Prólogo

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Dicen que tu vida entera pasa delante de tus ojos cuando estás a punto de morir, pero no es la única ocasión donde puede ocurrir. También puede pasar cuando otro frente a ti está por sucederle algo, o cuando; como en mi caso, estás a punto de tomar una decisión de mucha importancia.

- No lo hagas, no lo hagas.- Me decía a mí mismo en el transcurso del camino rumbo al aeropuerto, tomar una decisión tan presurosa basándome en mis emociones no era exactamente algo lógico en mi.- Esto no está bien... ¿qué demonios estoy haciendo?- Apretaba con una mano el volante hasta tener los nudillos blancos, con la otra secaba el sudor de mi frente y peinaba mi cabello hacia atrás repetidas veces. El día anterior, con lágrimas en mis ojos tomé una decisión muy difícil, una de la que quizás podría arrepentirme en el futuro. Pero ya había sido tomada, y lo haría. De seguro lo haría.

Al llegar al estacionamiento, me aparqué cerca de un árbol. Le daría sombra a este viejo cacharro, hasta que alguna grúa se lo llevara, u Omar viniera a buscarlo. No me importaba. Solo quería hacer lo que debía hacer.

Pegué la frente del volante y comencé a llorar de nuevo, quería hacerlo, y sentía por dentro de mí ese fuego aun avivado. Pero el miedo se cernía sobre mí, y quería hacerme regresar. ¿Qué dirán cuando me vean? ¿Seguirán allí? Quizá no me reciban... tienen derecho a no hacerlo. Pero ¿y si lo hacen? ¿Qué les diré? ¿Qué le diré a ella?

Un millón de preguntas venían a mi cabeza mientras estaba pegado al volante y las mejillas brillaban de lágrimas y sudor de excitación, ansiedad y miedo. Levanté la cara y me mire en el espejo retrovisor, me limpie la cara y sorbí por la nariz. Estaba asustado. Realmente lo estaba. Pero había tomado una decisión.

Salí y me puse mis lentes de sol, así ocultaría el enrojecimiento de mis ojos de tanto llorar y evitaría preguntas. Fui a la maletera del auto y saque mi equipaje. Solo un bolso de mano con algo de ropa, algunos objetos personales, y mi flauta. Mi flauta transversa, que me ayudó tanto allá como aquí, y había sido mi fiel compañera hasta el día de hoy.

Guindé mi equipaje en mi hombro, cerré la maleta, miré hacia ambos lados y comencé a caminar hacia la entrada del aeropuerto. Entré, y podía oler aquellos divinos aromas que me dieron la bienvenida una vez, y ahora me despedían. También se mezclaba con aquellos exóticos olores de diferentes naciones, al recibir pasajeros de diferentes lugares del mundo y expresaban esa relación multinacional de diferentes culturas. Siempre amé ese olor. Pero ahora solo añoraba un aroma, quería sentirlo, olerlo y poder inundarme en él como cuando niño. Jamás lo había percibido así, nunca me detuve a sentir aquella sensación que me brindaba esa tierra, a oler aquellos aromas con mayor gusto, y degustar aquellos sabores que se multiplicaban y se podían apreciar de manera más detallada siendo infinitos con cada probada. Debía hacerlo. Sí, no había otra alternativa.

- Vamos, vamos... - Miré el reloj, faltaban 15 minutos para las 6 y 30 de la mañana. Mi vuelo salía a las 10:00 am. Pero debía estar temprano, y quería estar temprano.

Adentro, pasé por el "Check – in", o la recepción de equipajes para realizar todos los procesos para entrar a esperar mi avión. Luego de pesar mi equipaje, pasar por el control del pasaporte y realizar el control de seguridad, me retiré con rapidez hacia la zona de espera.

Me senté en una de esas sillas de metal compartidas que se encuentran en la zona de espera, mientras observaba el cartel de información de los vuelos. Ahí estaba el mío. Mientras esperaba, comencé a observar mi alrededor y vi a niños con sus padres en brazos, otros ya despiertos jugando en sus videojuegos o con otros niños. Algunos bostezaban aun de sueño. La mayoría niños de aquí, otros que en base a la decisión de sus padres, comenzarían una nueva vida en este país. Vi a mi izquierda una muchacha de unos 15 años, sentada con algo de descuido en la silla, como no queriendo estar allí.

Sentimiento NacionalWhere stories live. Discover now