Rose y yo nos hicimos muy amigas. Ella se empeñó en juntarse más con las niñas, porque decía que éramos chicas, y las chicas saltan a la comba y juegan a las muñecas, en vez de pintarse la cara con barro y jugar a los Indios.
Conocí a otra chica muy simpática que se llamaba Noa. Nos llevábamos muy bien las tres, aunque yo echaba demenos mi pistola.
Pasó el tiempo y empezaron los problemas.
Noa se fue con un grupo de chicas repelentes, y Rose y yo nos quedamos solas de nuevo en lo que era cuarto de primaria.
En quinto, conocimos a otra chica que se llamaba Alice, que se empezó a juntar con nosotras. Pero en quinto todas las niñas tenían ya sus grupos. Como siempre, estaba el grupito de las putas (teniendo en cuenta que estaba en un colegio de monjas). Estaba el grupo de las buenas estudiantes, el grupo que se forma cuando vuestras madres son amigas, el grupo de las raras y por último nosotras.
Rose siempre ha sido y siempre será muy tímida. Pero ella quería un grupo de amigas de verdad, Se empeñó en juntarnos con las demás niñas, cuando a mi no me hacía ni puñetera gracia.
En sexto empezaron las peleas. Alice y yo nos peleábamos constatemente, y Rose no paraba de llorar. Alice dijo que se iba, que estaba harta de mí y le dijo a Rose que eligiera: a ella o a mí.
Afortunadamente (y coherentemente), Rose la mandó a la mierda y le dijo que conmigo. Alice dejó de ser nuestra amiga pero se prometió jodernos.
Pero ese año pasaron más cosas y una de ellas cambió mi vida.