiñarle el ojo a una mujer fea —dije.
—Sí, ya sé —respondió—. Y si es maestra, seguramente hoy va a ser un día de clase fantástico.
Art Buchwald
✫
—¿Qué diferencia hay entre obstinación y decisión? —preguntó el maestro.
—Cuando uno hace algo a su manera y tiene éxito, eso es decisión —sentenció un estudiante—. Cuando lo hace a su manera y fracasa, eso es obstinación.
—C.K.L.
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De todo, para todos.
RandomUn poco de cada cosa que ya existe, y merece ser compartida.